Capítulo 39

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-Narra María-

Cuando vi que Antía y Blas se acercaban a nosotros, me separé de Carlos.

Antía: Bueno chicos... nosotros ya nos vamos...

Carlos: Si. Ahora un chocolate, ¡y para cama!

Blas: Vosotros y el chocolate... -y se echó a reír.

Antía se acercó a mi, y me susurró al oído.

Antía: Si quieres hablar conmigo o estas triste me llamas, ¿vale? Blas sabe mi número. Y tranquila, que él no está enfadado...

Asentí y le di un abrazo.

Había sido muy buena conmigo.

Nos terminamos de despedir y, para mi sorpresa, cuando ellos se alejaron y doblaron la esquina, Blas me abrazó.

Blas: Tranquila..

Si. Ahora sólo lo necesitaba a él, aunque prefería no tocar el tema del ataque por el momento.

Al llegar a  casa, nos fuimos directamente a la cama, ya que ya habíamos cenado en el 40 Café.

Cuando nos acostamos, el se tumbó como normalmente lo hacia, pero yo me puse en el lugar más extremo de la cama, y de lado, para que no me viera.

El miedo a su enfado todavía estaba en mi interior...

-Narra Blas-

La verdad, no sabía que hacer para que se tranquilizara.

Durante el camino de regreso, no nos dirigimos la palabra, y el entrar en casa no hizo que fuera diferente.

Yo sólo necesitaba que me explicara  todo..., volver a oír su voz..., sentirla entre mis brazos..., besarla...

Al acostarnos, ella lo hizo lo más alejada a mi posible, y de lado, para que no viera su rostro.

Seguí despierto, durante mucho tiempo porque, con está situación, me era imposible cerrar los ojos.

Llevábamos más de una hora "durmiendo" cuando, de repente, escuché unos sollozos.

Era ella.

Blas: Ehhh... tranquila... no pasa nada... -le susurré mientras me acercaba a ella.

No se giró, así que me levanté y me puse de cuclillas junto a su lado de la cama, mirándola.

Bala: Déjame ponerme a tu lado... Por favor... -le supliqué.

Pensé que me iba a rechazar, pero no lo hizo.

Se apartó y me dejó espacio, para que me acostara a su lado.

Ella se volvió a acercar a mi, y comenzó a llorar sobre mi pecho.

Por supuesto, yo la abracé.

Bala: Ya pasó cariño... -le dije mientras le acariciaba la cabeza..

María seguía llorando.

Blas: ¿Por qué no me explicas todo? Ya sabes que a mi no me va a molestar lo que me digas...

María: T-tengo... mi-miedo... -tartamudeó entre lágrimas.

Blas: ¿A qué?

María: A-a... que... m-me... aban-abandones...

La impotencia pudo contra mi, y me eché a llorar.

Blas: ¿¡¿Como quieres que te demuestre que yo jamás te haría eso?!?

María: No... Llegará un mo-momento... en el que te a-aburres de mi..., d-de mi carácter..., de mis a-ataques...En el que m-me tomarás por un ca-caso perdido... y... te de-desarás de mi...

Blas: ¡Yo nunca me rendiré contigo! ¿Me escuchas?

Le dije mientras le levantaba la barbilla y la miraba a los ojos.

Blas: Sé que puedes conseguirlo... que sabes confiar... pero tu instinto te dice que no, que no lo hagas...

Ahora la apreté más fuerte contra mi pecho.

María: Lo siento...

Bala: No... no tienes que pedir perdón, ¿vale?

Se creó un silencio.

María: No me abandones... por favor...-me suplicó mientras me volvía a agarrar de la camiseta, como hacía siempre.

Dejé que se calmara durante 10 minutos, para hacerle la pregunta.

Blas: Oye... ¿por qué haces esto? -dije, acariciándole la mano con la que me sujetaba.

María: Para no dejar que te marches de mi lado...

Blas: Tranquila... puedes confiar en tu ángel de la guarda...

Le di un beso en la frente y, con esto, nos dormimos, abrazados el uno al otro.

Ella, agarrándome de la camiseta, para que no me fuera de su lado, y yo, rodeando con fuerza entre mis brazos, para no dejarla escapar de mi vida...

¿Puedo confiar en mi ángel de la guarda?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora