CAPITULO 43

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El sol apenas comenzaba a teñir el cielo de tonos anaranjados cuando me encontraba en la entrada de la mansión de Giyu, ajustando mi uniforme. Las palabras de mi cuervo Kasugai resonaban en mi mente: una nueva misión, esta vez en un bosque remoto donde se reportaban desapariciones masivas. Aunque era mi deber como Pilar, la idea de partir no era fácil, especialmente después de los últimos momentos que habíamos compartido.

Giyu estaba parado a unos pasos de mí, con los brazos cruzados y una expresión que solo alguien que lo conocía bien podría leer: preocupación.

—¿Estás segura de que puedes manejar esto sola? —preguntó, rompiendo el silencio.

—No estaré sola, habrá otros cazadores en la zona —respondí, ajustando mi katana en mi cinturón. Luego lo miré directamente—. Además, sabes que puedo manejarme.

Giyu desvió la mirada, como si mis palabras no fueran suficientes para tranquilizarlo. Caminó hacia mí, su semblante más serio que de costumbre.

—Sé que eres fuerte —dijo finalmente—. Pero eso no significa que no me preocupe por ti.

Sentí un nudo en la garganta al escuchar eso. Giyu no era alguien que expresara fácilmente sus emociones, y cada vez que lo hacía, me hacía querer quedarme aún más. Me acerqué a él, colocando una mano sobre su brazo.

—Volveré —dije con firmeza—. Siempre vuelvo.

Giyu asintió lentamente, aunque su expresión seguía siendo sombría. Me envolvió en un abrazo repentino, apretándome contra él como si temiera que pudiera desvanecerme en cualquier momento.

—No seas imprudente —murmuró, su voz apenas audible.

—Nunca lo soy —respondí con una sonrisa leve, aunque ambos sabíamos que mi determinación a veces superaba mi sentido común.

Cuando finalmente me alejé de él, Giyu permaneció en el umbral de la puerta, observándome con esa intensidad que siempre parecía atravesarme.

—Cuídate —dijo, su voz firme pero cargada de emociones que no podía expresar del todo.

—Tú también —respondí, dándole una última mirada antes de partir.

Mientras caminaba por el sendero que conducía al camino principal, sentí su mirada sobre mí hasta que desaparecí entre los árboles. Aunque sabía que era mi deber, dejarlo atrás nunca era fácil.

"Debo volver. Por él. Por todos los que confían en mí," pensé mientras ajustaba mi postura y me dirigía hacia el punto de encuentro para la misión.

El viaje sería peligroso, pero la promesa de regresar a su lado me daría la fuerza para seguir adelante.

El bosque estaba envuelto en un silencio inquietante, roto solo por el crujido de mis pasos sobre las hojas secas. La misión indicaba desapariciones frecuentes en la región, y aunque no era raro que un demonio estuviera detrás de estos eventos, algo en el aire se sentía diferente. Había una opresión, como si la misma naturaleza contuviera la respiración en espera de algo terrible.

Empuñaba mi katana con firmeza mientras caminaba, mis sentidos alerta ante cualquier señal de movimiento. El sol ya había caído, dejando que la tenue luz de la luna se filtrara entre las copas de los árboles, proyectando sombras alargadas y engañosas.

Avancé con cautela, inspeccionando los alrededores en busca de pistas: restos de ropa, sangre o cualquier cosa que confirmara la presencia de un demonio. Sin embargo, todo parecía sorprendentemente limpio.

"Demasiado limpio," pensé, deteniéndome por un momento. "Esto no es normal. Sea quien sea este demonio, es metódico."

Fue entonces cuando lo sentí. Una presencia abrumadora que hizo que cada fibra de mi ser se tensara. Un escalofrío recorrió mi espalda mientras giraba lentamente, tratando de localizar el origen de esa energía maligna.

—Vaya, vaya... ¿Qué tenemos aquí? —Una voz masculina resonó desde las sombras, profunda y teñida de una arrogancia inquietante.

De entre los árboles emergió una figura alta y poderosa, con un porte que irradiaba peligro. Su piel era pálida como la luna, y sus ojos brillaban con un tono dorado y azul, llenos de una confianza desbordante. Pero lo que más llamó mi atención fue el intrincado diseño de líneas oscuras que recorría su cuerpo como tatuajes vivientes.

—¿Una Pilar, eh? —continuó el demonio, dando un paso más cerca, su tono burlón—. Qué inesperado encuentro.

Me coloqué en posición defensiva, sintiendo el latir de mi corazón acelerar. "No puedo subestimarlo," pensé. "Este no es un demonio ordinario."

-¿Quién eres? -pregunté con firmeza, intentando mantener mi voz estable a pesar del nudo en mi estómago.

El demonio sonrió, mostrando unos dientes perfectos y aterradoramente blancos. —Akaza, Tercera Luna Superior.

El nombre golpeó mi mente como un rayo. Akaza... el nombre que Tanjiro había mencionado con tanta amargura, el nombre del demonio que había matado a mi Kyojuro. Mi cuerpo se tensó automáticamente, pero no fue hasta que lo observé detenidamente que todo encajó.

Los recuerdos de esa fatídica noche volvieron a mí como un torrente. Las palabras de Kyojuro, su sonrisa llena de determinación y la forma en que luchó hasta su último aliento para proteger a todos los demás. Este era el demonio que le había arrebatado la vida.

—¿Estás asustada? —preguntó Akaza, inclinando ligeramente la cabeza, como si disfrutara mi reacción.

Mi agarre en la katana se endureció. —No. Estoy furiosa.

El demonio rió, un sonido profundo que resonó como un eco en el bosque. —Entonces, enséñame lo que puedes hacer, Pilar. Aunque no creo que seas rival para mí

No esperé más. Me lancé hacia él con la velocidad y la precisión que me caracterizaban, mi katana trazando un arco incandescente mientras activaba la primera postura de la Respiración de la Llama: "Mar de Fuego Ascendente."

Akaza apenas se movió, desviando mi ataque con un solo brazo como si fuera un juego. Su fuerza era abrumadora, y la sonrisa arrogante en su rostro solo alimentaba mi frustración.

—Impresionante... para una humana —comentó, lanzando un contraataque que apenas logré esquivar, sintiendo el aire cortante pasar junto a mí.

Me reposicioné rápidamente, saltando hacia atrás y recuperando mi equilibrio. "No puedo dejar que me intimide," pensé. "Si Kyojuro pudo enfrentarlo, yo también puedo."

—Tienes esa misma mirada —dijo Akaza de repente, deteniéndose por un momento—. Esa mirada de determinación, de alguien que no sabe rendirse. La misma mirada que tenía... ¿cómo se llamaba? Ah, sí, el Pilar de la Llama.

El solo escuchar esas palabras encendió algo en mí. Grité, activando otra postura, mi katana ardiente iluminando la oscuridad del bosque: "Arco Solar Purificador." Esta vez, mi ataque fue más rápido, más preciso, buscando cualquier oportunidad para alcanzar su cuello.

Sin embargo, Akaza no era un rival fácil. Se movía con una gracia aterradora, esquivando mis golpes como si estuviera bailando.

—Eres talentosa —dijo, con un tono que casi parecía genuino—. Pero sigues siendo humana. Y eso significa que perderás.

No respondí, concentrándome en cada movimiento. Sabía que no podía permitirme cometer errores. Cada ataque debía ser calculado, cada postura ejecutada con perfección.

"Kyojuro, dame fuerza," pensé, mientras mis golpes ardían con más intensidad.

La pelea se extendió por lo que parecieron horas, aunque sabía que solo habían pasado minutos. Mis músculos ardían, y mi respiración se volvía más pesada, pero no podía rendirme. Akaza era un monstruo, pero yo era una Pilar, y tenía una promesa que cumplir: proteger a los demás, como Kyojuro lo había hecho por mí.

Aunque el miedo y la furia se mezclaban dentro de mí, algo estaba claro: no me detendría hasta que este demonio cayera. "No importa cuánto cueste, su tiempo llegará a su fin."

𝑳𝒂 𝒍𝒖𝒛 𝒒𝒖𝒆 𝒓𝒐𝒎𝒑𝒆 𝒍𝒂 𝒐𝒔𝒄𝒖𝒓𝒊𝒅𝒂𝒅 [𝑳𝑰𝑩𝑹𝑶 #1 - 𝑮𝑰𝒀𝑼]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora