Capítulo 35

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-Narra Blas-

Después de proporcionarle a María cientos y cientos de caricias, arrumacos, besos y demás gestos de cariño, conseguí que por fin se durmiera.

Estaba preciosa cuando cerraba los ojos, y mostraba una tranquilidad difícil de mantener cuando estaba despierta.

Me quedé absorto mirándola, mientras escuchaba como la puerta de la habitación comenzaba a abrirse.

Suponía que sería una enfermera, o quizás alguno de los chicos, pero no fue así.

La.perosna que apareció después de unos segundos era... mi madre.

Me quedé atónito. Tanto, que no sabía  ni cómo reaccionar ni qué decir.

Blas: Mamá, ¿¡¿que haces aquí?!? -dije en voz baja, pero gritando de algún modo.

María Jesús: ¡Hace tres semanas que no sé nada de ti!. ¿¡¿Que querías que hiciera?!?

Blas: ¡Te dije que no vinieras! ¡Puedo cuidarme yo solito perfectamente!

María Jesús: ¡Me da igual!

Nos quedamos unos segundos en silencio, mientras ella colocaba su chaqueta en el sofá.

De repente, se quedó mirando a María, un poco pálida la verdad.

María Jesús: Es esta la chica, ¿verdad?

Blas: Si... -respondí, en un susurro.

Se acercó a ella, y le acarició delicadamente la cara.

María Jesús: Han hablado mucho de vosotros en los últimos días por la televisión. La noticia a sorprendido a todo el mundo. Es una gran historia...

Se hizo un silencio, para mi, incómodo. Sabía que ahora iban a empezar las preguntas.

María Jesús: ¿Por qué nunca me dijiste nada? ¿Por qué no me contaste la verdad?

Blas: No podía. María era como si no existiera en el mundo: no tenía ninguna información de ella, ni documentos, ni nada... No podía arriesgarme a sacarla de casa y que la apartaran de mi lado.

María Jesús: ¡Pero sabes que yo jamás diría nada!

Blas: ¿Y acaso te creerías muestra historia? ¿Como la conocí? ¿Como estaba ella cuando la encontré? -parecía que le estaba reprochado todo lo que había sucedido en este tiempo a ella.

María Jesús: ¡Pues claro que no se nada de eso! Pero ahora si, y quiero ayudaros... -dijo poniéndome una mano en mi hombro.

En ese momento, María volvió a abrir los ojos.

¿Puedo confiar en mi ángel de la guarda?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora