Capítulo 46

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-Narra María-

Charo: ¡Blas cierra los ojos! -le gritó cuando abrió la puerta de la habitación.

Antía: ¡Carlos ponle algo en los ojos  para que no mire!

María: ¡Pero queréis dejarlo en paz! -ahora ya estaba empezando a enfadarme-. ¡Ni que fuera un secreto de estado!

Natalia: Bueno... Un poquito... Si lo es...

Blas: ¿¡¿Pero que le habréis hecho?!? -dijo al entrar, tapándose la cara con las manos-. Me dais miedo...

Álvaro: Yo te puedo asegurar que nada malo. Al contrario...

Madre mía. Estaba empezando a ponerme colorada como un tomate. Nunca me acostumbraría a recibir piropos...

David: ¡Menudo cambio te has pegado, chiquilla! -dijo este con acento andaluz.

Dani: Chiquitita, David. Se dice chiquitita jajaja

Blas: Bueno... ¿puedo mirar ya? Me estoy aburriendo...

La chicas se miraron entre ellas, cuchicheando algo en voz baja y, después de unos segundos, Antía asintió con la cabeza.

Antía: Está bien. Pero despacio ehhh. Esto es una sorpresa...

Mi ángel le hizo caso, y se fue apartando las manos de la cara lentamente.

Al verme, se quedó con la boca abierta, mientras corría a darme un abrazo, con lágrimas en los ojos.

Blas: Estas preciosa. Como siempre... -me susurró al oído

Vale. El peinado era perfecto, tenía que admitirlo.

Me habían recogido el pelo a la mitad, y me habian hecho dos trenzas que se unían en la parte de atrás, así que quedaba como una corona.

Por otra parte, también me lo habían ondulado con unas tenacillas y, antes de todo esto, me lo habían cortado de forma que, por detrás, quedaba en forma de escalera o pico.

En resultado, parecía una de esas princesitas que aparecen en los cuentos de niñas pequeñas.

Además, me habían maquillado perfectamente: me habían echado colorete rosa por las mejillas, puesto una fina sombra de ojos en tono tierra (lo que resaltaba mis ojos verdes) y me habían pintado los labios con un rojo "pasión" mezclado con un poco de gloss, aunque no resaltaba mucho.

Natalia: ¿Qué? Te gusta ehhh... Ya me puedes ir dando las gracias -le espetó entre risas.

Blas se separó de mi, y la miró con curiosidad.

Carlos: ¡Ala! ¡Ya les has cortado el rollo! Ahora que estaba a punto de darse el lote... jajaja

Dani: Pero que gilipollas que es jajaja -le respondió este, refiriéndose a Carlos, en voz baja.

Charo: Bueno, nosotros os dejamos a solas. Seguro que tenéis muchas cosas de las que... hablar -dijo con ironía.

David: Si... demasiadas -y soltó una pequeña risita.

Poco a poco, se fueron despidiendo una  uno de mi, pero claro, a cuanta más gente, más tiempo para hacerlo. Total: 30 minutos. "Lo normal".

Blas: Nunca me cansaré  de decirte lo preciosa que eres -dijo abrazandome de nuevo, pero de otra forma, quizás más romántica.

María: ¿Y tu qué?

Blas: ¿¡¿Te has visto al espejo?!?

Me miró fijamente a los ojos y, aunque me seguía hablando, yo ya estaba en otro mundo.

Vale. Mis ojos eran verdes, muy brillantes pero, ¿¡¿y los suyos?!? ¡Si decir que eran perfectos se le quedaba corto!

Blas: Ven, vamos al baño -dijo cogiendome tiernamente en brazos, como si fuera una pequeña princesita.

Y si. Otro problema: los médicos me habían prohibido levantarme de la camilla, ya que decían que estaba muy débil, así que llevaba tres meses sin caminar por mi propio pie.

¿Mi único alimento? Suero.

Todavía no habían probado como me iba a reaccionar la comida, ya que todo el tiempo que pasé en el internado secuestrada apenas había ingerido ningún alimento.

Me agarré muy fuerte de su cuello, tanto que incluso llegué a hacerle daño pero el, por el contrario, no se quejó.

Como ya me había pasado la noche que lo había conocido, no me esperaba para nada ver aquella imagen reflejada en el espejo.

El era un super modelo de esas pasarelas tan prestigiosas en comparación conmigo.

Blas: ¿Has visto como tengo razón? -dijo balanceandome en sus brazos.

María: No... Estoy horrible

Blas: Eso es lo que piensas tu, no los demás

María: Si tu lo dices -le respondi, no muy convencida.

Aunque, a decir verdad, me encantaba aquella imagen. Creo que hacemos una buena pareja o que, al menos, sabemos complementarnos el uno al otro.

Volvió a girar sobre sus pies, y me llevó de nuevo a mi "lecho".

La tarde, se nos volvió a pasar volando, como todo el tiempo que pasábamos juntos. Se resumía principalmente en besos, arrumacos y caricias por su parte, mezclado con risas, ya que el hacía todo lo posible por verme feliz.

Y la noche no fue diferente: como siempre, se tumbaba a mi lado sobre la camilla, y no pasábamos las horas mirando la estrellas.

Durante la madrugada, escuchaba ala risitas de las enfermeras entre sueños, mientras estas nos contemplaban con cariño.

¡Incluso a veces nos sacaban fotos durmiendo para enseñarnos al día siguiente que estábamos hechos el uno para el otro!

Decían que encajabamos como un puzzle, y que si faltaba una de la piezas, la otra ya no servía para nada.

Muy temprano, escuché como la puerta de la habitación se habría sigilosamente.

Me desperté un poco aterrada y, justo cuando estaba a punto de llamar a Blas, las vi a ellas.

María: ¿¡¿Que hacéis vosotras aquí?!?

¿Puedo confiar en mi ángel de la guarda?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora