CAPÍTULO 75

37 3 0
                                        

Al llegar a la mansión, la quietud de la noche nos envolvía como un manto. El camino había sido largo y silencioso, pero lleno de una electricidad latente que ninguno de los dos mencionó en voz alta. Las palabras no eran necesarias. La batalla que habíamos librado juntos había dejado algo más que el cansancio en nuestros cuerpos; había despertado un anhelo profundo, una conexión que ardía bajo la superficie.

Al cruzar el umbral, me detuve un momento, quitándome las sandalias con movimientos automáticos, pero mi mente estaba en otra parte. Giyu cerró la puerta detrás de nosotros, y el leve sonido del pestillo resonó en el espacio tranquilo. Sentí su mirada fija en mí, intensa, cargada de algo que me hizo girar lentamente hacia él.

Sus ojos, oscuros como un río profundo, estaban llenos de emoción: amor, devoción, y algo más oscuro y apasionado que me hizo estremecerme.

—Ven aquí —murmuró, su voz baja y grave, como una orden que no podía ignorar.

Di un paso hacia él, y en un instante, sus manos estaban sobre mí, fuertes pero llenas de una ternura que me dejaba sin aliento. Me sostuvo por la cintura, acercándome más hasta que nuestros cuerpos se encontraron. Mi respiración se aceleró mientras sentía su calor atravesar la tela de mi ropa.

—No sabes cuánto pensé en ti esta noche... —susurró contra mi oído, su aliento cálido enviando escalofríos por mi columna—. Lo que sentí al verte luchar... fue indescriptible.

Sus palabras, cargadas de admiración y deseo, rompieron cualquier barrera que aún pudiera haber entre nosotros. Me aferré a él, mis manos buscando su rostro, mis dedos trazando sus rasgos con una mezcla de suavidad y urgencia.

—Y yo en ti —respondí, mi voz temblando pero sincera—. No solo en la batalla, sino siempre

Sus labios encontraron los míos en un beso que comenzó suave, como una promesa, pero que rápidamente se convirtió en algo más profundo, más urgente. Cada movimiento suyo, cada caricia, estaba lleno de pasión contenida, como si hubiera estado esperando este momento durante toda su vida.

Nos movimos torpemente hacia el futón, nuestras manos incapaces de separarse, despojándonos de las capas de ropa que nos separaban. Cada prenda que caía al suelo era un paso más hacia una conexión total, sin barreras, sin miedos.

Cuando finalmente estuvimos piel contra piel, me sentí vulnerable y al mismo tiempo poderosa bajo su mirada. Él me adoraba con cada toque, con cada beso, como si yo fuera algo sagrado. Pero también había un fuego en él que me encendía, una lujuria que reflejaba la mía propia.

—Eres mi todo... —murmuró contra mi cuello, su voz entrecortada mientras exploraba cada rincón de mi piel con sus labios.

—Y tú el mío... siempre —respondí, perdiéndome en la intensidad de nuestras emociones.

Esa noche no hubo espacio para dudas ni para el mundo exterior. Solo existíamos nosotros dos, entregándonos completamente, compartiendo algo que iba más allá de palabras o gestos. Era amor, pasión y deseo entrelazados en una danza que parecía no tener fin.

Cuando finalmente descansamos, nuestros cuerpos exhaustos pero satisfechos, él me envolvió con sus brazos, sus dedos trazando círculos suaves en mi espalda.

—Te prometo que siempre te protegeré, no importa lo que venga —dijo, su voz suave pero firme.

—Y yo a ti —respondí, sintiendo cómo mi corazón latía al mismo ritmo que el suyo.

Esa noche, mientras la luna vigilaba desde el cielo, supe que no importaban las batallas que enfrentáramos, porque siempre tendríamos este refugio, este amor que nos mantenía fuertes.

𝑳𝒂 𝒍𝒖𝒛 𝒒𝒖𝒆 𝒓𝒐𝒎𝒑𝒆 𝒍𝒂 𝒐𝒔𝒄𝒖𝒓𝒊𝒅𝒂𝒅 [𝑳𝑰𝑩𝑹𝑶 #1 - 𝑮𝑰𝒀𝑼]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora