CAPÍTULO 30

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Las semanas parecían haberse deslizado rápidamente, como hojas arrastradas por el viento, y antes de darme cuenta, el aire fresco de la mañana me envolvía mientras caminaba por los jardines de la mansión. La paz que habíamos logrado conseguir después de la misión anterior ya parecía desvanecerse, como siempre ocurría, cuando el deber llamaba.

Aquel día, como tantos otros, me dirigí hacia el campo de entrenamiento, donde sabía que encontraría a Giyu. Me había estado acompañando en mis entrenamientos recientes, siempre tan silencioso, tan sereno, pero con esa capacidad inquebrantable de ayudarme a perfeccionar cada movimiento. Sabía que el tiempo con él siempre era valioso, y aunque las palabras entre nosotros nunca eran muchas, el apoyo en silencio que nos brindábamos lo decía todo.

Llegué al campo y lo vi, como de costumbre, con su postura impecable, su katana firmemente en mano. El sonido de su respiración era el único ruido que llenaba el aire, además del suave murmullo del viento. Su presencia era calmada, pero su intensidad al entrenar no pasaba desapercibida. Giyu siempre se esforzaba al máximo, y ver su dedicación me motivaba más que cualquier otra cosa.

Me quedé observándolo por un momento, sintiendo una mezcla de admiración y cariño. Lo veía entrenar con esa determinación casi imparable, como si nada pudiera interponerse en su camino. Mis propios entrenamientos también se habían intensificado en las últimas semanas, y no podía evitar pensar que el peso de la misión que se avecinaba estaba comenzando a nublar mi mente.

—Giyu... —dije en voz baja, mientras me acercaba a él.

Al escuchar mi voz, Giyu detuvo su entrenamiento y se giró lentamente, su mirada fija en mí. Su expresión, como siempre, era tranquila, pero había algo en sus ojos que reflejaba una ligera preocupación.

—¿Te encuentras bien? —preguntó con su voz profunda, pero suave, siempre preocupado por mi bienestar, aunq.ue nunca lo expresara de forma exagerada.

Sonreí, aunque mi mente seguía dando vueltas a los pensamientos que me inquietaban.

—Sí, solo pensaba en lo que viene... —respondí, sin poder ocultar la ligera preocupación en mi voz. Sabía que la misión que me esperaba era inevitable, y aunque estaba entrenando con la respiración de la llama de mi hermano Kyojuro, el miedo de no estar a la altura me preocupaba.

Giyu asintió en silencio, como si entendiera mis pensamientos sin que tuviera que explicarlos en detalle. A veces, era como si nos comunicáramos sin palabras, como si ambos compartiéramos el mismo peso en el corazón, aunque nunca lo dijéramos en voz alta.

De repente, un sonido familiar interrumpió el silencio: el suave arrullo de un cuervo. Un cuervo Kasugai apareció de entre los árboles, volando hacia mí con rapidez. Su plumaje negro contrastaba con el cielo azul claro, y como siempre, llevaba consigo un mensaje importante. Giyu observó en silencio mientras el cuervo se posaba en mi hombro.

—Es un mensaje. —dije, sintiendo cómo mi corazón se aceleraba un poco al darme cuenta de lo que eso significaba. El cuervo tenía una nota atada a su pata, y aunque ya lo sabía, el simple acto de recibir el mensaje me lo confirmaba de manera inminente.

Deslisé la nota con manos temblorosas y la abrí rápidamente. Al leerla, la sensación de calma se desvaneció por completo. La misión que se me asignaba era clara: debía dirigirme al distrito rojo, infiltrarme como cortezana para obtener información sobre las desapariciones de las esposas de Uzui. El peso de la responsabilidad se hizo presente al instante.

Giyu se acercó a mí, observando la nota en mis manos. Aunque su rostro seguía sin mostrar muchas emociones, sus ojos reflejaban algo más profundo, algo que no pude identificar de inmediato, pero que me hizo sentir que su preocupación por mí aumentaba.

𝑳𝒂 𝒍𝒖𝒛 𝒒𝒖𝒆 𝒓𝒐𝒎𝒑𝒆 𝒍𝒂 𝒐𝒔𝒄𝒖𝒓𝒊𝒅𝒂𝒅 [𝑳𝑰𝑩𝑹𝑶 #1 - 𝑮𝑰𝒀𝑼]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora