Capítulo 9

603 60 4
                                    

-Narra Blas-

Blas: Decir que nos hemos peleado es una frase muy fuerte. ¿No crees?

María: Me da igual. Pues que hemos discutido. ¿Te parece mejor?

Blas: No es que me parezca mejor o no. Simplemente, no me parece malo que nos hayampos echado las cosas en cara. A veces, también tenemos la necesidad de decir lo que no nos gusta de otras personas. Si nos estuviéramos guardando todo lo que pensamos siempre, a largo plazo sería peor. ¿No crees?

María: Si... Tienes razón... -dijo con mala cara.

Blas: No te veo muy convencida...

María: Es que me preocupa. Después de un año y medio contigo, que pase esto... No sé... Se me hace raro. Ahora mismo estoy aturdida.

Blas: Vamos a tener tiempo para discutir durante muchos años. No te asustes. Además, yo ya estaba convencido de que tarde o temprano pasaría. ¿Nunca has escuchado que los polos opuestos se atraen?

María: No. ¿Hace falta que te repita que yo antes vivía en un mundo completamente diferente a este?

Blas: No, no te preocupes jajaja. Pues es un refrán muy famoso. Mira -dije cogiéndole la mano-, si día tras día estuviésemos contentos el uno con el otro, nos acabaríamos aburriendo de estar siempre así, te lo garantizo. En cambio, si de vez en cuando nos enfadamos le damos "vidilla" a la relación. Y, al final, nos acabaríamos dando cuenta de que, a pesar de todas nuestras diferencias, nos seguimos queriendo. Saber que, aunque ns digamos "eres insoportable" o "te odio" tenemos una vocecita en nuestro interior que nos recuerda que no nos echamos reprochando nada en serio.

María: Gracias -dijo levantándose rápidamente del sofá para sentarse a mi lado y darme un gran abrazo. 

Blas: Sabes que no tienes por qué dármelas. Creo que me has cambiado más tú a mí que yo a ti.  

María: Pues creo que todavía te tengo que cambiar más, ¿sabes?

Blas: A ver, ¿en qué? Cuéntame.

María: Hay varias cosas que no me gustan de ti, y bueno, ya que estamos en este plan de decirnos lo que pensamos el uno del otro, te voy a contar dos defectos que no soporto de ti.

Blas: No soy perfecto, pero si te vas a sentir mejor cuéntamelos.

 María: Primero, no entiendo tú preocupación hacia mí. Que esté embarazada no significa que esté enferma pero, sin embargo, haces que me sienta así y lo detesto. Y segundo, me agobia muchísimo que te pases todo el día a mi lado. Yo también necesito mi espacio y odio que, cuando tus amigos te ofrecen salir con ellos, les digas que no, por mi culpa. Y fin. No quiero hablar más del tema. Y si te sientes mal perdona, pero es lo que sentía. 

Blas: No. No voy a enfadarme. Es algo que piensas y voy a respetarlo y ha intentar cambiarlo. Todos tenemos defectos y, de vez en cuando, está bien que alguien nos recuerde que lo estamos haciendo mal.

Pensé que me iba a dar su opinión al respeto pero, cuando la miré, vi como se tapaba la cara y se echaba a llorar.

Blas: No llores tonta -dije abrazándola y acariciándole el pelo-. ¿Te has puesto así porque piensas que me he enfadado contigo.?

María. Si... Bueno... No lo sé. No me gusta que estemos así. Yo quiero que seamos felices los dos.

Blas. Y lo somos. Pero te sigo repitiendo lo mismo. A veces hay que enfadarse con una persona para darse cuenta de cuanto la queremos. Nada más. Le pasa a todo el mundo. No le des mas vueltas -dije secándole las lágrimas con mis pulgares. Cambiando de tema. ¿Te apetece cenar? Porque yo me estoy muriendo de hambre.

María: ¿Y crees que yo no? Te recuerdo que ahora estoy empezando a comer por dos.

Blas: Tranquila, que no me olvido de mi chiquitito ehhh

María: O chiquitita jajaja

Blas: El sexo del bebe no es algo que me preocupe. Yo solo quiero que los dos estéis bien, nada más.

Tras levantarme del sofá, la cogí de la mano y tiré de ella para que hiciera lo mismo que yo. Por suerte, no se hizo la dura, sino que me siguió hasta la cocina. Y es que, en los últimos meses, había aprendido a saber manejar su todavía "peso pluma" de una forma muy eficaz, gracias a las clases que le habían impartido de defensa personal, una iniciativa de su doctora. Ahora, si no quería que la cogieran en brazos, de alguna forma conseguía que se mostrara más pesada. Era como si toda su masa musculare se concentrara única y exclusivamente en sus pies. 

Era extraño, pero muy efectivo en numerosas ocasiones.

María: ¿Y que vamos a cenar?

Blas. Ni idea. Tenemos la nevera más vacía que nunca. ¿De verdad te has comido las dos tabletas de chocolate que quedaban? 

María. No me eches a mi la culpa. Es el bebe, yo no -dijo señalándose la tripa.

Blas: En fin... Esta noche tendremos que cenar tortilla francesa...









¿Puedo confiar en mi ángel de la guarda?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora