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Él asintió, dio dos pasos y apoyó su mano en la meseta. Respiró forzado y cerró los ojos. — ¿Estás bien? —preguntó Roger, sosteniéndolo.

Camila caminó hasta él, y tocó su frente. —Está ardiendo. Tenemos que llevarlo al hospital —dijo preocupada.

Dexter negó. —Solo es un resfriado, necesito descansar.

—Entendido —dijo Roger, tomando su brazo, pasándolo por su cuello, y luego abrasando su cintura—. Vas a descansar, hermano.

La decoradora salió de su escondite. —Sé de un té que lo puede ayudar —dijo encogiéndose de hombros.

Ambas terminaron de ajustar algunos detalles, quedaron de juntarse en otra parte que no fuera la casa, ahora que Dexter estaba fuera de combate, era obvio que no podría seguir haciendo ahí sus reuniones.

Roger entró a la cocina. — Ahora que Dexter está aquí, supongo que el que debe trabajar soy yo —dijo dándole un beso en la frente y saliendo de la casa.

Camila respiró hondo. Tenía pastillas para el resfriado y un extraño té que la decoradora le había preparado. Entró en la habitación, y sintió tristeza al verlo acostado, arropado hasta el cuello, temblando de frío.

Él al verla, se acomodó un poco en la cama, sus ojos estaban rojos, y parecía muy cansado. Camila dejó el té en la mesita de noche y se sentó en la cama. — ¿Encestas que haga algo por ti? —Preguntó, acariciando su pelo.

Él tomó su mano y llevó a sus labios. —No me dejes solo.

Eso la conmovió. —No lo haré, mi amor.

Tardó al menos cinco minutos, convenciéndolo para que tomara el extraño té y las pastillas, no era nada colaborativo cuando se trataba de medicamentos.

Camila se sentó en la cama y sonrió al verlo apoyar su cabeza en sus piernas y abrazar su cintura. Ella instintivamente acarició su pelo. —Vas a estar bien —le dijo tiernamente.

Solo se despegó de Dexter las veces necesarias para comer, estirar las piernas o ir al baño. Él se había quedado arropado en la cama todo el día, y ella había estado encantada de estar a su lado. Era tierno cuidarlo.

Después de unas horas, sintió que la puerta se abría, abrió lentamente los ojos y se sorprendió al notar que había anochecido. Roger entró a la habitación, se quitó la chaqueta y la tiró en el sofá de la esquina. — ¿Cómo sigue? —Preguntó.

Camila miró a Dexter, el cual se había quedado dormido, con la cabeza en sus piernas. Ella acarició su cabello. —Ya no tiene fiebre —dijo.

—Bien —dijo Roger, tomando el control remoto y encendiendo la tv. Camila no evitó sonreír, al verlo meterse en la esquina de la cama, y acomodarse.

La cama de Dexter era gigantesca, así que los tres cabían perfectamente. Le encantaba la forma en que los tres podían estar unidos, ellos eran como su familia.

De más estaba decir, que tener a Dexter en casa todo el día, solo sirvió para retrasar los preparativos, de igual forma, eso no le impidió seguir con el itinerario, solo que había cambiado de lugar.

Solía salir con Roger, sabía que Dexter debía de estar celoso, pero le había dado la excusa de que necesitaba ir de compras o algo así, y dado que él estaba enfermo, y no podía salir de casa, no tenía más remedio que gruñir y asentir.

Se las arregló el diez de marzo para escabullirse en su habitación. Él aún no se había despertado, así que trepó encima de su cuerpo y le dio un beso en la mejilla. Él abrió los ojos, y sonrió, lo próximo que sintió fue que la inmovilizaba debajo de su cuerpo.

VOLVERÉ.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora