𝑳𝒂 𝒍𝒖𝒛 𝒒𝒖𝒆 𝒓𝒐𝒎𝒑𝒆 𝒍𝒂 𝒐𝒔𝒄𝒖𝒓𝒊𝒅𝒂𝒅 [𝑳𝑰𝑩𝑹𝑶 #1 - 𝑮𝑰𝒀𝑼]

CAPITULO 86

El ritmo constante de su respiración me indicaba que Giyu ya estaba profundamente dormido. Sentía la calidez de su abrazo, su brazo rodeándome con firmeza y su cuerpo entrelazado con el mío. La tranquilidad que emanaba en ese momento contrastaba con el torbellino de pensamientos que ocupaba mi mente.

Cerré los ojos, intentando encontrar la misma paz que él, pero era imposible. La noticia del embarazo seguía siendo un peso que no sabía cómo manejar. Me mordí el labio inferior, reprimiendo el impulso de moverme para no despertarlo.

¿Qué debería hacer?

La idea de compartir esta noticia con Giyu me asustaba. No porque no confiara en él, sino porque sabía lo mucho que había sufrido. Había comenzado a sanar, a recuperar su fuerza y propósito, pero temía que la noticia pudiera traer de vuelta esos miedos y culpas que lo habían atormentado.

Él ya ha soportado demasiado.

Mis pensamientos se volvieron más oscuros al imaginar cómo reaccionaría. ¿Se culparía de nuevo por algo que está fuera de su control? ¿Dejaría que el temor por mí o por este hijo nublara su determinación de seguir siendo un Pilar? No podía permitir que eso pasara. No ahora que había comenzado a encontrar su camino nuevamente.

Decidí en ese momento que debía guardar el secreto, al menos por ahora. Era lo mejor para él, para nosotros. Me aseguraría de cuidar mi salud, de mantener todo bajo control sin preocuparlo.

Por el bien de Giyu, lo callaré.

Sentí una punzada de culpa al pensar en mantener algo tan importante en secreto, pero me convencí de que era lo correcto. Mi mirada se posó en su rostro dormido, tan sereno, como si estuviera en paz por primera vez en mucho tiempo.

—Por ti, haré esto —murmuré en voz baja, casi inaudible, mientras acariciaba suavemente su rostro.

Me acurruqué un poco más cerca, cerrando los ojos con la esperanza de encontrar algo de descanso. Mañana habría más decisiones que tomar, más batallas que enfrentar, pero esta vez, lo haría con la certeza de que estaba protegiendo lo que más amaba.

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La luz del amanecer se filtraba suavemente por las ventanas de la habitación, bañando todo con un cálido resplandor. Abrí los ojos lentamente, sintiendo el calor del cuerpo de Giyu a mi lado. Aún dormía, su expresión relajada y tranquila, una rareza que me hacía sonreír.

Me quedé un momento observándolo, grabando en mi memoria su rostro pacífico. Al parecer, anoche logró descansar después de tanto tiempo. No pude evitar acercarme un poco más, deslizando mis dedos suavemente por su cabello oscuro y despeinado.

Él comenzó a moverse, sus ojos entreabiertos encontrando los míos. Una leve sonrisa se formó en sus labios cuando me vio.

—Buenos días —murmuró con voz ronca, adormilada.

—Buenos días —respondí, apoyando mi frente contra la suya.

Su brazo se deslizó por mi cintura, atrayéndome más cerca mientras sus labios rozaban los míos en un beso lento, cargado de una ternura que hizo que mi corazón se derritiera. Ese momento era perfecto, un pequeño oasis de tranquilidad antes de enfrentar nuevamente las responsabilidades que nos aguardaban.

—¿Te quedarás un poco más? —preguntó, con un tono que casi parecía suplicante.

Negué con suavidad, acariciando su mejilla.

—Me encantaría, pero debo ir a preparar el entrenamiento para el siguiente grupo de cazadores. Prometí darles lo mejor de mí.

Suspiró, pero asintió.