-Narra María-
No sabía si contárselo o no, porque era algo que seguramente no le iba a gustar o le iba a molestar. Pero tampoco quería seguir sufriendo como cada vez me pasaba al verlo a la cara.
María: Es que... te pareces mucho a... una persona a la que le tuve miedo durante mucho tiempo...
No quería ni ver sus ojos, así que me tapé la cara para que no me observara mientras lloraba.
David: No... -dijo cogiéndome las manos y agarrándomelas muy fuerte-. ¿Quién es?
María: No. Déjalo. No quiero hablar más del tema.
David: Dilo. Te beneficiará tanto a mí como a ti.
María: Es... uno de los médicos que me violaba. Era igual que tú: alto, con el pelo extremadamente negro, ojos oscuros... -me entró un escalofrío-. No quiero ni pensar en él...
En ese momento, me dio un gran abrazo, y yo tampoco pude hacer otra cosa que abrazarlo a él también.
María. No quería decírtelo porque antes esto no me pasaba. No quería recordar nada de mi pasado... Pero ahora, al comenzar el juicio, no paro de ver su cara en mi mente, la rabia con la que me miraba y todo lo que me hacía mientras yo estaba drogada completamente... Me hacen ver fotos suyas para identificar a los culpables, y es algo que detesto. Tanto a él como al resto les comían la cabeza para que nos maltratasen, aunque eso no los haga menos culpables... -el me escuchaba atento-. No quiero que te enfades por esto, por que sé que tu nunca ne harás lo que él me hizo, pero no puedo evitar recordar lo que me hacía sufrir cuando te veo. Intento fingir que estoy bien cuando te tengo delante, pero a veces no es fácil. Perdóname... por favor...
David: No. No estoy enfadado contigo ni te tengo que perdonar nada. Ojalá pudiera, yo o cualquiera del grupo, cambiar tus recuerdos, pero no podemos. Lo único que puedo hacer es consolarte para que te sientas bien, ¿Estás mejor? -dijo acariciándome las mejillas para secarme las lágrimas.
María: Si, supongo. Solo te pido que por favor no se lo cuentes a Blas. El no sabe que todavía pienso en esas cosas y por ahora prefiero que siga sin saberlo.
David: Pero fingir tampoco es la solución. El quiere que seas feliz y si tu actúas sobre lo que no estás sintiendo, va a acabar siendo peor. Bueno, esto es lo que pienso yo. Quizás me equivoque... -dijo agachando la cabeza.
María: Yo solo quiero que Blas también sea feliz. Ha sufrido mucho por mi culpa y no se lo merece. Si le digo que ahora vuelvo a estar triste, el se sentirá como yo. Y eso es algo que no quiero que suceda.
David: ¿No puedes dejar de ir a terapia entonces? Si eso es lo que te pone mal explícaselo al psicólogo. Lo debería entender, ¿no?
María: No puedo dejarlo. No me dejan. Y como les diga que me pongo enferma cada vez que voy a consulta, entonces va a ser peor. No saldré de allí en muuuchos años -dije riéndome.
Ahora ya me encontraba mejor. Haber hablado del tema me había ayudado a desahogarme. No sabía que David fuera así. Normalmente siempre estaba contento, riéndose y gastando bromas de un lado para otro. Se me hacía raro verlo tan serio hablando de un tema así. Nunca pensé que tuviera esa percepción de las cosas.
Mientras yo pensaba en esto, él me estaba observando.
María: ¿Por qué me miras?
David: Es que te acabas de reír, así que supongo que ya se te ha pasado el bajón que tenías.
María: Sí, me acabo de quitar un peso de encima contándotelo. Pensé que nunca sería capaz de hacerlo.
David: Y yo pensé que calmarte sería más difícil. Pero se te ha pasado bastante rápido. Cuando Charo se pone depresiva se pasa horas y horas llorando sin parar y es muy difícil ayudarla para que deje de pensar en cosas negativas. Además, Blas siempre nos decía que cuando te daban ataques de ansiedad eras como una caja de sorpresas, ya que nunca decías qué te pasaba al principio. Estoy muy feliz de haberte ayudado a superar esta situación.
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¿Puedo confiar en mi ángel de la guarda?
FanfictionUna sola persona puede salvarte del mundo invisible en el que vives. Sólo tienes que confiar en ella, aunque sea difícil, porque será tu Ángel de la Guarda...