Capítulo 17

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-Narra María-

La confesión de Antia me dejó un poco preocupada ese día. No me gustaba que se sintiese mal por esas cosas, así que intenté maquinar un plan lo más perfecto posible para que se solucionara el problema cuanto antes y se lo propondría a Carlos nada más llegar de México. Era fácil.

Recordar esto hizo que prensara en Blas. Al principio, el tampoco quería que me quedase embarazada, aunque al final aceptó, porque sabía que era lo que realmente me haría feliz.

Lo echaba muchísimo de menos y, aun por encima, esta era la primera vez que pasabamos tanto tiempo separados.

Echaba de menos sus abrazos al acostarnos, sus besos de buenos días y las películas que me hacía mirar por las tardes de lluvia y que solían acabar en largas siestas hasta la hora de la cena. Pero, sobre todo, extrañaba sus caricias en mi barriga y la forma en que tenía de cantarle a nuestro bebé por la madrugada, cuando el no era capaz de dormir.

No quería empezar a llorar, porque al estar sola en casa no tendría a nadie que me consolase. Y compota quería llamar a Charo o a Antia para que se preocupasen por mi. No necesitaba a nadie, y tenia que demostrarlo.

María: ¿Tu no echas de menos a papá? -dije acariciándome la tripa.

Con poco más de tres meses de embarazo tenía claro que el bebé no iba a dar ninguna patadita ni nada por el estilo, aunque me reconfortaba la idea de hablar con un minúsculo ser humano. Al menos, poseía un trocito de Blas en mi interior. Se pondría como loco cuando viera el cambio físico que había experimentado, estaba segura.

De repente, sonó mi móvil. "Blas", leí.

María: ¡Hola amor! -dije intentando aparentar un poco de alegría, pero tampoco demasiada.

Blas: Hola princesa, ¿qué tal?

María: Bueno, un poco triste. Preferiría tenerte a mi lado.

¿Para qué mentir?, pensé.

Blas: A mí también me gustaría estar ahí, contigo y con el bebé. Por cierto, ¿qué tal está?

María: Supongo que bien. Todavía no he sido capaz de leerle la mente -y me reí.

Blas: ¿Ya tienes barriguita?

María: No -dije rápidamente. Quería darle una sorpresa para cuando regresase.

Blas: Jo... Que raro.

Marías: ¡Pero yo estoy bien! -tampoco quería asustarlo. Eso nunca.

¿Había hecho mal mintiéndole?

Blas: ¿Has ido al medico?

María: Siii. No esas pesado con eso. Te dije miles de veces que puedo cuidarme yo solita.

Blas: Lo sé. No te enfades, ¿vale? Sabes que te quiero. Solo me preocupo por ti.

María: Yo también te quiero -dije con la voz quebrada.

Blas: No llores. Por favor...

En ese momento, se hizo un gran silencio. Sabia perfectamente que el sí estaba llorando, así que lo dejé tranquilo. Yo tendría tiempo de sombra luego..

Tras unos minutos, le escuché respirar profundamente. Estaba intentando calmarse.

María: ¿Estás mejor?

Blas: Si. Lo necesitaba. Llevaba mucho tiempo conteniéndome.

María: ¿Y que tal por México? -dije intentando cambiar de tema.

Blas: Es precioso. Ojalá algún día podamos venir los tres. ¡Os encantará!

María: ¿Ya habéis hecho muchas cosas?

Blas: Si. Hemos parado ahora para comer. Grabamos varios programas e hicimos varias entrevistas. Me ha sorprendido que haya gente tan fan nuestra por aquí. Se me hace raro...

María: ¡Y yo a punto de irme a dormir!

Blas: Descansa mucho, ¿vale? Hazlo por mi y por el bebé.

María: Creo que te hecha de menos...

Blas: Dile que yo también lo echo de menos a el. Seguro que escucha. Y cántale también de mi parte.

María: Retiro lo dicho. Seguro que piensa que tiente el padre mas insoportable y pesado del mundo.

Blas: Veremos que piensa de ti...-me dijo entre risas-. Bueno, me tengo que ir. Magi me llama.

María: Suerte. Y... nunca olvides que te quiero... -dije en un susurro.

Blas: Yo también te quiero pequeña...

Y colgó. Había sido un mala idea decirle aquella frase. Fue una frase demasiado agridulce.

Había sufrido cuando estaba a punto de llorar, pero también me lo había pasado bien hablando con el. ¿Para qué llorar ahora? No merecía la pena.

Intenté dormir durante varias horas, pero no fui capaz ni de cerrar los ojos. La adrenalina de haber hablado con Blas todavía corría por mi cuerpo.

Me vestí rápidamente con ropa de deporte y una gran cazadora y salí a la calle.

Podía ser que fuera estuviese incluso lloviendo, aunque me daba igual. Cogí un paraguas y el móvil y me fui de casa.

Solo con abrir el portal, una ráfaga de aire frío me azotó la cara. Mientras empezaba a caminar, cogí el Iphone. Marcaba las 4:30 de la mañana.

"Estoy loca", pensé, "si Blas estuviese aquí me mataría, así que tengo que aprovechar el momento".

No quería encontrarme con los borrachos de turno (aunque fuese jueves), así que descarté ir por las principales calles.

Después de una hora paseando sin rumbo fijo, consideré que ya era momento de volver a casa. No quería ponerme enferma por culpa del tiempo, porque podría ser peligroso para el embarazo.

Cuando llegue a mi calle, vi como una persona colocaba una caja al lado de un contenedor de basura.

Me escondí dentro del portal vecino para que , si me conocía, no me descubriese, y me quedé allí hasta que se fue. Al hacerlo, me apresuré hasta llegar a mi piso.

Mientras cogía la llave, cavilé que podía haber allí dentro.

Necesita hacer algo con mi curiosidad, por lo que me aproximé al cartón y abrí las solapas.

No me podía creer lo que había allí dentro...


¿Puedo confiar en mi ángel de la guarda?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora