20.

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Camila se encogió de hombros. —Solo no te vayas —dijo él, lentamente.

—Está bien —aceptó finalmente, bajando las escaleras, pero en vez de dirigirse a la fiesta, caminó hacia el jardín. — ¿No volverás a la fiesta? —Preguntó él, detrás de ella.

—Prefiero no hacerlo —respondió, alejándose de él.

Una cosa era quedarse en casa, otra muy distinta era estar en esa fiesta incomoda, llena de personas extrañas con las que no quería estar.

Salió de la casa, y se encontró con Ronald, era extraño, pero él parecía estar en todas partes. Estaba parado recostado del auto, parecía aburrido. Ella caminó hacia él y se subió al capó del auto.

—Es una bonita noche ¿Verdad? —preguntó ella, mirando hacia el interior de la casa, desde donde estaba se podía escuchar la música y ver la fiesta.

Ronald sonrió. — ¿Por qué no la estás disfrutando? —Preguntó curioso.

Ella se encogió de hombros. —Las fiestas no son lo mío —respondió sinceramente.

—Eso debería decir yo, pero tú eres muy joven, Camila. Las fiestas deberían ser lo tuyo.

Eso la hizo sonreír. Ciertamente solo era joven en número, todos la veían como una chica de diecinueve años que apenas empezaba a vivir, pero era todo lo contrario, ya había vivido suficiente.

Ya había pasado por cosas feas, ya había pasado por situaciones difíciles, ya sabía lo que era estar sola, estar en peligro, sentirse vacía, sentirse desamparada. Nunca tuvo tiempo para ir a fiestas, ya que si iba a fiestas, ¿Cómo conseguiría dinero para vivir? Incluso con las horas extras que hacía, no le era suficiente el dinero. No, definitivamente las fiestas no eran lo suyo.

— ¿Tienes mucho tiempo trabajando aquí? —preguntó, cambiando de tema.

— ¿Por qué haces tantas preguntas?

—Preguntar es lo mío —dijo Camila con una sonrisa.

—No responder tus preguntas es lo mío —respondió él, tocando tiernamente su nariz.

Ronald le acordaba mucho a su padre, era dulce y la protegía de todo.

—Parece que Dexter te está buscando —dijo de repente con el ceño fruncido.

Ella alzó la vista y notó que Dexter la estaba mirando, Jessica estaba casi encima de él besando su cuello, y los demás estaban riendo sobre algo, pero él parecía estar asegurándose de que ella estuviera bien. Sostuvo su mirada y cuando ella sonrió, él despegó la vista.

— ¿Te gustaría ir a algún lado? —Preguntó Ronald cruzándose de brazos.

Ella negó, bajándose del auto. —Estaré solo por aquí —dijo alejándose.

—No te alejes demasiado —le advirtió Ronald, ella levantó el pulgar, en señal de entendimiento.

La nueva casa era grande, podía pasar horas en su jardín, ya que estaba tan perfectamente podado y todo era calmado, como si fuera paz. Pura paz.

Caminó a paso lento, aún podía escuchar la música pero ya no podía ver la alberca, eso le gustaba, quería alejarse de todos ellos aunque sea por un rato. Quería que los chicos se dieran cuenta de que ella no era partidaria a las fiestas, sin que sonara como una antipática o antisocial.

Levantó una pequeña flor que estaba en el césped, y al alzar la vista, cayó al piso del susto, al ver a la chica parada frente a ella. ¡Era Emilie!

VOLVERÉ.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora