Capítulo 23

2.1K 111 4
                                    

-Narra Blas-

No sé para que se lo había preguntado, porque seguro que me decía que no.

Se quedó mirándome, en parte con asombro, y, por la otra, pesándoselo.

Blas: Pues quédate en casa. No pasa nada... -dije, un poco decepcionado.

Me separé de ella, y me fui a la habitación a prepararme.

Para mi sorpresa, María se quedó allí, parada.

Volví en mis pasos y la miré. Después, pestañeé para enfocar mi retina más en ella.

Abrí los ojos, de nuevo, y me la encontré tirada en el suelo.

Blas: ¡María! -grité, mientras corría a su lado.

Estaba inconsciente, y empecé a llorar, aunque sabía que eso no iba a cambiar nada.

Me quedé allí, abrazándola,, y esperando a que abriese los ojos, pero no lo hizo.

Blas: Despierta... por favor... -le rogué, mientras acariciaba su delicada piel.

Si le llegase a pasar algo malo... no viviría con la conciencia tranquila durante el resto de mis días.

Me negaba a pensar en aquella palabra.

Muerte.

No. Eso no le podía suceder.

En ese momento, me puse a pensar en todo lo que había vivido con ella: cuando me la había encontrado allí venir del estudio, echa un ovillo, en mi portal; cuando le di de comer por primera vez, y ella no sabía que hacer; cuando vi su cuerpo, estropeado por aquel infierno; el primer abrazo; la primera caricia; el beso...

Ahora todo dejaba de tener sentido... no podía vivir sin ella...

Blas: No me dejes... -le supliqué, entre sollozos.

Mis lágrimas corrían por mi cara y aterrizaban en la suya.

No daba señales...

Ya me daba igual todo. Me moriría allí, con ella a mi lado.

Mi vida no tenía sentido sin María.

Había dejado de ser un simple protector para ella, ahora era su ángel de la guarda, y si ella se iba, yo también.

Se había acabado mi trabajo...

No. Esto no era como en la películas, los libros y los cuentos... donde la princesa resucitada en el último momento.

Ya habían pasado veinte minutos, así que las esperanzas estaban perdidas...

Se había ido, sin decir adiós. Si  yo haberle dicho un simple "te quiero".

Todo había terminado.

¿Puedo confiar en mi ángel de la guarda?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora