Capítulo 46

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Aviso: La opción ganadora fue la A, con 7 puntos. ¡Gracias a todos los que habéis participado!

-Narra Blas-

Después de que Carlos me diera las llaves, regresé a junto de María lo más rápido que pude, pero ella no estaba allí.

En ese momento, todo tipo de ideas me empezaron a rondar por la cabeza: un secuestro, que aquellos médicos del internado la hubieran encontrado y se la estuvieran llevando de vuelta a aquel infierno, una violación...

Esta última opción cobró más fuerza en mi interior, ya que una chica como ella podía resultar muy tentadora: aparentemente débil y frágil, insegura, tímida... Todo cuadraba.

Empecé a buscarla lo más rápido que pude por todo el aparcamiento, sin obtener ninguna pista. Podría estar dentro de la discoteca, pero allí había demasiada gente como para llevar a cabo un acto como ese.

Sólo tenía que pensar como ellos, como debían hacerlo los violadores: sitios oscuros, donde es imposible que aparezca una sola persona por allí, sin la probabilidad de que alguien lo pudiera escuchar... ¡la parte de atrás de la discoteca!

Comencé a correr lo más rápido que pude hacía allí. Me daba igual que la gente me mirara raro, que me tropezara cada "dos por tres" cinco los borrachos de turno... En mi.mente sólo estaba la palabra "salvarla"...

Allí...

Allí estaba ella... tumbada en el suelo... mientras un chico le pegaba patadas por todo el cuerpo...

Esa imagen me destrozó. Jamás en mi vida pensé que fuera a vivir semejante situación, que mis ojos pudieran observar esto...

La verdad, tenía miedo de acercarme a él, que me pudiera hacer daño, y que a  mi me fuera imposible defenderme y, lo que es peor, que no la pudiera salvar a ella.

Pero, aún así, mi instinto pudo contra esta idea.

Blas: ¡Déjala! -le grité, a unos 20 metros alejado de el.

Mi voz sonó dura, de una persona segura. Y es que, mi enfado, había podido contra el sentimiento de tristeza que me mataba, por dentro.

El no me hizo ni el más mínimo caso, siguió apuñalándola, así que me harté y me acerqué a el, con paso decidido.

Le agarré por le cuello de la camisa y lo pegué contra la pared, casi ahogándolo.

Blas: ¿Qué? ¿Eres un hombre para violar y no para escuchar? -le dije, a escasos centímetros de su cara.

X: ¿Y tu que eres? ¿Su ángel de la guarda? -me retó.

Esas palabras me dolieron, mucho, pero no podía hacerme el débil ahora.

Blas: A ti lo que sea o deje de ser para ella te importa una mierda, ¿vale?. Así que lárgate de una puta vez sino quieres que te parta la cara, ¿me has escuchado ahora?

Me miró, asustado.

X: Bueno... Tranquilo ehhh... No hace falta que te pongas así...

Lo solté del cuello, y se largó corriendo, mirándome para atrás de vez en cuando.

Cuando perdí su pista, me acerqué rápido a María, que seguía tirada en el suelo, temblando, y con la cara presa del pánico.

Me senté a su lado, y ella se levantó y lo hizo al mío.

Bala: Ya pasó, cariño... Ya pasó... -dije mientras la abrazaba y sentía las lágrimas caer por mi rostro.

María: No... pasa nada...

Me sorprendió esa respuesta, aunque ella también estuviera llorando, así que la miré a los ojos, buscando una explicación.

María: Sabía que... tarde o temprano... vendrías a rescatarme... porque ese es el trabajo de un ángel de la guarda... salvarte... siempre...

Blas: Sabes que jamás dejaría que alguien te hiciera algo malo...

Ella se abrazó a mi, todavía con más fuerza, y así pasaron los minutos, hasta que ella comenzó de nuevo a temblar, ya que seguía sin la camiseta.

Blas: María... estás temblando...vayámonos para casa... venga... -le dije separándome de ella.

Cogí su ropa, y descubrí que aquel imbécil se la había roto, así que me quité la chaqueta y se la di. Le quedaba un poco grande, pero prefería eso a que se pusiera enferma.

Cogí el coche y conducí hasta el piso lo más rápido que pude, ya que ahora sólo quería llevarla a un lugar donde ella estuviera lo más segura posible.

-Narra María-

A su lado, no tenía miedo.

La verdad es que podía seguir traumatizada por la situación que acababa de vivir, pero no fue así.

Desde el principio había confiado en el, pensando con cada segundo que  pasaba que aparecería pronto por allí, y así lo hizo.

Jamás me había defraudado. Nunca.

Al llegar a casa, nos fuimos a la habitación, ya que ahora sólo quería descansar.

Me desvestí con su ayuda, pero cuando fui a ponerme el pijama, me paró.

Blas: Tranquila... sólo quiero curarte las heridas...

Fue al baño a coger el botiquín y pronto empezó a pasarme algodones por toda la espalda empapados en agua oxigenada y alcohol, para desinfectarme aquellos arañazos.

Me estremecía con cada nuevo contacto, ya que sentía como aquellas gotas me quemaban las heridas.

Tras curarmelas, continuo con su inspección, mirando cada milímetro de mi cuerpo desnudo, en busca de nuevos desperfectos.

Y los encontró, ya que aquellas patadas y bofetadas me habían vuelto a dejar moratones, asi que me volvió a untar el cuerpo con aquellas cremas que olían a olores extraños, propios de una consulta médica.

Tras acabar, me ayudó a volver a vestirme, ya que cada nuevo movimiento era como un nuevo golpe en mi interior. Me dolía como si me estuvieran pegando de nuevo.

Cuando nos acostamos, me abracé a él, agarrándole de la camiseta, como siempre. Blas me pasó su brazo por mi nuca, mientras me acariciaba el pelo con la mano.

María: Gracias... por volver a salvarme...

Me puso un dedo en los labios.

Blas: Shhh... sabes que es mi trabajo... rescatarte cuando te encuentres en peligro... Soy tu ángel, ¿no?

Le sonreí. Tenía razón.

El era "Mi Ángel de la Guarda".

¿Puedo confiar en mi ángel de la guarda?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora