CAPÍTULO 39

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Los rayos del amanecer se filtraban por las ventanas, acariciando suavemente mi rostro y llenando la habitación con una calidez apacible. Abrí los ojos lentamente, y la primera imagen que vi fue la de Giyu, profundamente dormido a mi lado.

Su expresión era tan tranquila, tan ajena al peso que usualmente cargaba. El mundo fuera de estas paredes parecía no existir, y en ese instante me sentí agradecida de poder compartir estos momentos con él. Observé cómo su cabello caía en mechones desordenados sobre su frente, su respiración acompasada llenando el espacio con una quietud casi hipnótica.

Me acerqué un poco más, cuidando no despertarlo, y apoyé la cabeza en mi mano mientras lo miraba. ¿Cómo podía alguien tan silencioso, tan contenido, albergar un corazón tan inmenso? Estar a su lado era como encontrar una paz que nunca supe que necesitaba.

"Te amo", pensé, aunque no lo dije en voz alta. Me permití este momento privado, como un secreto entre mi corazón y el suyo.

Poco después, comenzó a moverse ligeramente, y sus ojos se abrieron despacio. Me sorprendió que me mirara directamente, como si supiera que lo estaba contemplando.

—¿Cuánto tiempo llevas despierta? —preguntó con su voz grave, aún cargada de sueño.

Sonreí suavemente. —Lo suficiente como para recordar por qué me enamoré de ti.

Sus cejas se alzaron apenas, y una tenue sonrisa apareció en sus labios. No dijo nada, pero su mano se deslizó para entrelazar sus dedos con los míos, un gesto simple, pero lleno de significado.

El entrenamiento de la mañana era una parte esencial de nuestra rutina. Cada movimiento, cada técnica, requería precisión, enfoque y, sobre todo, dedicación. Estar en el campo de entrenamiento con Giyu era diferente a entrenar con otros; siempre sentía que su presencia me desafiaba a ser mejor, a perfeccionar cada respiración y cada ataque.

Estábamos practicando movimientos en sincronía, nuestras espadas cortando el aire con precisión casi perfecta, cuando el graznido familiar de un cuervo Kasugai rompió la tranquilidad. Ambos detuvimos nuestros movimientos al mismo tiempo, y el ave se posó en una rama cercana, dirigiéndose a mí.

—¡Mensaje urgente de Iguro Obanai! "
—anunció el cuervo con su voz clara y grave—. ¡Misión para la Hashira de las Llamas!

Fruncí el ceño ligeramente mientras extendía la mano para tomar la nota que el cuervo llevaba atada a su pata. Al abrirla, mis ojos recorrieron las líneas rápidamente. La misión era directa: investigar una serie de desapariciones en un pueblo al pie de las montañas. Las descripciones indicaban claramente que un demonio estaba involucrado.

—¿Qué dice? —preguntó Giyu, acercándose.

Le pasé la nota para que la leyera, y vi cómo su rostro adquiría esa expresión seria y concentrada que siempre mostraba cuando se trataba de una misión.

—Es en una zona aislada. Podría ser peligroso si el demonio tiene ventaja territorial —dijo después de un momento.

—Lo sé, pero no es algo que no pueda manejar —respondí con una sonrisa tranquila, intentando aliviar la tensión que sentí en él.

Sus ojos se encontraron con los míos, y aunque no lo dijo, sabía que estaba preocupado. Era su forma de ser: reservado con sus emociones, pero siempre pendiente de mí.

—Ten cuidado —dijo finalmente, su tono más suave—. Si necesitas apoyo, avísame.

Me acerqué y toqué suavemente su brazo. —Siempre lo haré, Giyu. Siempre.

El cuervo, aún posado en la rama, graznó nuevamente, recordándome que no tenía mucho tiempo que perder. Mientras me preparaba para partir, sentí su mirada en mí, y cuando me giré, él seguía allí, observándome con esa intensidad que hacía que mi corazón latiera más rápido.

𝑳𝒂 𝒍𝒖𝒛 𝒒𝒖𝒆 𝒓𝒐𝒎𝒑𝒆 𝒍𝒂 𝒐𝒔𝒄𝒖𝒓𝒊𝒅𝒂𝒅 [𝑳𝑰𝑩𝑹𝑶 #1 - 𝑮𝑰𝒀𝑼]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora