Tercera temporada - Introducción

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-Seis meses más tarde-

-Narra Blas-

Durante todos estes meses, muchas cosas han cambiado. Quizás hablaría de este como un periodo de supervivencia porque, en realidad, no encuentro otras palabras para describirlo.

Ahora, por fin podía decir que María estaba curada, que ya no tenía más tristeza en su interior y que el miedo que guardaba desde hace tantos años se había marchado para siempre, pero la recuperación había sido dura. Un infierno...

Si antes de haber vivido con ella todo esto, cuando estaba en coma inducido, me hubieran dicho que María me iba a gritar, que volvería a dejar de confiar en mí o que, incluso, me iba a pegar... Seguramente ni vosotros ni yo mismo me lo hubiera creído.

Pero esta era la triste realidad, la triste mentira que mi cerebro se había inventando para paliar los dolores que había tenido durante toso este tiempo a su lado, todo lo sufrido hasta ahora a su lado.

Por todos era sabido que el proceso de adaptación a la sociedad y recuperación iba a ser duro, y más aún después de todo lo que ella había sufrido esos dos meses encerrada en el internado pero... para mí seguía siendo imposible que, tras toda la felicidad que había mostrado María durante esos meses en el hospital, pudiera haber volvido a a recaer en la profunda desconfianza y tristeza que la había martirizado durante tantos años.

Cinco meses de recuperación... Horas y horas de tortura que podría definir de la siguiente forma:

Primera fase: miedo. Para mí, creo que ha sido una de la peores. Ella empezaba a olvidar cosas, fruto de los fuertes antidepresivos que tomaba cada día, hasta incluso llegar a pensad que yo también era uno de los médicos del internado. También llegamos a hacernos "nocturnos", por decirlo de alguna forma. María empezaba a tener tanto miedo que nos pasábamos las noches en vela, mientras que durante el día lograbamos echarnos pequeñas siestas que tampoco nos quitaban la falta de sueño. En resumen, parecíamos dos fantasmas vivientes.

Segunda fase: agresividad. Sinceramente, el dolor que sentí aquí fue más de tipo físico, aunque el psíquico también seguía conmigo. No me podía acercar a ella, porque inmediatamente me pegaba puñetazos o patadas tan fuertes que incluso podían llegar a tirarme al suelo (a día de hoy, todavía sigo pensando de donde habría sacado esa fuerza). No podía defenderme, ya que me podía tomar como un enemigo y, a consecuencia, empezar a tenerme miedo. ¿La causa de por qué lo hacía? Los psicólogos y psiquiatras decían que ahora necesitaba su espacio, asimilar todo lo que había sufrido durante todos estos años para así poder desarrollar su verdadera personalidad. Después de esto, por fin empecé a notar cambios.

Tercera fase: autoculpabilidad. Quizá fuera una de las más duras. No era por que ella estuviera triste, al contrario, ya que había vuelto a ser la misma chica "de siempre", sino que lo más difícil fue concienciarla de que ella no tenía ninguna culpa de todo lo que le había pasado. Que María no había provocado nada para que todo esto hubiera sucedido de nuevo.

Cuarta fase: sociabilización. Creo que fue la más "light"  de todas, ya que me limité durante todo ese tiempo a presentarle a decenas de personas para que ella se sociabilizara con ellos. A mayores, también tuvo que pasar dos días enteros con cada una de las personas con las que había tenido más acercamiento desde que la había conocido: Carlos, Antía, Charo, David, Dani, Álvaro, Natalia y Magi, para que aprendiera a ser independiente, sin yo tener que estar a su lado todo el día.

Quinta fase: fin de la recuperación. Así estuvo unos cuantos meses más. No teníamos que hacer nada normal durante ese tiempo. Simplemente, disfrutar de nosotros mismos (y no penséis mal porque hemos estado sin tener sexo durante once meses).

Bueno... y hasta aquí un resumen de lo que hemos vivido durante estos seis meses que para ambos han sido como un infierno.

Sólo podría decir una cosa, que es la conclusión que saco de esta historia de locos: que todo esto nos ha servido para darnos cuenta de lo que nos necesitamos y nos amamos el uno al otro.

Pero, aparte de todo esto, también hemos tenido un juicio de por medio. En este caso, todavía quedaban muchas cosas por aclarar.

Para mi sorpresa, alguna de las chicas mayores de 18 años adoptó a otra de las niñas más pequeñas, cosa que me pareció un gesto precioso por su parte. Otras, consiguieron encontrar a una familia con la que comenzar a vivir.

Y, sin duda, tampoco creo que jamás en la vida se me vaya a olvidar la frase que el juez nos dijo el primer día que nos citamos con el: "esto podías haberlo evitado".

Me molestó muchísimo que lo hubiera dicho, de verdad. ¿¡¿Acaso creía que si lo hubiéramos contado al mundo nos hubieran creído?!? ¡Si ni siquiera yo sabía si esto era un sueño o la triste realidad!

Pero bueno, me contuve y conseguí que todo se desarrollara de la mejor manera posible. No quería que esto nos afectara, ni a mi ni a María, personalmente.

Ahora, ella por fin está curada. Y eso es lo importante.

Ya no tiene miedo, ni desconfianza, ¡e incluso puedo dejarla sola sin tener que estar preocupándome todo el día pensando como estará!

Ahora es ella realmente. Se muestra tal y como es, con esa personalidad que había estado tantos año conteniendo en su interior.

Al principio, siempre se muestra tímida, pero con el tiempo empieza a coger confianza. Es más cariñosa con los demás pero, muy a mi pesar, demasiado cabezota. Y tampoco podría olvidarme de su increíble educación y inteligencia.

Hace pocos meses, su psicólogo nos contó que sabe cinco idiomas. Increíble, pero cierto. Todavía no me lo creo: inglés, francés, italiano, chino y ruso. ¡Ojalá algún día me enseñe a hablar los cuatro últimos!

Pero ahora, tengo un plan en mente: cumplir los 25 deseos que María ha deseado hacer durante todos estos años.

Quiero enseñarle a descubrir que es la vida. Es muy joven, y me encantaría que emprezara a disfrutar de ella como se merece.

Quiero demostrarle a ese juez que ese "esto podías haberlo evitado" nos ha servido para valorar más todo lo que hemos conseguido hasta ahora.

Quiero hacerlo...

Quiero demostrarlo...

¿Puedo confiar en mi ángel de la guarda?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora