-Narra María-
Blas: ¿Quieres casarte conmigo?
No me podía creer sus palabras. En ese momento, ni siquiera era capaz de articular el "sí" que él tanto deseaba escuchar.
Miles de recuerdos asomaron por mi mente tras su pregunta. Todos los momentos con él habían merecido la pena, y estaría dispuesta a vivirlos de nuevo si hiciese falta, con tal de volver a estar a su lado.
María: Sí... -conseguí pronunciar en un murmullo apenas audible.
Pues claro que era un sí. Quería gritarlo, decirle a todo el mundo que era el amor de mi vida y que nadie jamás nos separaría, pero por alguna extraña razón no podía. Solo era capaz de pensar en todo lo que habíamos vivido a lo largo de estos casi tres años juntos.
Una mezcla entre felicidad y añoranza me invadía por dentro. Él me había acogido cuando yo no tenía a nadie, me había dado cariño cuando yo ni siquiera sabía lo que significaba ese sentimiento y me había cuidado cuando, hasta en ese momento, ninguna de las personas a las que conocía lo habían hecho.
Le estaría eternamente agradecida a él, a mi Ángel de la Guarda. Por haberme apoyado, aguantado y amado hasta el día de hoy, sin importarle si recibiría o no algo a cambio.
Llegados a este 'punto de mi vida, hasta agradecía todo lo que me había pasado, porque estaba segura que, de no haber vivido todo aquel sufrimiento, jamás hubiese conocido a Blas.
Le extendí el brazo para que pudiese ponerme el anillo. Él lo sacó con cuidado de su caja y me cogió la mano con delicadeza para colocármelo. Sin darme cuenta, no podía parar de temblar de la emoción.
Blas: ¿Estás bien? -me preguntó mientras me lo ponía-. No paras de temblar.
María: Creo que sí.
Él se rió ligeramente ante mi respuesta y después se levantó del suelo para abrazarme.
Blas: Te quiero. Os quiero. No sabéis cuánto... -dijo mientras me acariciaba la espalda-. Soy tan feliz teniéndoos a mi lado.
María: Yo también te quiero. Bueno, nosotras.
Después de aquel largo abrazo, nos fuimos de vuelta al hotel. Estaba muy cansada porque habían sido demasiadas sorpresas para mi estado en un solo día.
Sin embargo, la idea de que los besos que nos estábamos dando por las calles del París fuesen a más en la habitación del hotel no paraba de rondarme por la cabeza.
Estaba dispuesta a hacer el amor con Blas esa noche, y creía que ni él ni yo teníamos ningún problema en tener sexo estando embarazada.
Suponía que mis hormonas estarían dando una fiesta en el interiro de mi cuerpo, porque las ganas que tenía de desnudarlo no eran nada normales.
Abrió la puerta de nuestra habitación y, tras cerrarla, me pegó contra la pared para seguir besándome como había estado haciendo durante todo este tiempo.
Acerqué mis manos a su camisa y desabroché el primer botón. Después de un par de segundos, hice lo mismo con el segundo, el tercero... Hasta que Blas me agarró por las muñecas y se separó unos centímetros de mí.
Blas: ¿Estás segura de que quieres seguir? No quiero hacerte daño.
María: No me vas a hacer nada. Estoy segura.
Él resopló ligeramente.
Blas: Entonces prométeme que si no estás cómoda o sientes dolor me avisarás.
María: Prometido -dije con una sonrisa, antes de lanzarme de nuevo a sus labios.
-Tres días más tarde-
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¿Puedo confiar en mi ángel de la guarda?
FanfictionUna sola persona puede salvarte del mundo invisible en el que vives. Sólo tienes que confiar en ella, aunque sea difícil, porque será tu Ángel de la Guarda...