23.

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Camila apretó sus manos, era una forma de mantener sus nervios a raya, estaba temblando, y no quería que lo notaran. Bajó sus manos y las colocó encima de su regazo.

Ronald le había ofrecido un libro, una bebida, y una revista, pero ella se había negado. No podía leer, no podía beber, no podía hacer nada. Sentía un ardor en la boca del estómago y sospechaba que podía vomitar.

Qué patética. Vomitar de miedo.

Ella miró el reloj, era lo único que podía hacer, el tiempo pasaba lento. Demasiado lento. Escuchaba el camión moverse, mas sin embargo no escuchaba el sonido de ninguna voz, al parecer, todos habían llegado a un acuerdo. Ronald estaba cerca de la puerta, quería aparentar estar relajado, pero todo era un actuación, él estaba tenso, preocupado. Y eso la hacía asustar más.

Ahora él la estaba observando. Parecía estar asegurándose de que estuviera bien, pero ella no podía fingir que estaba tranquila, es más, podía saber cómo lucía sin mirarse en un espejo, pálida, nerviosa, y a punto de sufrir un colapso mental, eso claro, sin contar las ganas de vomitar que tenía en ese momento.

Después de una hora, sintió que no podía aguantar más, y fue hasta el baño del estudio, no quiso vomitar, en serio, no quería hacerlo, pero no pudo evitarlo. Tuvo que poner ambas manos a cada lado del retrete para no perder el poco equilibrio.

Lavó su cara y su boca y se miró al espejo, estaba hecha un asco. Ronald entró en el baño sin ni siquiera preguntar. — ¿Estás bien? —preguntó.

Ella asintió. —Es solo que me duele el estómago —respondió, ofreciéndole una pequeña sonrisa.

— ¿Necesitas algo, Camila? ¿Alguna bebida? ¿Alguna medicina?

—Solo descansar —respondió sinceramente.

Ronald respiró hondo y la miró con pena. —No salgas de aquí —dijo, mirándola fijamente.

—Ni siquiera puedo moverme —dijo lentamente.

Después de unos minutos, escuchó que el camión se alejaba, vio a Ronald entrar. —Vamos —le indicó. Ella lo siguió, y cuando entró en su habitación, miró por la ventana. El contenedor no estaba ahí.

Tomó su ropa de dormir y fue al baño, era obvio que hasta que Ronald no la viera en la cama, no se iría. Cuando puso la cabeza en la almohada, respiró hondo, esas últimas horas habían sido muy intensas.

Cerró los ojos lentamente, no tenía sueño, solo estaba cansada física y emocionalmente, pero aun así no podía dormir. Escuchaba ruidos a lo lejos, escuchaba discusiones, gritos, blasfemias.

Abrió nuevamente los ojos al escuchar a alguien hablar, estaba cerca, demasiado cerca, ni siquiera tuvo que voltear para saber de quién se trataba, él era el único que se sentaba en su cama sin preguntar. — ¿Estás bien? —preguntó.

—Si —respondió cortante.

No tenía ganas de enfrentarse a Dexter. Solo quería tener paz por unas horas, escuchó que empezaba a llover, odiaba cuando llovía.

Él respiró hondo. — ¿No vas a preguntar qué pasó?

—No servirá de nada, no me dirás lo que pasa.

Él se levantó de la cama. —Es cierto —aceptó finalmente, antes de salir de la habitación.

Camila cerró los ojos, el sueño la venció, entre el ruido de la lluvia, empezó a recordar lo que era su vida, antes de que la muerte de su padre cambiara todo.

VOLVERÉ.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora