4.

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No estaban en la ciudad, o al menos no en el centro de ella. Todo estaba oscuro, excepto por las luces provenientes de adentro de la casa. —Vamos —indicó él con la cabeza, caminando delante de ella.

Camila apretó con fuerza el tiro del bolso que llevaba consigo. No sabía de qué se trataba esto, pero lo iba a descubrir.

Ella se sorprendió al ver el lugar en el que estaba, se detuvo unos segundos para observarlo todo, pero escuchó que alguien tosía, observó al frente y vio al extraño con cara de pocos amigos, parado en el pasillo.

Camila caminó hasta él. — ¿Qué pasa ahora? —Preguntó mirándolo.

Deseaba que le respondiera, mientras más pronto lo supiera, mejor iba ser para ella. Pero él solo caminó por el pasillo, y abrió la puerta de una habitación.

Ella respiró hondo y entró al lugar. Miró todo a su alrededor, era una bonita habitación, había una gran ventana al final, y una linda cama, la habitación era totalmente neutral. — Este es el baño —le indicó él, abriendo la puerta del mismo. Camila asintió y dio algunos pasos atrás.

—Y este es el closet —dijo él, abriendo las puertas—. Humm. Creo que la ropa que conseguí para ti no te quedará.

Ella tragó en seco al ver toda la ropa de diferentes colores que colgaban en el closet, incluyendo zapatos, cinturones y bolsos. Eso la hizo apretar los puños, era algo que hacía cuando estaba nerviosa. Y en ese momento estaba terrada.

— ¿Quieres que sea tu puta o algo así? —Preguntó directamente.

Él se giró, y ella pudo ver el horror cruzar por su mirada. — ¿Mi qué? —Preguntó acercándosele—. Por supuesto que no, solo estoy tratando...

—De ayudarme —intervino ella retrocediendo—. Eso ya lo dijiste.

Dexter respiró hondo. —Solo estoy tratando de que todo esto te agrade.

Ella asintió. — ¿Puedes dejarme sola un momento? —Preguntó y sintió el vello de la nuca erizarse cuando lo vio dudar—. Por favor —concluyó, mirándolo a los ojos.

— ¿Tienes hambre? Si quieres, podemos...

—No —lo interrumpió ella.

Cuando él se fue, Camila sintió que podría vomitar en cualquier momento. Miró al piso y posó sus manos en sus rodillas. Sentía que perdía el aire. ¿De qué se trataba todo eso? ¿Qué pasaría después? ¿Qué le harían?

Abrió nuevamente el closet, solo que en vez de admirar la ropa se puso a buscar algo, cualquier cosa que le dejara saber qué estaba pasando, una pista, porque no creía nada de lo que ese hombre decía.

Sus manos temblaban, buscó en las gavetas, también debajo de la cama, detrás de las cortinas. En todos los lugares, pero no había rastro de nada malo. Miró por la ventana, estaba lejos de todo, solo podía ver árboles y más árboles.

Después de unas horas, tomó un baño y buscó un conjunto para dormir. Se sentó en la cama y miró hacia la puerta. ¿Qué había afuera?

Se asustó al escuchar que tocaban la puerta. — ¿Camila? —Preguntó el hombre del otro lado. Pero ella no quiso abrir, es más, estaba asustada. —Camila, no te voy a hacer daño —dijo él, lentamente.

Ella se abrasó a sí misma y se quedó unos segundos mirando al frente. No quería que nada le pasara, estaba cansada de que le sucedieran cosas malas. Respiró hondo y se sobresaltó cuando vio que él abría la puerta. Tenía la llave en sus manos. —Camila —susurró—. No hagas esto. Aquí estás a salvo.

Y ella quería creerle. Desesperadamente quería pensar que lo que él le decía era verdad, que todo estaría bien, que finalmente había llegado a un lado en donde podía encajar, en donde podía estar tranquila, en donde podía ser ella misma.

Pero ya sabía el final de las historias, ya se sabía el punto final del cuento. Sabía que la verdad era que no pasaría nada bueno. Era una fanática de la ley de Murphy. Si había una posibilidad de que algo saliera mal, saldría mal.

Toda su vida había salido mal. Desde que su padre fue asesinado todo había estado mal, y ella no sabía cómo controlarlo. Ciertamente no podía controlar el futuro. No podía evitar que las cosas malas le pasaran.

Cerró los ojos y respiró hondo. Asintió, porque sinceramente no quería llevarle nuevamente la contraria, ya estaba acostumbrada al mismo teatro, y el cliché de "Confía en mí, todo saldrá bien"

—Está bien —aceptó finalmente con una sonrisa que no llegó a sus ojos. Solo quería que él le dijera de una maldita vez lo que pasaría con ella. Si era un proxeneta, si la iba a vender o lo que sea que él fuera.

Se recostó en la cama y trató de dormir, pero no fue sino muy entrada la madrugada cuando el sueño la venció. Al abrir los ojos notó que era pasada las diez de la mañana, eso era extraño, hacía mucho tiempo no se sentía tan cómoda al dormir, no recordaba la última vez que se había levantado tarde.

Y suponía que debía ser normal, en ningún lugar en el que había vivido había sido seguro. En cualquier momento podía llegar la policía, o había una pelea, disparos o algo así.

Se asió y se paró frente a la puerta. Quería salir, pero al mismo tiempo quería permanecer encerrada. Cerró los ojos y se armó de valor. Atravesó el pasillo y llegó hasta la sala de la casa, aparentemente no había nadie cerca.

Siguió caminando y salió hasta la terraza, notó que había un pequeño comedor, en el cual estaba el chico de la noche anterior y otro chico, además de él. —Camila —susurró el chico que había conocido la noche interior. Se paró del asiento y llegó hasta ella.

Tenía una linda sonrisa, debía reconocerlo, la hacía querer confiar en él, así que le sonrió de vuelta. Él puso su mano en su espalda mientras caminaba a su lado hasta la mesa. —Este es Roger, es como mi hermano.

Roger se paró del asiento y le ofreció la mano. —Es un gusto tenerte aquí, Camila —dijo antes de volver a sentarse.

Ella desayunó en silencio. Sentía la mirada de ambos hombres sobre ella, como si fuerana halcones detrás de su presa. Específicamente la mirada de Roger la hacía sentir algo incomoda, él tenía la apariencia de ser algo peligroso, sus ojos eran negros, su mirada le acordaba a la de un animal salvaje, tratando de atrapar a su víctima.

Por un instante sus manos temblaron, así que las puso debajo de la mesa. A diferencia de Roger, su amigo parecía ser más relajado, desayunaba tranquilamente y rara vez la miraba, él parecía concentrado en lo que veía en su celular. No la estaba analizando, ni taladrándola con la mirada.

Camila fue a tomar una taza de café, pero con un torpe movimiento, solo logró derramarlo en la mesa. —Lo siento —dijo rápidamente, tratando de pararse para arreglar el desastre, pero el que se llamaba Dexter, apretó fuerte su mano, obligándola a sentarse nuevamente.

—Está bien, Camila —dijo mirándola —. No pasa nada.

—Yo... —dijo ella, sentándose nuevamente. Su corazón se había acelerado. No podía seguir como estaba. Sus ojos se llenaron de lágrimas. Quería irse de ahí, no confiaba en ellos, y no podía seguir fingiendo que todo estaría bien.

Dexter acarició su mejilla, deteniendo la lágrima que se había resbalado por su mejilla. Su mirada se relajó, él respiró hondo—. ¿Por qué no me dices la verdadera razón por la que estoy aquí? — preguntó sintiendo que su corazón se contraía—. Si me quieres usar como puta.... Solo...

Roger expulsó de golpe el café que bebía. —Oh, por Dios —dijo tosiendo.

Dexter continuó con su mano encima de la de ella. Negó lentamente. —Sé que no me cree, pero esto es tan simple como se ve. Quiero mantenerte a salvo, considérame lo que quieras, un loco o tu ángel guardián.

***************

Nada nunca es tan simple como se ve, Dexter.

Continuará...

PD: El chico del gif es Roger.

VOLVERÉ.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora