Capítulo 36

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-Narra Blas-

La verdad, cuando vi que se estaba despertando, me asusté muchísimo.

Los médicos siempre me habían dicho que cuando se despertara no podrían ir a visitarla personas que ella no conocía, ya que ahora no sabían como podría reaccionar.

Por suerte, tras abrir levemente los ojos, los volvió a cerrar.

Respiré aliviado.

Blas: Lo siento mamá, pero tienes que irte. No me dejan traer a la habitación personas desconocidas para María...

María Jesús: ¡Pero ella tendrá que verme algún día!

Blas: Tu lo has dicho: "algún día", y hoy no es ese

María Jesús: Entonces, ¿quieres que vuelva a Murcia?

No era capaz de decirle que si. Había hecho un largo camino por mi durante toda la noche y no se lo podía pagar así.

Blas: No... déjalo. Vete para mi casa si quieres y quédate allí unos días

María Jesús: ¿¡¿Y no piensas ir a dormir al piso?!?

Blas: No. Ella me necesitaba, y yo no puedo separarla de mi lado. Lo siento

María Jesús: Bueno, no pasa nada -dijo con cara pensativa.

En cierto modo, notaba como la situación también le estaba afectando a ella. Sabía que su llegada no había sido una buena idea...

Nos quedamos unos minutos en silencio y, a las nueve, llegó la doctora de María.

Doctora: Blas, unos policías te buscan. Necesitan hablar contigo sobre María. Baja, están en recepción -y, al terminar de decir esto, se fijó en mi madre.

Blas: ¡Oh! Lo siento, Carmen -que así se llamaba la doctora-. Está es mi madre María Jesús.

María Jesús: Encantada -dijo tendiéndole la mano.

Doctora: Igualmente. Menudo hijo tienes ehhh. Es un encanto...

En ese momento, sentí como me ponía rojo a la velocidad de la luz.

Odiaba que me alagaran delante de mi madre. Desde siempre.

Blas: Bueno... mejor bajo ya pero, ¿y si se despierta?

Doctora: Entonces, ¿tu madre no la conocía?

María Jesús: Yo no sabía ni que existía jajaja

Doctora: Pues me quedo yo con ella. Si se despierta ya le explicaré yo misma quién es

Blas: Vale. Perfecto

Después de despedirme, bajé enseguida a recepción. La autoridad me esperaba pero, aún así, no tenía miedo.

El interrogatorio siempre era el mismo: hablar de la vida de mi ángel.

-Narra María Jesús-

Cuando Blas se fue, empecé a hablar animadamente con la doctora.

La verdad, era majísima, y muy cercana.

Tras unos minutos de charla distendida, le sonó el teléfono que llevaba consigo.

Doctora: Disculpame -dijo mientras salía de la habitación.

Tras un rato de espera, volvió a entrar.

Doctora: Lo siento, pero tengo que irme. Me toca hacer de cirujana con otra de las chicas -me explicó.

Me quedé en blanco. ¿Y si se despertaba?

María Jesús: ¿Y María?

Doctora: No creo que se despierte por ahora. Esta ha sido una noche muy larga para ella y apenas ha dormido. Además, Blas no tardará en llegar. Normalmente sólo está con los policías quince minutos y, sino, si abre los ojos, intenta mantener la calma con ella. Si ves que se pone nerviosa, llama a alguna de las enfermeras.

María Jesús: De acuerdo

De nuevo, me volví a quedar sola.

No sabía qué hacer, así que me puse a dar vueltas por toda la habitación, mientras por ratos miraba de reojo a María.

La verdad, parecía ser una belleza de chica.

Pero, en una  de esas ojeadas, noté sus verdes ojos clavados en mi.

Observandome...

¿Puedo confiar en mi ángel de la guarda?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora