A veces, me despertaba en medio de la noche, envuelta en sudor frío, sin entender del todo qué era lo que me había despertado. El eco de las batallas pasadas retumbaba en mi cabeza, como si no pudiera escapar de lo que había perdido. Pero, con cada amanecer, trataba de sacudir esas sombras y centrarme en lo que realmente importaba: la misión.
Los días se desdibujaban, una sucesión de entrenamientos, misiones y reflexiones. Aunque mi cuerpo estaba cada vez más fuerte, mi mente seguía atorada en el mismo punto. ¿Era suficiente? No podía evitar preguntarme si, de alguna manera, seguía siendo la hermana rota que había sido después de la muerte de Kyojuro.
"No importa cuán difícil sea el camino, nunca dejes de luchar."
Esas palabras seguían rondando en mi cabeza. Sabía que Kyojuro lo había dicho con todo su ser, con la pasión que lo caracterizaba, pero yo, por momentos, no sentía la fuerza para seguir adelante. Sin embargo, la misión no esperaba. El mal nunca dejaba de acechar.
Hoy, al igual que todos los días, había entrenado hasta el agotamiento. El sol ya se había puesto, y mis músculos dolían como si me hubieran partido en mil pedazos. Estaba sola en el patio trasero del cuartel, con la katana en mis manos, observando las huellas de mi esfuerzo en la tierra. Pero, en lugar de sentirme derrotada, sentí algo diferente. Una llama interna comenzaba a arder con más fuerza, algo que había estado ahí desde el principio, pero que hasta ahora no sabía cómo encender.
Era el legado de Kyojuro, sí, pero también era algo más: mi propio propósito. No podía quedarme estancada en la tristeza, no podía permitir que la pérdida me consumiera. Tenía que seguir luchando. Por él, por los demás, por mí misma.
Suspiré, desenvainando la katana con una rapidez que reflejaba mi determinación. Aún no era como Kyojuro. No podía compararme con él. Pero cada corte, cada movimiento, era un paso más hacia la aceptación de lo que debía hacer.
"Vamos, otra vez." Me susurré, concentrándome.
Mi respiración se volvió profunda y rítmica. Respiración de la llama. La sentí fluir en mi cuerpo, impulsándome hacia adelante. No era perfecta, pero me estaba acercando de algun modo tenia que dominarla a pesar de que mi tecnica de respiración fuera otra. El calor que surgía de cada movimiento no solo era físico. Era emocional, era una llama que se avivaba en lo más profundo de mi ser. La llama que Kyojuro había dejado encendida.
Al día siguiente, el sonido del viento me despertó temprano. El cielo aún estaba oscuro, pero la ciudad ya comenzaba a despertarse. Recogí mis cosas rápidamente y me dirigí a la zona de entrenamiento, cuando me encontré con Tanjiro en el camino.
—Ah, ¿estás entrenando otra vez? —me saludó con una sonrisa, su rostro aún con los vestigios de la fatiga, pero su energía era inconfundible. Siempre estaba lleno de voluntad.
Asentí sin mirarlo directamente. Mis manos se apretaron alrededor de la empuñadura de mi katana, el frío de la mañana penetrando en mis huesos.
—Siempre tengo algo más que aprender —respondí, mi voz sonando más firme de lo que me sentía realmente.
Tanjiro me observó por un largo momento, con una mirada que parecía entender más de lo que podía decir. Finalmente, dio un paso hacia mí.
—Lo que hiciste en la misión pasada... fue increíble. Kyojuro estaría muy orgulloso de ti —dijo, su voz suave pero llena de sinceridad.
Eso me hizo detenerme. No lo esperaba. Aunque a veces me sentía que no merecía ni siquiera ser mencionada en la misma frase que Kyojuro, las palabras de Tanjiro me hicieron sentir que, tal vez, estaba haciendo lo correcto.
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𝑳𝒂 𝒍𝒖𝒛 𝒒𝒖𝒆 𝒓𝒐𝒎𝒑𝒆 𝒍𝒂 𝒐𝒔𝒄𝒖𝒓𝒊𝒅𝒂𝒅 [𝑳𝑰𝑩𝑹𝑶 #1 - 𝑮𝑰𝒀𝑼]
De TodoUn joven frío y reservado, marcado por la pérdida de su familia y el sacrificio de su mejor amigo, vive aislado del mundo, incapaz de expresar sus emociones. Su vida cambia cuando conoce a una chica llena de carisma y belleza, quien lo recuerda de u...