Capítulo 39

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-Narra Blas-

Doctora: Chicos... Tengo una mala noticia...

¿¡¿Que?!? ¿¡¿Ahora que ella estaba bien volvíamos otra vez al sufrimiento?!?

Me estaban dando ganas de llorar. No sabía si era de tristeza, o de rabia, pero me contube.

Si María me miraba mal sabía que ella se pondría peor y, en esta situación, no debía estarlo.

María: ¿Ha pasado algo? -dijo, para mi sorpresa, con un tono tranquilo.

La doctora cogió aire lentamente, y lo volvió a expulsar de esa misma forma. Parecía estar intentando relajarse.

Doctora: Siento decirte que vamos a tener que volver a operarte. Necesitamos reconstruirte una pequeña parte del cráneo que tenías dañada.

Blas: Pero... ¿y eso es tan malo?

Doctora: La operación no lleva ningún riesgo, aunque aproximo que dure unas ocho horas, pero el postoperatorio si.

María: ¿El postoperatorio?

Doctora: Si. Durante la operación te echaremos un líquido que intentará fijar lo máximo posible el cráneo, principalmente, para que vuelva a su forma normal. Este líquido actúa como pegamento, y te aseguro que te va doler muchísimo durante una horas

Blas: ¿Y no existe ningún sedante que pueda mitigarle el dolor?

Doctora: Me temo que no. Y la  anestesia de la operación no dura tanto tiempo como para que consiga seguir durmiendola durante el postoperatorio

María: ¿Y cuánto va a durar?

Doctora: Pues eso no lo sé, cielo. Quizás unas ocho o nueve horas...

Entonces, María me miró fijamente a los ojos, y comenzó a llorar.

Blas: Ehhh tranquila... No llores... -le dije mientras la abrazaba.

María: ¿¡¿Como quieres que no llore?!? ¡¿¡Es que nunca voy a parar de sufrir?!?

Cada nueva palabra era como una puñalada en mi corazón. Si pudiera, sería capaz de pasar yo por todo ese dolor, con tal de tenerla a ella feliz.

Si hiciera falta, lo pasaría todos los días. No me importaba, pero no podía hacer eso.

Blas: Mira... Después de eso ya no te tendrán que volver a operar mas. ¿Verdad Carmen? -dije refiriéndome a la doctora.

Doctora: ¡Claro! Esta ya  es la última, tienes que ser fuerte

María: ¿Y Blas? ¿No podrá estar conmigo?

Doctora: No lo sé, pero haré lp posible para que te pueda subir a planta, ¿vale?

Ella asintió con la cabeza, y siguió llorando sobre mi cuello, ya que se había escondido en el.

Doctora: Ahora no te pongas triste. ¡Tienes toda la tarde para disfrutar con Blas! No mereces amargarte por eso

Blas: ¡Eso! Podemos llamar a Álvaro para que te venga a contar chistes -le dije con una sonrisa.

María: ¡Nooo! ¡No quiero sus chistes!

Doctora: ¿Tan malos son? -dijo entre risas.

Blas: Peor que eso -le expliqué.

Doctora: Bueno, pues podéis hacer otra cosa. Salir todavía no. No hagas movimientos bruscos ni te levantes de la camilla, ¿vale?

María: Vale -dijo, casi en un susurró.

Después, la doctora se marchó y, entonces, hice que María se separara de mi.

Blas: Venga, no llores más. Vamos a hacer algo

María: No -y tapándose la cara con las manos.

Blas: Siii. O sino te hago cosquillas ehhh -dije mientras empezaba a mover mis manos por todo su cuerpo.

María: ¡Para! -me ordenó entre risas.

Blas: No -la imité.

María: Siii

Blas: Pues dime las palabras mágicas

María: No me las sé -dijo mirándome a la cara.

Blas: Si que las sabes, pero no las quieres decir-dije volviéndole a hace cosquillas, está vez, todavía más rápido.

María: ¡Te quiero! -gritó entre risas.

Entonces, yo paré.

Blas: ¡Muy bien! -dije dándole un beso en los labios, a lo que ella respondió de una forma casi frenética.

Estuvimos así varios minutos, hasta que sentí que ya no podía más. Como siguiera así, la erección que estaba teniendo se iba  a hacer insoportable.

Blas: Sabes que no podemos hacerlo, ¿verdad? -dije pícaramente.

María: Es que no se me ocurre otra cosa que hacer -me respondió, sin separar sus labios de los míos.

Blas: Para, por Dios...  -dije intentado frenarla.

María: Me encanta que te pongas así... -y soltó una pequeña risita.

En ese momento, ya no aguanté más, así que me separé de ella como pude y me tiré boca abajo al sofá azul que había al lado de la  camilla.

María: Eres malo... -dijo haciendo pucheros.

Blas: Tu también lo eres. Ahora no voy a poder levantarme de aquí  en todo el día

María: ¡Pues duerme! -y se volvió a tumbar en la camilla.

Blas: ¿Lo estás diciendo en serio? -dije sin aguantar la risa, mientras levantaba la cabeza.

María: Si

Blas: Pues entonces dormiré, pero a tu lado

Entonces me levanté y me tumbé a su lado.

María: Creo que la camilla es un poco pequeña para dos personas...

Blas: ¿Sabías que cuando estabas en coma me tumbada todas las noches a tu lado?

Ella se quedó pensativa.

María: ¿En serio? Pues no me di cuenta. Y eso que me acuerdo de muchas cosas...

Blas: Pues entonces si de aquella no era pequeña ahora tampoco lo es

María: Si a mi eso me da igual. Cuanto mas pegadita esté a ti, mejor -y se volvió a reír.

Blas: Yo también te quiero mucho -dije besandole la frente, mientras la abrazaba.

María: Buenas tardes-noches, ¿no?

Blas: Si

Y, a los  pocos minutos, nos quedamos dormidos.

Cuando me desperté, eran las ocho de la mañana. Madre mía... Habíamos dormido 15 horas del tirón.

En pocos segundos, volví a la triste realidad: pronto vendrían a buscar a María para llevársela a quirófano.

Ojalá todo sucediera de la mejor, y menos dolorosa, forma posible...

¿Puedo confiar en mi ángel de la guarda?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora