𝑳𝒂 𝒍𝒖𝒛 𝒒𝒖𝒆 𝒓𝒐𝒎𝒑𝒆 𝒍𝒂 𝒐𝒔𝒄𝒖𝒓𝒊𝒅𝒂𝒅 [𝑳𝑰𝑩𝑹𝑶 #1 - 𝑮𝑰𝒀𝑼]

CAPÍTULO 76

Tras el almuerzo, la atmósfera en la casa de mi padre se sintió un poco más densa, como si algo estuviera por ocurrir. Mi padre, con una mirada más seria que de costumbre, se levantó de su asiento y me hizo un gesto para que lo siguiera.

—Quiero hablar contigo a solas —dijo, su tono grave.

Sentí un ligero nudo en el estómago al oírlo, y miré brevemente a Giyu, quien, al parecer, entendió que se trataba de un asunto privado. Asintió en silencio y se levantó, acompañando a Senjuro hacia el jardín con un gesto tranquilo, pero también con una mirada que dejaba claro que todo estaría bien.

El silencio que quedó tras su partida parecía más pesado, y mi padre me invitó a seguirlo hasta una pequeña sala de estar, apartada del bullicio de la casa. El aire se sentía más denso en el interior, y la luz que entraba a través de las ventanas era suave, pero cargada de una tensión palpable.

Una vez dentro, mi padre se sentó en uno de los cojines, mirándome con una seriedad que no solía mostrar tan abiertamente. Me senté frente a él, sin poder evitar sentir un leve nerviosismo en mi pecho.

—Quiero que me escuches, hija —comenzó, con un tono suave, pero firme—. He tenido... una pesadilla. No una como las que suelo tener, sino una que me dejó una sensación de alarma, como si fuera una advertencia.

Mis cejas se fruncieron al oír sus palabras. Las pesadillas de mi padre siempre habían sido algo recurrente, pero algo en su tono me decía que esta vez era diferente.

—¿Una pesadilla? ¿Sobre qué? —pregunté, el nudo en mi estómago aumentando.

Shinjuro bajó la mirada por un momento, como si estuviera luchando con sus propios pensamientos, antes de mirarme de nuevo, sus ojos llenos de una preocupación sincera y profunda.

—Vi una batalla... una gran batalla. Contra un demonio extremadamente fuerte. Todos los pilares, todos los cazadores, luchaban juntos para derrotarlo. Yo estaba allí, observando desde lejos, y pude ver todo... —Hizo una pausa, y sentí el peso de sus palabras en el aire. Era como si cada palabra estuviera impregnada de un miedo palpable—. Pero al final, lo más aterrador fue lo que ocurrió contigo. Vi cómo luchabas con todo lo que tenías, pero... al final, morías en esa batalla.

Mi corazón dio un brinco, y el aire en la habitación se volvió espeso, casi insoportable. La imagen de mi padre tan perturbado, tan afectado por lo que había soñado, me hizo sentir una creciente inquietud.

—¿Cómo... cómo puede ser eso? —pregunté, mi voz temblorosa al salir. El miedo, aunque lo había estado guardando para mí misma, comenzaba a salir a la superficie. El pensamiento de perderlo todo, de perderme a mí misma en una batalla, era algo que no había querido contemplar.

Mi padre respiró hondo, buscando las palabras con cuidado.

—Sé que es solo una pesadilla, pero no pude quitarme la sensación de que podría haber algo de verdad en ella. Mi instinto como padre me dice que debes tener cuidado, que esa batalla contra ese demonio será más grande de lo que imaginamos.

El silencio llenó la sala por unos segundos, mientras mi mente procesaba sus palabras. Había pasado tanto tiempo luchando, enfrentando demonios, misiones, y mis propios miedos internos, que pensar en la posibilidad de perder lo que más amaba se sentía como una amenaza inminente.

—No quiero perderte —dijo mi padre, con la voz más suave que había usado jamás. Sus ojos se llenaron de una vulnerabilidad que rara vez dejaba ver—. He perdido a Kyojuro, y la idea de perderte a ti también... es algo que no puedo soportar.

Sentí un nudo en la garganta al escuchar esas palabras, pero lo miré fijamente, decidiendo que debía ser fuerte, como él lo había sido siempre.

—No voy a morir. —Mi voz era firme, a pesar del miedo que aún me acechaba—. Lo prometo. Aunque sé que las batallas serán difíciles, no me rendiré. No lo haré.