Capítulo 37

1.4K 86 5
                                    

-Narra María-

Después de abrir los ojos, la primera cosa que vi fue una mujer caminando de forma nerviosa por toda la habitación.

Tras decantarse de que me había despertado, empezó a observarme con cara de pánico.

La verdad, no entendía nada de la situación, aunque tampoco me incomodaba que una persona completamente desconocida para mi estuviera allí a mi lado.

Era extraño, pero todo el  pánico que había sentido hasta  ahora había  desaparecido.

Tras un rato mirándola fijamente, me di cuenta de que ya la había visto en algún sitio anteriormente.

¿Quizás en alguna de las fotos que había expuestas en el salón de Blas?  ¡Si hasta se parecía a él!

No se me ocurrió otra cosa que decir, así que le pregunté de forma divertida.

María: ¿Eres la madre de Blas?

Ella me observó, atónita.

María Jesús: Si... ¿Como lo sabes?

María: Os parecéis mucho jajaja

Ella se quedó en silencio unos segundos.

María Jesús: Y, ¿no te incomoda que estea aquí?

María: No. ¿Por qué? -dije, extrañada.

María Jesús: Nunca me has visto, ni has hablado conmigo pero bueno, mejor así -y soltó una risa.

María: ¿Y Blas?

Ahora lo necesitaba a él. Era mi prioridad en estos momentos. Necesitaba uno de sus besos, un "buenos días preciosa", o que me susurrara cosas bonitas al oído.

María Jesús: Unos policía necesitaban hablar con el y ha bajado a recepción a verlos, pero enseguida regresará.

Tras esto, empecé a ponerme triste. Suponía que era porque todavía no había recibido ninguna muestra de cariño.

Durante estas tres semanas y aunque estuviera en coma, había recibido cientos de mimos por parte de todos y, ahora, de repente, una persona no me proporcionaba nada de eso.

La verdad, suponía que era porque ella todavia no me conocía, y no sabía como tratarme, así que me tocaría enseñarle qué debía hacer.

María: Oye, ¡madre de Blas!

María Jesús: Me llamo María Jesús jajaja

María: Entonces María Jesús -dije avergonzada-, ¿puedes darme un abrazo?

Se quedó sorprendida.

María Jesús: ¡Claro! ¡Sin problema!

Se acercó a mi, y me rodeó con sus brazos. La verdad, me sentía reconfortada en ellos.

En ese momento, la puerta se abrió, y apareció Blas con una cajita en la mano.

Blas: ¿¡¿Ya te has despertado?!?

María: Si -dije separándome de María Jesús y estirando los brazos para que ahora Blas me abrazara.

Por supuesto, el lo hizo.

Blas: Estás más cariñosa y mimada que nunca ehhh -y empezó a darme besos por la frente, mientras me acariciaba una mejilla, cosa que le resultaba difícil por el respirador que me habían puesto.

Nos quedamos así unos minutos, con su madre observandonos desde el sofá donde se había sentado segundos atrás.

Blas: Mira, tengo una cosa para ti...

Se apartó, y me enseñó la cajita.

María: ¿Que es? -dije con curiosidad.

Blas: ¡Ábrelo y lo descubrirás! -así, parecía un mago del circo, cosa que me hizo gracia.

Tras entregarmelo, abrí la tapa y miré su interior.

De allí, saqué un pequeño colgante que me resultaba familiar.

María: ¡El llamador de ángeles! -grité.

Blas: Si. Lo encontraron los policías hace tres días en el despacho de la directora, y pensaron que era tuyo. Me lo han dado esta mañana. ¿Quieres que te lo ponga?

María: Siii -dije emocionada.

Mientras me lo colocaba sobre el cuello, escuchamos unos golpecitos sobre la puerta de la habitación.

Miré a Blas, extrañada.

Blas: Ayer Carlos avisó a todos de que ya te habías despertado. Lo siento pero... hoy va a ser un día largo. ¡Comienzan las visitas!

¿Puedo confiar en mi ángel de la guarda?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora