CAPÍTULO 63

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Habían pasado dos semanas desde aquel fatídico enfrentamiento, y el silencio en la habitación donde ella descansaba era tan pesado como el ambiente que rodeaba a quienes la cuidaban. No había dado señales de despertar, y aunque su respiración seguía siendo estable, la espera se hacía interminable para todos.

Giyu no había dejado de visitarla ni un solo día. Aunque Shinobu insistía en que debía descansar, él siempre encontraba la manera de regresar a su lado, aunque fuera solo para mirarla en silencio. Cada día parecía ser más difícil que el anterior.

En la sede, la preocupación se sentía en el aire. Tengen, quien también había permanecido atento a su estado, hablaba con Shinobu cada vez que podía, intentando comprender si había alguna esperanza de que despertara pronto.

—¿Hay algo más que podamos hacer? —preguntó Tengen una tarde, mientras Shinobu revisaba los últimos informes médicos.

Ella suspiró, cerrando un pequeño libro de notas y dejando el lápiz a un lado.

—Su cuerpo está luchando para recuperarse. La cirugía fue complicada, y la pérdida del bebé la ha afectado más de lo que imaginamos. Pero... aún tiene fuerzas. Por eso sigue aquí.

Tengen asintió lentamente, aunque su semblante no ocultaba la preocupación.

—¿Y qué hay de él? —preguntó, refiriéndose a Giyu.

—No está bien —admitió Shinobu—. Se está consumiendo en la culpa y el arrepentimiento. Lo veo en sus ojos cada vez que lo encuentro en el pasillo. Y no importa cuántas veces le diga que descanse, siempre regresa a verla.

Mientras tanto, en la habitación, Giyu estaba sentado junto a la cama, su mirada fija en su rostro sereno. Había pasado tanto tiempo hablando, rogándole que despertara, que ahora solo quedaba el silencio.

Apoyó los codos en sus rodillas y enterró el rostro en sus manos.

—Te extraño... —murmuró, su voz quebrada—. No sé cómo seguir sin ti.

Los días pasaban, y aunque su cuerpo mostraba pequeñas señales de recuperación, su mente seguía atrapada en un sueño profundo, un refugio del dolor que había vivido. Giyu comenzaba a temer que nunca la vería abrir los ojos, que nunca escucharía su voz de nuevo.

Pero aún así, no se rindió. No mientras hubiera siquiera una mínima posibilidad de que regresara. Y mientras tanto, la sede seguía en alerta, los cuervos llevando mensajes con actualizaciones constantes. Todos esperaban, aferrándose a la esperanza de que despertara y pudiera volver a ser la guerrera que tanto admiraban y la persona que muchos amaban.

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Esa noche, mientras Giyu permanecía en la misma silla junto a la cama, con los ojos enrojecidos por el cansancio y las horas sin dormir, Tengen entró silenciosamente en la habitación. Observó la escena por un momento, notando la tensión en los hombros de Giyu y la forma en que sus manos descansaban en la cama, cerca de ella.

Tengen lo miró y, con su característica firmeza, rompió el silencio.

—Tomioka, basta ya. Tienes que descansar.

Giyu no levantó la mirada, solo sacudió la cabeza.

—No puedo dejarla sola —respondió en un murmullo.

Tengen avanzó hacia él, su tono autoritario pero no carente de empatía.

—Escucha, no eres útil para ella si terminas desplomándote por agotamiento. Sé que estás cargando con muchas emociones, pero necesitas tiempo para reponerte. Yo me quedaré esta noche.

𝑳𝒂 𝒍𝒖𝒛 𝒒𝒖𝒆 𝒓𝒐𝒎𝒑𝒆 𝒍𝒂 𝒐𝒔𝒄𝒖𝒓𝒊𝒅𝒂𝒅 [𝑳𝑰𝑩𝑹𝑶 #1 - 𝑮𝑰𝒀𝑼]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora