𝑳𝒂 𝒍𝒖𝒛 𝒒𝒖𝒆 𝒓𝒐𝒎𝒑𝒆 𝒍𝒂 𝒐𝒔𝒄𝒖𝒓𝒊𝒅𝒂𝒅 [𝑳𝑰𝑩𝑹𝑶 #1 - 𝑮𝑰𝒀𝑼]

CAPITULO 79

El abrazo que le di estaba cargado de toda mi intención de aliviar su dolor, de hacerle entender que no estaba solo, pero lo sentí tensarse de repente. Con suavidad, pero con firmeza, Giyu apartó mis brazos y se alejó unos pasos, dejando un vacío en mi pecho que dolió más de lo que podía soportar.

Su mirada era intensa, pero también había una decisión férrea en sus ojos que me hizo temer lo que estaba por decir.

—Por favor, escúchame —comenzó, su voz calmada pero vacilante—. Esto no es fácil para mí, pero creo que es lo mejor… por los dos.

Fruncí el ceño, incapaz de entender a dónde quería llegar.

—¿De qué estás hablando, Giyu?

Se pasó una mano por el cabello, mirando al suelo como si no pudiera sostener mi mirada.

—Creo que deberíamos olvidarnos de nuestro compromiso… al menos por un tiempo.

Esas palabras cayeron como un golpe directo a mi corazón, dejándome sin aliento.

—¿Qué? —pregunté, casi en un susurro, esperando haber escuchado mal.

Giyu levantó la mirada, y en sus ojos vi una mezcla de dolor y convicción.

—No estoy bien, y no quiero arrastrarte conmigo a este abismo. Necesito tiempo para ordenar mis pensamientos, para saber quién soy y si realmente puedo cumplir con las expectativas de ser un Pilar… y un esposo.

Di un paso hacia él, sintiendo cómo las lágrimas comenzaban a acumularse en mis ojos.

—¿Y crees que alejarme es la solución? ¿Crees que eso va a resolver todo? —Mi voz tembló, pero no por debilidad, sino por la mezcla de tristeza y rabia que sentía—. Giyu, hemos enfrentado tantas cosas juntos. ¿Por qué no me dejas ayudarte ahora?

—Porque no puedo arriesgarme a fallarte de nuevo —respondió, apretando los puños—. Ya he perdido demasiado, y no quiero que tú seas otra de esas pérdidas.

—No soy una pérdida, Giyu —dije con firmeza, aunque mi corazón dolía con cada palabra—. Soy tu compañera, y si no puedes ver eso… entonces tal vez tienes razón.

Su expresión se contrajo por un instante, como si mis palabras lo hubieran golpeado tan fuerte como las suyas me habían herido. Pero no dijo nada más.

La tensión entre nosotros era insoportable, y sabía que si me quedaba, solo me rompería más. Así que respiré hondo, di un paso atrás y lo miré con una mezcla de tristeza y decepción.

—Si eso es lo que quieres, entonces está bien. Pero recuerda esto, Giyu: el amor no es algo que puedas apartar cuando te conviene.

Me giré sin esperar respuesta, y salí de la mansión con el corazón pesado. La tarde, casi noche era fría, pero nada se comparaba con el vacío que sentía en ese momento. Caminé sin rumbo, tratando de calmar el torbellino de emociones que me consumía.

No sabía qué sería de nosotros, pero en ese momento, sentía que algo se había roto entre Giyu y yo. Y lo peor era que no sabía si alguna vez podría repararse.

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Giyu se quedó inmóvil, escuchando el eco de mis pasos alejándose de la mansión. Cada paso que daba parecía resonar más fuerte en su pecho, como un martillo golpeando contra su corazón. Cerró los ojos, apretando los puños con tanta fuerza que sus uñas se clavaron en la piel, pero el dolor físico no se comparaba con lo que sentía por dentro.

Había creído que tomar esa decisión sería lo mejor para ambos, que alejarme protegería a la única persona que aún significaba todo para él. Pero en el momento en que me vio marchar, algo en su interior se desgarró de manera irreversible.