5.

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—Está bien, Camila —dijo mirándola —. No pasa nada.

—Yo... —dijo ella, sentándose nuevamente. Su corazón se había acelerado. No podía seguir como estaba. Sus ojos se llenaron de lágrimas. Quería irse de ahí, no confiaba en ellos, y no podía seguir fingiendo que todo estaría bien.

Dexter acarició su mejilla, deteniendo la lágrima que se había resbalado por su mejilla. Su mirada se relajó, él respiró hondo—. ¿Por qué no me dices la verdadera razón por la que estoy aquí? — preguntó sintiendo que su corazón se contraía—. Si me quieres usar como puta.... Solo...

Roger expulsó de golpe el café que bebía. —Oh, por Dios —dijo tosiendo.

Dexter continuó con su mano encima de la de ella. Negó lentamente. —Sé que no me creer, pero esto es tan simple como se ve. Quiero mantenerte a salvo, considérame lo que quieras, un loco o tu ángel guardián.

—Dile que tienes novia —intervino Roger.

Dexter asintió. —Sí, tengo novia —afirmó mirándola—. Así que... Solo relájate. ¿Quieres ver el resto de la casa?

Camila se paró del asiento y caminó con él en silencio. Él le mostraba el lugar, tenía que confesar que la casa era hermosa, contaba con siete habitaciones, la cocina era inmensa, al igual que la sala de estar, salieron a la parte trasera, en la cual había una piscina.

Se podía apreciar el gran campo verde, todo era tan lindo, tan tranquilo. — ¿A qué te dedicas? —Preguntó curiosa.

Él le brindó una sonrisa, y se rascó la nuca. —Tabaco —respondió simplemente—. Mi familia tiene una empresa tabacalera. ¿Te gustaría probar uno? —Preguntó mirándola, y al ver que ella negaba rápidamente, agregó. —Es broma, por supuesto que no te ofrecería uno.

Ella sonrió. — ¿Cómo se llaman los cigarros?

—Gilleos —respondió él, saliendo al área de la piscina.

Ella abrió los ojos como platos. Por supuesto que sabía cuáles eran los cigarros, todo el mundo lo sabía. Pero nunca llegó a imaginar que él tuviera algo que ver con eso.

—El nombre viene del apellido de la familia. Es Gil, así que supongo que Gilleos fue un nombre acertado.

—Cierto —concordó Camila con una sonrisa.

Él puso una mano en su hombro. —Mírame —le exigió—. ¿Estás más tranquila? —Preguntó, y ella casi se perdía en sus lindos ojos grises, él tenía algo que hacía que se calmara. Algo que le decía que era confiable. No era una atracción directamente sexual, porque él no la miraba con ojos de amor, la miraba más bien como un animalito herido o una pequeña chica en apuros.

—Gracias, Dexter —dijo sinceramente—. Prometo no quedarme mucho tiempo... Yo...

—No quiero que te vayas de aquí. Quiero que entres a esta pequeña familia, eso me haría feliz.

Ella estuvo a punto de decir algo, pero sus palabras quedaron atoradas en alguna parte de su cuerpo al escuchar el sonido de unos zapatos de tacón resonando en la casa. Dexter desvió la mirada y ella pudo apreciar como sus ojos empezaron a brillar de una manera hermosa. Él sonrió, y la soltó. —Y aquí viene mi bella novia, Emilie.

Camila observó a la chica que caminaba como una supermodelo por la casa, llevaba un vestido negro, y por encima una chaqueta larga crema. Era alta, su pelo era negro y largo, lleno de vueltas, parecía como si tuviera vida propia, sus ojos eran negros, tenía una linda sonrisa, a decir verdad todo en ella era perfecto.

VOLVERÉ.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora