CAPITULO 34

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La noche pasó de manera inquietante. A pesar de haber logrado mantenerme en silencio y fuera del radar de las mujeres de la casa, la carta de Giyu seguía pesando en mi mente. Su preocupación por mí era palpable, y aunque me tranquilizaba saber que él estaba ahí, también sentía un vacío profundo en mi pecho por no poder regresar a su lado. Sabía que tenía que continuar con la misión, pero la tensión en el aire de la casa Ogimoto me hacía sentir como si estuviera caminando sobre un filo, donde cualquier movimiento en falso podría ser fatal.

Al día siguiente, me encontraba realizando tareas cotidianas en la mansión, como siempre, fingiendo que todo estaba bien mientras mi mente seguía centrada en lo que había descubierto la noche anterior. La carta de Makio había dejado muchas preguntas sin respuesta. Había algo detrás de su desaparición que no entendía, y tenía la sensación de que estaba más cerca de descubrirlo. Pero también, algo más comenzaba a inquietarme, algo que no tenía que ver con Makio, sino con la propia atmósfera de la casa.

Era una tarde calma cuando me encontré con Inosuke. Estaba caminando por los pasillos, con su temperamento habitual, pero su expresión mostraba una incomodidad que no era común en él. Lo seguí a distancia, observando cómo se desplazaba por la mansión, mirando de un lado a otro con el mismo aire de alerta que había tenido durante todas nuestras batallas.

Finalmente, no pude evitarlo más. Me acerqué a él.

—Inoko —dije en voz baja, asegurándome de que nadie nos estuviera escuchando-, ¿estás bien? Pareces... tenso.

Él me miró con los ojos brillando con una intensidad feroz, como si estuviera a punto de saltar a la defensiva. Pero, al ver mi rostro, la tensión en su cuerpo pareció aflojarse un poco.

—Es esta casa... -dijo en voz baja, como si no quisiera que nadie más lo escuchara.— Algo no está bien aquí. He estado dando vueltas y hay algo raro en el aire, una sensación... como si estuviéramos atrapados en una telaraña.

Su declaración me hizo fruncir el ceño. Inosuke no era un hombre que se dejara influir por tonterías, y si él estaba hablando de "sensaciones extrañas", eso significaba que algo realmente andaba mal.

—¿Qué tipo de sensación? —pregunté, acercándome un poco más. Me encontraba intrigada, pero también un tanto preocupada por lo que pudiera estar sugiriendo.

Inosuke miró alrededor, asegurándose de que nadie estuviera cerca antes de continuar.

—No es solo la casa... Es la gente también. Cada vez que escucho a las mujeres murmurando, siento que están ocultando algo. Hay una tensión, una presión que está en todas partes. Como si estuvieran esperando algo. No sé... es como si todo fuera falso aquí. No puedo explicarlo bien, pero no me siento... cómodo.

Mis instintos comenzaron a alertarme. Inosuke tenía razón. Algo en esta casa no estaba bien, y no se trataba solo de las desapariciones de las esposas de Uzui. Había una opresión en el aire, algo oscuro que acechaba entre las paredes, algo que nadie parecía querer ver, pero que todos sentían, sabía que mis instintos como pilar no fallaban.

—¿Tú también lo sientes? —dije, casi en un susurro, más para mí misma que para él.

Inosuke asintió con la cabeza.

—Sí. Es como si estuviera... respirando. Este lugar... no es seguro.

A pesar de su actitud ruda, la seriedad con la que hablaba me hizo comprender que no estaba exagerando. De alguna manera, las sensaciones que Inosuke describía coincidían con las que había experimentado en las últimas horas. A pesar de la belleza que la casa de Ogimoto intentaba proyectar, su interior parecía estar corrompido de alguna manera. Los ecos del pasado, los secretos que se tejían en sus pasillos, y la tensión palpable entre las mujeres de la casa... todo eso me hacía sentir como si cada rincón estuviera cubierto por una capa de sombras invisibles.

𝑳𝒂 𝒍𝒖𝒛 𝒒𝒖𝒆 𝒓𝒐𝒎𝒑𝒆 𝒍𝒂 𝒐𝒔𝒄𝒖𝒓𝒊𝒅𝒂𝒅 [𝑳𝑰𝑩𝑹𝑶 #1 - 𝑮𝑰𝒀𝑼]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora