15.

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Dexter miró por la ventana. Quería volver a tener la capacidad de llorar. Necesitaba poder hacerlo, pero entonces ¿Eso de qué serviría? No traería a Emilie de vuelta.

Recordaba la noche en que su vida cambió para siempre, él y Roger estaban de camino a casa, habían compartido a dos gemelas de la escuela. Su amigo le contaba cuál sería su próximo movimiento, y eso hizo que él soltara una carcajada, Roger no era hombre de una sola mujer, eso lo había entendido desde que eran unos niños.

Él era diferente a Roger, era más discreto y reservado, no se acostaba con todas las chicas, porque eso significaba tener problemas en todos los lados, y su padre siempre le había ordenado que se mantuviera en bajo perfil.

No novias, no embarazos, no problemas y eso le daría acceso a dinero ilimitado, y siendo sincero, él prefería el dinero antes que a las chicas.

Además, sabía lo que las relaciones causaban, solo tristeza, decepción y muerte. Cuando su madre vivía con ellos, había visto la infelicidad en su mirada, ella le daba amor, y lo trataba bien, pero siempre sus ojos estaban tristes, cada noche escuchaba gritos, su padre no la golpeaba, pero sí discutían todo el tiempo, y al final su madre terminaba llorando.

Sin embargo, cuando salían a actividades sociales, todos fingían ser la familia perfecta, su madre se dejaba envolver por los brazos de su padre, y su abuelo fingía estar orgulloso de su hijo, él tenía que dejar una sonrisa en su cara toda la maldita noche.

Su madre había amenazado con irse varias veces, eso había hecho entrar en pánico a Charles, el cual reforzó la seguridad de la casa. La noche en que se escapó, ella entró en su habitación, y se quedó parada, con su cabeza recostada de la puerta. Sus lágrimas eran visibles.

— ¿Por qué lloras, mamá? —Había preguntado él, sentándose en la cama.

Pero ella no habló, solo lo miró con tristeza, sonrió nerviosamente y negó. Avanzó hasta él y se metió en la cama a su lado, lo abrasó con fuerza y besó su pelo.

— ¿Qué pasa? —Había preguntado preocupado.

—Eres lo mejor de todo este caos —Había dicho ella, acariciando su mejilla—. Hazme un favor y no te conviertas en alguien como tu padre.

Ella lo había abrasado, y él se sintió feliz al sentir que su relación se había de alguna forma estrechado. Al despertar, se enteró de que su madre se había escapado.

Sonrió a su pesar, si ella lo pudiera ver en esos momentos. Él era como su padre, no le había podido cumplir.

Cuando entró a la casa junto a Roger, observó que todo estaba tranquilo. No hizo ruido, su padre debía de estar borracho en alguna parte, como lo hacía normalmente algunas noches por semana.

Pero lo que presenció lo dejó totalmente perplejo. Su abuelo estaba en el suelo, en medio de un charco de sangre. Su padre sostenía la pistola en su mano, ni siquiera temblaba, en sus ojos no había arrepentimiento, sino cansancio, es más, parecía aliviado.

—Llama a la policía, Roger.

Su padre ni siquiera se había dirigido a él, no lo miró, solo caminó por encima del cuerpo sin vida de su abuelo, y fue a la mesa licorera, se sirvió un trago de whisky y respiró hondo, cerró los ojos unos segundos y luego lo observó. Se encogió de hombros como si buscara las palabras para excusarse por lo que había hecho, pero nada salió de su boca.

Roger regresó con el teléfono en la mano, empezó a hacer llamadas, y siguió las instrucciones de su padre. Él parecía ser su hijo. —Cuida de Dexter —le dijo a Roger, poniendo una mano en su hombro.

Cuando los policías lo esposaron y lo sacaron de la casa, Charles miró hacia atrás, Dexter tenía los ojos aguados. —Papá... —susurró tristemente. Pero él solo dejó de mirarlo.

Ahora él estaba esperando por ver a su padre en una cárcel de máxima seguridad. Le habían concedido algunas visitas, esa era la primera que le hacía desde que lo habían encerrado, cinco años atrás.

Seguro estaría enojado, él había pedido claramente que nunca lo fuera a visitar, Roger se lo había comunicado, ya que él sí venía a verlo. No entendía por qué su padre se esforzaba en alejarlo, él era su padre, en algún momento tendrían que hablar.

Él estaba con ambas manos en su cabeza, dando vueltas, eso era una señal de nerviosismo, pero ¿Cómo no estar nerviosos? No había visto a su padre en cinco años. Respiró hondo, cuando escuchó que una puerta se abría.

.....

Continuará...

VOLVERÉ.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora