-Narra María-
Me desperté entre sus brazos y, para mi sorpresa, estaba cómoda en ellos.
Me pegué más a él pero, en ese momento, abrió los ojos.
Blas: Buenos días... -dijo mirándome fijamente.
Me perdí en aquellos faroles de luz. Eran de un color... difícil de describir: verdes..., con tonalidades grisáceas..., que por momentos se volvían azules como el mar..., brillantes..., un poco rasgados..., perfectos.
Blas: ¿Eh? ¿María? -ahora me estaba sujetando la barbilla.
Ay... que vergüenza... ¿como me podía haber enamorado tan rápido de el?
María: ¿Qué?
Blas: No sé... te has quedado, de repente, tan callada... mirando al infinito...
María: No es nada...
Me volvió a besar la frente. Cada vez, este tipo de gestos me estaban gustando más.
Blas: Mira... tengo que decirte una cosa... -me dijo apenado.
¡No! Esto no podía estar pasándome... otra vez... abandonada...
Me dejaría sola... incluso podía tener novia... y volvería a estar perdida... en un mundo completamente diferente al que yo conocía...
¿Por qué tenía que pasarme todo lo malo a mi?
Me enfadé, conmigo, con él, con el mundo... Lo aparté rápido de mi, y me senté sobre el suelo, en mi esquina...
Blas: No... ¿que te pasa? -dijo mientras se levantaba y se acercaba a mi.
María: ¡Déjame! -le grité.
Estaba llorando, y muy enfadada. ¿Por qué había confiado en él?
Blas: ¿Pero que...?
Me estaba acariciando el brazo.
María: ¡Que me sueltes! -le esperé, mientras le empezaba a pegar patadas en el pecho, para que se alejara de mi.
Blas: ¿Que te pasa? -me dijo, ahora llorando el también.
Se volvió a acercar a mi.
Tenía que pararlo, así que comencé a gritar con todas mis fuerzas, aunque el resto de vecinos me oyera.
Blas: No... cállate... por favor...
Lloraba como un niño pequeño y, lo peor, era que yo también lo estaba haciendo.
Nos quedamos sentados, en el suelo, uno enfrente del otro, sin parar de mirarnos, con lágrimas en los ojos, preguntándonos que era lo que le pasaba al otro...
Y fueron pasando los minutos.
Blas: ¿Por qué has reaccionado así? Si no te he hecho nada...
María: ¡Me has mentido!
Blas: ¿¡¿En qué?!?
María: Me vas a abandonar...
Blas: ¡Yo jamás te haría algo así!
¿Sería eso cierto? Seguía sin creérmelo...
Blas: ¿Por qué sigues desconfiando de mi?
Se volvió a acercar a mi pero, está vez, no lo aparté, y me abrazó.
María: No me dejes... -le volví a suplicar, con lágrimas en los ojos, sobre su pecho.
Blas: No podría hacerlo... te quiero demasiado...
Estuvimos varios minutos, en silencio.
Blas: No es nada malo lo que te voy a contar... sólo es que...
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¿Puedo confiar en mi ángel de la guarda?
FanfictionUna sola persona puede salvarte del mundo invisible en el que vives. Sólo tienes que confiar en ella, aunque sea difícil, porque será tu Ángel de la Guarda...