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Camila pensó que se quedarían en casa al otro día, aunque claramente ya no era día festivo, era sábado, así que no había tanta prisa para volver al trabajo, pero claramente al bajar a la sala y verlos listos para salir, supo que se había equivocado.

— ¿A dónde van? —Preguntó curiosa.

—Iremos al yate de un amigo, volveremos mañana.

Ella solo asintió, sería raro quedarse sola en la casa. Claramente se auxiliaría de las películas, los libros y la comida chatarra. Aunque ellos solo eran tres, cuando alguno no estaba en casa, se sentía el vacío. —Tú también vas —agregó Dexter, con el ceño fruncido.

— ¿En serio?

— ¿Por qué te dejaríamos? —Preguntó Roger, rodando los ojos—. Empaca poca ropa.

Ella subió rápidamente a su habitación y empacó su ropa, nunca antes había estado en un yate, así que estaba emocionada, aunque no sabía con quienes estarían. Gimió de frustración al escuchar la voz chillona de Jessica en el primer nivel de la casa.

— ¿Cómo crees que podría negarle a mi novio pasar un día en un yate? —Preguntó Jessica, dándole un beso en los labios de Dexter.

—Vamos, muñeca —dijo él, tomándola de la mano y saliendo de la casa.

Ella los siguió y subió a la camioneta. Al menos todos se mantuvieron en silencio, eso era realmente bueno, porque Jessica solía ser irritante a morir, y al parecer solamente a ella le molestaba, ya que los chicos solo la escuchaban sin protestar.

Cuando miró el yate en el que estarían le costó mucho no abrir la boca y exclamar. ¡Dios mío! Era monstruosamente grande, y lujoso, caminó detrás de todos, ya que nuevamente no sabía cómo actuar. Todos parecían sentirse cómodos con tanto lujo a su alrededor, pero ella se sentía algo desubicada.

—Bienvenidos —dijo un señor que rondaba en los cuarenta años, estaba vestido con un fino traje blanco y un sombrero del mismo color, joyas extravagantes adornaban su cuello y sus manos.

A su lado, estaba una mujer que podría tener la misma edad que el señor, solo que sus retoques plásticos eran notables, parecía una Barbie, un chico que debía rondar entre los veinte años se acercó a ellos, ni siquiera alzó la vista, miraba fijamente a su teléfono. —Vuelvo a quedarme sin señal —dijo de mala gana. Alzó el rostro y sonrió educadamente.

Roger se adelantó a saludarlos y entró en el yate. —Esta es Jessica —dijo Dexter, con una sonrisa—. Y esta pequeña es Camila, soy su tutor.

El chico joven la miró de arriba abajo y luego se le acercó. —Te enseñaré el lugar —dijo tomándola de la mano. Ella ni siquiera pudo dar una respuesta, solo caminó a su lado.

Bajaron las escaleras y ella se sorprendió al ver que estaba perfectamente equipado, parecía un apartamento de lujo, todo en madera, con estantería preciosa, y cuadros acorde al lugar. Pasaron a la sala, había una pequeña puerta a la izquierda. —Esta es la cocina— dijo el chico—. Aunque casi no la usan, es difícil que mamá cocine algo con sus propias manos.

— ¿Cómo te llamas? —Preguntó Camila.

Él sonrió. — Pablo.

Ella caminó detrás de él, entraron a una sala de estar bastante grande con plasma, y un pequeño bar. Él señaló el pasillo. —Ahí están las habitaciones. Son ocho en total. Te mostraré en cual dormirás.

Después de ver la pequeña habitación con baño propio, salieron al área libre. Ella sonrió al ver la piscina burbujeante, vio a todos los demás, sentados en una linda mesa con sombrilla al lado de la piscina.

VOLVERÉ.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora