-Narra Antía-
Hoy, Salva y yo iríamos a visitar el infierno... El verdadero infierno...
Estaba muy nerviosa, ya que no sabía lo que me podría encontrar allí, pero mi fantástico acompañante y la finalidad que tenía este reto hicieron que se me quitaran aquellas "tonterías".
Sabía perfectamente como debía comportarme en cada momento, lo que debía hacer en cada situación o, incluso, lo que debía decir si surgía algún contratiempo.
Hoy, los.chicos se quedaban en casa y nos íbamos nosotros solos, ya que podían desconfiar de tanta gente por allí.
Al llegar, me quedé atónita: aquello eatab más abandonado de lo que me esperaba. ¡Parecía que se iba a derrumbar en cualquier momento!
Además, los dos edificios se distinguían perfectamemte: el.colegio debía ser el que tenía ventanas, el otro, el laboratorio.
Un escalofrío me recorrió el cuerpo. Estaba cerca de María, podía notarlo, pero no podía hacer nada por rescatarla. Hoy no era ese día.
Ahora sólo teníamos un problema. Como entrar.
Había una muralla de unos tres metros cubriendo todo el perímetro, y un portal gigante en la entrada.
Salva: ¿Que hacemos? ¿Llamamos a los chicos para preguntarles? -me dijo nada más salir de su coche.
Antía: No. Supongo que habrá alguien vigilando por ahí que nos puede ayudar...
Nos acercamos a la gran entrada, y observamos todo con curiosidad.
A lo lejos, había un guardia que nos miraba con cautela.
Antía: Mira. Allí hay uno... -susurré sin quitarle el ojo de encima.
Lo empezó a buscar y, de repente, gritó.
Salva: ¡Ehhh! ¿Puede abrirnos? -le.dijo mientras agitaba las manos en el aire.
El hombre dudó un momento si acercarse a nosotros o no pero, para gran suerte la nuestra, lo hizo.
Guarda: ¿Que queréis? -dijo una voz ronca.
Salva: Queríamos visitar el centro. A mi hermana le gustaría estudiar aquí...
Si. En este plan, yo era su hermana.
Guarda: Esperad un momento a que hable con la directora del internado. No sé si se podrá matricular a estas alturas del curso...
La verdad, aquel tipo parecía majo, pero no nos podiamos fiar de el. Sabíamos cuál era su trabajo.
Se separó de nosotros, se acercó al edificio y llamó a un pequeño timbre que había escondido allí. Se pasó un buen rato hablando y, al final, se acercó de nuevo.
Guarda: Pasad... -dijo mientras habría el cancado del portal con una llave.
Salva y yo entramos a la vez. El policía , no nos sacó el ojo de encima en ningún momento.
A mitad del trayecto, la puerta del internado se abrió y, de ella, salió una mujer de unos 40 años, bien uniformada, con gafas, y el pelo recogido en un moño.
Aquella debía ser la artífice de toda esta locura y de toda esta farsa: la directora.
Directora: ¡Hola! -dijo con una sonrisa de oreja a oreja.
La verdad, me dio asco. No me apetecía contestarle a una persona que nos estaba haciendo tanto daño, peor fuimos educados, y le respondimos con otro "hola".
Seguramente, estaría feliz de que por fin hubiera dos personas interesadas en su centro. Por allí no debía haber pasado nadie en años.
Directora: Bueno días chicos -dijo mientras nos tendía la mano, algo a lo que nosotros accedimos-. Soy la directora del internado Kingston Private School.
Salva: Encantado... Me llamo Salva y esta es mi hermana Antía -y me señaló-. Nuestros padres, por desgracia, han fallecido hace poco, así que me encuentro a su completo cuidado, pero ella quería estudiar y creemos que este es el mejor sitio para hacerlo...
Directora: Entiendo... pues mi más sentido pésame -nos dijo, señalando el corazón.
Me daba vergüenza ajena sólo d verla. ¿Como se podía poner así sabiendo lo que ella hacia a los demás?
Directora: Entrad... por favor...
La obedecimos y, por suerte aquel hombre se marchó de allí, para continuar su vigilancia. ¡Me ponía nerviosa solo de sentirlo a mi lado!
Por los pasillos, Salva y ella comenzaron a hablar amistosamente y yo, por el contrario, me mantenía en silencio.
En poco tiempo, nos fuimos a su despacho.
Otra vez lo mismo... Aquello parecía que se iba a derrumbar en cualquier momento: todo estaba extremadamente viejo y sucio. ¡Incluso había telarañas!
Tras varios minutos, ella ya nos había explicado todo lo relacionado con los estudios que allí se desenvolvian, así que nos quedamos en silencio.
Ahora era mi turno.
Antía: ¿Podríamos visitar las instalaciones? Me gustaría ver alat clases y las compañeras con las que empezaré a convivir en poco tiempo -dije con una tímida sonrisa.
Se lo pensó un rato, aunque accedió. No tenía otro remedio.
Directora: Vamos... -y se levantó de su silla.
Con ella, recorrímos r
todas las calles en las que se encontraban las niñas de primaria y secundaria y, al final, por fin llegamos a nuestro destino: las aulas de "mayores de 18".
Directora: No te preocupes, que todas son unas grandes alumnas y te acogerán de maravilla...
Me fijé más en ellas y, de nuevo, otra gran intervención mía.
Antía: Y... ¿¡¿por qué tienen moratones en las piernas?!?
Ella, se quedó en silencio, atónita.
"Jaque mate", pensé, para mis adentros.
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¿Puedo confiar en mi ángel de la guarda?
FanfictionUna sola persona puede salvarte del mundo invisible en el que vives. Sólo tienes que confiar en ella, aunque sea difícil, porque será tu Ángel de la Guarda...