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CINCO AÑOS ANTES...

Dexter le dio vueltas al lápiz que tenía entre los dedos. Observó con atención como la lluvia caía, formando charcos en el pavimento. Desde donde estaba, podía ver toda la calle con claridad. Siempre le había gustado estar en ese estudio, siempre.

Aunque solo lo usaba por cuestiones de negocios, debía de admitir que se sentía cómodo en el lugar, prácticamente el negocio de vender drogas venía incluido con esa casa, había sido su legado, primero su abuelo lo había utilizado, después su padre y actualmente él.

No recordaba cómo lo habían adquirido, pero siempre había escuchado a su abuelo comentar que ese estudio forjaba a los hombres. Era en donde el que tenía el mando, donde podía ser llamado jefe.

Y era bastante curioso, porque él apenas tenía veinte años, y dirigía a personas que le duplicaban la edad. Se sentía extraño en ciertas ocasiones, pero eso nunca lo había hecho flaquear, o intimidarse, al contrario, lo hacía sentir bien, saber que a su corta edad lideraba un gran grupo.

Había terminado la escuela recientemente, era irónico, pero hasta hace unos meses, él era un chico normal y corriente, uno más del montón. Así siempre habían sido las cosas en la familia, ni el público ni mucho menos la policía sabía a lo que se dedicaban realmente.

Nadie sabía que tenían el control del negocio de las drogas, nadie sabía la presión que podían llegar a ejercer sobre otros, nadie sabía sobre sus contactos en el extranjero, y siempre habían atribuido su fortuna a los negocios de su abuelo.

En cierta parte, eso era cierto. Su abuelo manejaba una de las empresas tabacaleras más exitosas del país, y siempre habían estado al día con los impuestos, y con las reglas.

Era extraño, pero todos los hombres repetían el mismo patrón, en la familia no había una mujer, nunca. No era una regla establecida, pero sí una realidad que los afectaba a todos, generación por generación. Su abuela había abandonado a su abuelo, y actualmente vivía con un hombre diez años menor que ella, su madre también los había abandonado, y se había casado con otro hombre, pero fue una lástima que hubiera tenido un accidente automovilístico, quitándole la vida.

Muchas desgracias habían ocurrido en su familia. Tan solo unos pocos meses atrás, su padre había sido condenado a prisión, por tantos años que ni siquiera podía mencionarlos, por haber asesinado a su abuelo.

Fue una gran conmoción, y la prensa pasó semanas hablando del hecho. Había sido algo horrible para todos, pero en cierto sentido, a él lo liberaba, su abuelo era todo menos un buen hombre, al contrario, cada vez que estaba en su presencia se sentía como si fuera una basura, como si no fuera digno de ser su nieto.

Muchas veces su abuelo le había dicho que tanto él como su padre eran buenos para nada, y que no sabían hacer las cosas bien, su abuelo tenía una forma de pensar bastante radical, era cruel, algunas veces se había preguntado en qué momento de su vida había perdido su humanidad, pero esa respuesta la sabía. El abuelo perdió su parte humana cuando la abuela decidió abandonarlo.

Dexter respiró hondo. Había sido una tragedia, aún podía recordar las imágenes del asesinato, ver a su abuelo, con dos balas en el pecho, yaciendo cubierto de sangre en el piso había sido difícil, pero ver que el que sostenía la pistola era su padre, había sido un duro golpe.

Ahora él tenía dos cosas que atender. El negocio legal de la familia y el negocio ilícito de las drogas.

Si algo le había enseñado su abuelo era dos cosas, nunca olvidar ni a quien le haces favores, ni a quien le debes un favor. Y le debía un favor a David Olivera.

VOLVERÉ.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora