Capítulo 14

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-Narra Blas-

Me desperté cuando mi cerebro me advirtió de que un rayo de sol estaba a punto de quemarme la cara. Todavía tenía a María abrazada a mí, así que intenté que no notara mis movimientos para poder levantarme de la camilla.

Puse los pies en el suelo e, inmediatamente, me dirigí hacia la ventana de aquella habitación. Miré al cielo: era un día extrañamente soleado para estar a mediados de noviembre. "Mejor", pensé, "así no me tendré que mojar cuando tenga que ir andando hasta Warner".

No le había dicho nada a María de que esa tarde no podía quedarme con ella, pero me juré a mí mismo contárselo cuando se despertara. Prefería que tuviera unas horas para hacerse a la idea y asimilarlo. Así también me daría tiempo a mi de pensar qué era lo que les iba a explicar a los jefes de la discográfica sobre el por qué no habíamos ido ayer a la reunión para ultimar la salida del nuevo disco. No iba a dejar que Magi o el resto del grupo cargaran con la bronca, ya que la culpa de todo lo que había ocurrido la había tenido yo, así que me tendría que inventar una buena excusa que los convenciera. A veces, me daba la sensación de que ellos no entendía la unión que tenía nuestro grupo porque, a donde iba uno, iban todos.

María: ¿En qué piensas? -dijo antes de bostezar y empezar a desperezarse.

Blas: En que hoy tengo un montón de cosas que hacer y no podré estar todo el tiempo que me gustaría contigo -me acerqué a ella, le besé la frente y le di un abrazo.

María: ¿A dónde tienes que ir?

Blas: A Warner, a explicarles por qué ayer no fui a trabajar. Pero no te preocupes, le diré al resto que vengan a hacerte compañía para que no estés sola. ¿Te parece bien? -dije mirándola a los ojos. Me temblaban las piernas solo de escuchar su respuesta. Esperaba que no se pusiera como una furia.

María: Sí. Tampoco quiero ser la persona que te impida dejar de hacer lo que te gusta. Y no sé por qué, creo que tu pensabas que te iba a decir que no, ¿me equivoco?

Blas: No. Has dado en el clavo. Pensé que te lo tomarías para mal. Chica lista... -y le besé.

Me pasé toda la mañana llamando a personas que María conocía y que se llevaban bien con ella, pero todo el  mundo estaba ocupado. Carlos, Antía, Charo y Álvaro estaban empezando a organizar la fiesta de cumpleaños de Dani, quien se había ofrecido a llevarme a Warner porque allí recogería a Magi, que tenia que ir a un concierto con los chicos de Amelie a las afueras de Madrid. Tampoco ninguna de las chicas de Sweet California (Nota de la escritora: me gustaría que, en este capítulo, Rocío todavía estuviera en el grupo) podían quedarse con ella, porque se habían ido de viaje de trabajo a Argentina. Así que mi ultima opción era... David.

No quería ir con Antia, Carlos, Charo y Álvaro porque estaba un poco cansado, pero me dijo que no le importaría ir a junto de mi chica ya que, según palabras suyas: "solo tenia que estar sentado en un sofá vigilando que estuviera bien".

Lo que él no sabía era que, seguramente, María no estaría muy conforme con la idea.

María: No. Ni de coña me quedo con él a solas.

Blas: ¿Pero por qué? ¡Si nunca te ha hecho nada!

María: Por que no. Y punto.

Blas: Dame solo una razón por la que David no te caiga bien y te dejaré tranquila.

María: No es que me caiga mal, es solo que no quiero estar con él sin nadie más.

Blas: ¿Prefieres quedarte sola?

María: Mmmm... eso tampoco.

Blas: Pues entonces le diré a David que venga.

MarÍa: Haz como quieras... -dijo a regañadientes.

David llegó antes de lo que tenía previsto, por lo que me dio tiempo a hablar con él y explicarle la situación. María nos miraba desde su camilla con cara de pocos amigos. Sabía que no se podía quejar, ya que no tenia otra opción.

Me fui a las cinco sin decirles a ninguno de los dos que, seguramente, llegaría un poco tarde para aprovechar y comprarle yo también a Dani mi regalo. 

Cuando llegué a su coche, solo pensaba en que, al volver, tanto María como David hubiesen resuelto sus problemas. 

-Narra María-

No me hacía mucha gracia tener que quedarme con David. Solo Carlos sabía el por qué de esto, y lo fingía bastante bien delante de Blas (si el lo supiera, se pondría muy celoso de que no se lo hubiera contado) y, por ahora, prefería que se siguiera quedando entre nosotros dos.

David se me quedó mirando con una sonrisa cuando Blas se fue y se acercó a mi con una bolsa.

David: No te enfades conmigo, por favor. Mira, ¡si hasta he traído el Monopoly para no aburrirnos! -dijo sacando la caja del juego de la bolsa.

No le hablé. No pensaba hacerlo. Y, como no le respondía, se acercó hasta mi camilla y se sentó  en ella.

María: ¡Aléjate de mí! Me estoy agobiando... -dije empezando a hiperventilar. Se me empezó a acelerar el corazón, por lo que intenté respirar profundamente para calmarme. Esto no podía ser bueno para el bebé.

David: Tranquila... Relájate... -dijo empezando a acariciarme la mano izquierda.

María: ¿¡¿No me has escuchado?!? Aléjate, por favor -por suerte, me hizo caso y se fue para una esquina de la habitación.

David: ¿Quieres que llame a Blas o a un médico?

María: No. Puedo cuidarme yo sola. No necesito ayuda.

Tras 10 minutos, conseguí tranquilizarme, aunque no le dije nada a David. Él se entretenía mirando tristemente por la ventana de la habitación,

Verlo así hizo que empezara a darme pena, y es que yo era un persona muy empática. Aun  así, tampoco quería que se acercase a mí. El simple echo de oler su perfume ya me ponía la piel de gallina.

¿Qué debía hacer? O pensaba en él, o pensaba en mí. La decisión hizo que volviera a agobiarme de nuevo y, esta vez, empecé a llorar desconsoladamente. No era capaz de parar.

David: Creo... -dijo volviéndose a acercar a mí de forma cautelosa-, que deberíamos hablar sobre el por qué no te caigo bien, porque antes no eras así conmigo...

¿Puedo confiar en mi ángel de la guarda?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora