55.

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Esa noche cuando fue a la cama, pudo conciliar el sueño, no sabe exactamente qué hora era, pero algo la despertó, abrió los ojo lentamente, y sintió su corazón acelerarse al ver a Franco dentro de la habitación, muy cerca de la cama. ¿Qué haces? —Preguntó asustada.

Él estaba serio, vestido abrigado, todas su piezas eran color negro. —Tengo algo que darte —dijo lentamente.

Ella se sentó en la cama, él sacó algo del bolsillo, y antes de que pudiera advertir sus movimientos, tiró el ratón en la cama.

Camila se quitó las sabanas rápidamente, y salió de la cama. — ¡¿Estás loco?! —Preguntó gritando—. ¡Maldita sea! —Gritó pateando el suelo, furiosa—. ¿Qué te pasa?

Franco sonrió. —Es día de mercado, tenemos que irnos.

— ¿Qué hora es? —Preguntó horrorizada.

—Las cinco de la mañana —dijo mirando su reloj—. Te doy cinco minutos para que te alistes, y por favor, esta vez ponte algo abrigado.

— ¡Te odio! —Le gritó, cuando lo vio recoger su ratón y meterlo nuevamente en sus bolsillos.

—Si eso me importara, talvez me sintiera herido —dijo antes de salir de la habitación.

Camila se metió al baño y gritó al sentir que el agua estaba prácticamente helada. Esta vez le hizo caso, se puso un par de jeans y un sweater color negro, a juego con su par de tenis del mismo color.

Subió a la camioneta de Franco, estaba totalmente cubierta por lodo y polvo, ni siquiera podía decir exactamente cuál era el color original del vehículo. Llegaron a un pequeño lugar lleno de comerciantes, y puestos con diferentes artículos, había desde alimentos hasta plantas y decoraciones para el hogar.

No había casas alrededor, es decir, el mercadillo solo era un punto de venta alejado de la civilización, franco compró pescado y muchos alimentos de la cocina, ella aprovechó cuando estuvo distraído y se acercó a un puesto de flores.

Una de ellas le llamó la atención, era un lindo bonsái en un tarro blanco de porcelana. — ¿Puedo llevarla? —Preguntó, mirando a franco.

— ¿Trajiste dinero? —Preguntó él directamente.

—No.

—Entonces no —respondió, volviendo su atención a los productos que compraba. Ella se cruzó de brazos, era un idiota, podía comprar la planta, le daría vida a su cocina tan básica y sobria.

Se sentó en una esquina a esperarlo, de nada servía ponerse a ver todo lo que había si no tenía dinero para comprar algún artículo. Muchas chicas podían con eso, pero particularmente pensaba que solo ver artículos sin poder comprarlos, era una tortura innecesaria.

De camino a casa se concentró en mirar por la carretera, era increíble el hermoso verdor que arropaba todas las cosas a su alrededor. Habían terminado de comprar todo y ni siquiera eran las ocho de la mañana.

Escuchó un sonido y miró hacia los pantalones de Franco, en uno de sus bolsillos estaba Susie, sacando su diminuta cabeza. ¿Cómo un hombre que se veía tan feroz podía tener de mascota a un ratón? Él parecía más del estilo de algún perro pitbull, un caballo, hasta una serpiente, pero no un animal tan pequeño.

El pequeño ratón logró salir de su bolsillo, y se quedó en sus piernas. No pudo estar tranquila en el resto del viaje, es más, hasta se había pegado de la ventana. No odiaba los animales, pero era un ratón, y los ratones le daban miedo.

Franco fue el primero en salir de la camioneta, tomó las bolsas más pesadas, y ella tomó las restantes, pero las tuvo que dejar en el césped, ya que tuvo que quitarse los zapatos antes de entrar a la casa. Sus costumbres eran raras, al igual que él.

Tardó más de lo necesario en entrar las compras, ya que una bolsa se rompió y todas las manzanas y las fresas rodaron por el césped, al final terminó con los pies sucios y tuvo que lavarlos antes de entrar.

Rodó los ojos y puso todas las bolsas en la meseta, notó que el bonsái que le había pedido que comprara estaba en el centro de la mesa. Lo tomó en sus manos y sonrió. —No eres tan malo —dijo Camila, mirándolo.

Él siguió organizando las compras. —El problema son ustedes, que siempre están buscando objetos para la decoración, todo el tiempo.

—Decorar esta casa no te vendría nada mal —dijo Camila, organizando las compras.

— ¿Qué tiene mi estilo minimalista? —Preguntó, pareciendo herido.

—Es demasiado minimalista —dijo poniendo una mano en su hombro, pero cuando vio a Susie asomar su cabeza por el bolsillo de su camiseta, se alejó rápidamente.

—¡Ella no te hará daño! —Gritó desde la cocina.

Camila negó, sonriendo. Sí, claro, por supuesto. No dejaría que esa pequeña cosa se subiera en su cuerpo.

Los demás días transcurrieron de forma tranquila, se había lentamente adaptado al estilo de vida de Franco, todo era sencillo, practico, no había complicaciones, era como el paraíso, y sin exagerar, podía decir que quería quedarse ahí para siempre.

Cuando el domingo llegó, aprovechó día para nadar en el rio. Franco no le había revelado nada importante sobre su relación con Dexter, realmente no le había dicho una palabra sobre algo que ella quisiera saber, y en el fondo estaba bien, ambos se habían acoplado, no lo torturaba haciéndole preguntas, ya que se había dado cuenta que él odiaba que lo interrogaran.

Salió del agua y acomodó la toalla en el césped, se sentó y respiró hondo. Estaba exiliada, y era un buen exilio.

— ¿Camila? —Escuchó que preguntaba alguien, no tuvo que voltear para saber de quién se trataba.

*****

Empieza la acción...

Continuará...

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