Capítulo 22

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-Narra Blas-

No... esto no podía estar pasando...

Llevaba tres meses luchando y, de repente, todo por lo que me había sacrificado había perdido la vida...

Me acerqué a ella, llorando como un inútil.

Me odiaba a mi mismo, por no haberla podido rescatar antes.

Le había prometido que la iba salvar costase lo que me costase y, ahora, la había roto.

Lo más importante de mi vida, la persona a la que siempre iba a amar... se encontraba muerta delante de mi...

Blas: Lo siento... siento no haberte podido rescatar antes... Me hundir por completo y no pude defenderte pero... Ahora si que es verdad todo esto y... volverás al lugar en el que siempre debiste estar... en el cielo... -dije a escasos centímetros de su cara, que ahora estaba completamente llena de heridas y cortes infectados.

David y Dani se acercaron a mi. Ellos también estaban llorando.

David: Lo sentimos... -me dijo, poniendo una mano en mi espalda.

Dani: ¡No! ¡Joder, tenemos que sacarla de aquí ya! ¡Rápido!

¿¡¿Que?!? ¿¡¿Está loco?!? Ya no había nada que hacer por ella...

Dani: ¿¡¿Pero es que  no os dais cuenta?!? ¡Mirad su pecho! -dijo mientras lo señalaba-  ¡Está respirando! ¡No está muerta!

Me fijé en el y...

Subía y bajaba con dificultad...

Blas: ¡Pero tengo que cubrirla con algo!

En ese momento, sonó el móvil de David.

David: Demonos prisa. Nos están esperando...

Mientras tanto, Dani seguía buscando algo con lo que cubrir su débil cuerpo.

Al mirarlo, me fijé en una cosa: en la mesita que había al lado de la camilla... había un martillo...

En ese momento, recordé una de las fotos que nos habían enviado aquellos desgraciados: la de la  cabeza.

Aquella herramienta también estaba llena de sangre.

Las paletas de Dani eran ciertas.

Le golpeaban el cráneo con ella, seguramente para que perdiera el conocimiento sin necesidad de drogarla.

Dani: ¡Aquí! -gritó.

De un pequeño armario que había en la habitación, saco una manta negra.

Entre David y yo, la cubrimos con ella y, cuando estábamos preparados, la cogí en brazos y salimos de allí.

Corrimos lo más rápido que pudimos Lorenzo aquellos pasillos, siguiendo las indicaciones de nuestro "GPS" David y, tras varios minutos, salimos de aquel horrible lugar.

Afuera, ya estaba todo preparado, tal y como habíamos acordado.

Policías, bomberos y ambulancias llenas de médicos rodeaban todo el internado y, con Carlos y Álvaro, ya se encontraban todas las alumnas de aquel lugar, grandes y pequeñas.

Pero, para mi sorpresa, ellos no se fijaron en nosotros, sino en la mujer que había en la puerta, empuñando una pistola.

La directora...

¿Puedo confiar en mi ángel de la guarda?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora