CAPITULO 82

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Al ver que Giyu se quedó quieto por un momento, como si estuviera procesando las palabras de consuelo que le había ofrecido, Shinjuro hizo un leve gesto con la cabeza, como si le diera una dirección tácita. El viento que soplaba entre los árboles parecía más suave ahora, casi como si todo el entorno estuviera esperando que Giyu tomara la decisión correcta.

—Tomioka —dijo Shinjuro con una voz más suave, pero firme—. Ahora que te he dicho lo que pensaba, creo que lo que más necesitas es estar con ella. Ella te espera, y tú también la necesitas.

Giyu levantó la mirada, encontrando los ojos de Shinjuro llenos de una comprensión profunda. Las palabras de su suegro no eran una orden, sino un consejo, pero en ese momento, él sabía que tenía razón. Había estado huyendo de la cercanía, de la vulnerabilidad que su relación le traía, pero ahora no podía dejar de pensar en lo que realmente importaba: ella, su compañera, la persona que lo había apoyado incluso cuando él mismo no lo hacía.

—Tienes razón —respondió Giyu, su voz ahora más suave, pero llena de determinación—. Voy a verla.

Shinjuro asintió y le dio un leve empujón en el hombro, como un gesto de apoyo.

—Ve. No dejes que el orgullo o la duda te alejen más de ella. Todos pasamos por momentos difíciles, pero lo importante es enfrentarlos juntos.

Giyu no dijo nada más. Sin dudarlo, dio media vuelta y comenzó a caminar hacia la mansión. Su paso era firme, como si la decisión finalmente hubiera sido tomada. A medida que se acercaba al umbral, una parte de él sentía que, aunque todavía quedaba mucho por resolver, este era el primer paso para sanar.

Al llegar a la puerta, miró una vez más hacia atrás, donde Shinjuro permanecía de pie, observándolo. Luego, con un suspiro profundo, entró en la mansión decidido. Necesitaba verla, hablar con ella, y finalmente resolver las cosas que había dejado sin respuesta durante tanto tiempo.

Estaba acostada en mi habitación, todavía sintiéndome débil, pero el aire fresco que entraba por la ventana abierta aliviaba un poco mi malestar. Mi mente vagaba entre pensamientos de Giyu, de nuestras últimas palabras y de todo lo que había pasado. No podía evitar sentir un nudo en el pecho, una mezcla de tristeza y esperanza, cuando escuché pasos en el pasillo.

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La puerta se abrió lentamente, y ahí estaba él. Giyu, con su expresión siempre serena, pero esta vez sus ojos reflejaban algo más profundo: arrepentimiento. Por un momento, no supe qué decir, solo lo miré en silencio, tratando de descifrar si realmente estaba ahí o si era una ilusión provocada por mi fiebre.

—Giyu… —susurré, mi voz apenas audible.

Él entró, cerrando la puerta tras de sí con cuidado, y se acercó a la cama. Había algo en su mirada que hizo que mi corazón latiera con fuerza, como si el muro que había levantado entre nosotros comenzara a desmoronarse.

—Quería verte —dijo finalmente, su voz baja, casi temerosa—. No podía dejar las cosas como estaban.

Me incorporé un poco, ignorando el leve mareo que sentí, y lo miré a los ojos, esperando que continuara.

—Lamento cómo me comporté… cómo te traté. —Se pasó una mano por el cabello, un gesto de frustración consigo mismo—. Nunca quise herirte, pero me dejé consumir por mis propios miedos y culpas.

Su confesión me desarmó por completo. Lo observé, notando cómo la carga en sus hombros parecía más pesada que nunca.

—Giyu… —le dije, con suavidad—. Yo solo quiero que sepas que estoy aquí para ti, siempre. Lo que pasó… entiendo que necesitas tiempo para sanar, pero no tienes que hacerlo solo.

𝑳𝒂 𝒍𝒖𝒛 𝒒𝒖𝒆 𝒓𝒐𝒎𝒑𝒆 𝒍𝒂 𝒐𝒔𝒄𝒖𝒓𝒊𝒅𝒂𝒅 [𝑳𝑰𝑩𝑹𝑶 #1 - 𝑮𝑰𝒀𝑼]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora