Capítulo 11

640 63 7
                                    

-Narra Blas-

La llevamos al hospital lo más deprisa que pudimos y allí la trasladaron a un box de urgencias. Como siempre, su doctora estaba allí para atenderla. En ese momento, empecé a pensar que el verdadero Ángel de la Guarda de María era ella, ya que cada vez que estaba en peligro siempre le prestaba su ayuda.

Doctora. Tienes que tranquilizarte y pensar que estás bien, que esto no es nada y que no podrá contigo, ¿vale cielo? -le dijo a María acariciándole delicadamente las mejillas.

Una celadora la ayudó a tumbarse en una camilla y nos dijo que la siguiéramos, porque le iban a hacer unos análisis de sangre y una ecografía para ver como estaba el bebé. 

Por los pasillos, mucha gente se nos quedaba mirando. No sabía si era porque nos conocían como cantantes o porque nos habían visto el los telediarios tras salir una y otra vez en las noticias después de que se descubrieran todos lo secretos que aquel internado escondía.

Mientras la metían en una sala, nos dijeron que esperásemos sentados en unas sillas que había en una pequeñísima sala de espera.

Blas: Espero que no sea nada...

Antia: Ya veras como no. Seguro que es el cansancio que la ha agotado mucho. No debería haber andado tanto...

Álvaro. Además de noche, con el frío que hace ahora en noviembre y por esa pista forestal que mete miedo. Es que solo a ti se te ocurre decirle que parece una niña pequeña cuando se queja de que no quiere comer algo que no le gusta. Yo hubiera hecho lo mismo en su lugar, sinceramente.

Blas. Fui un imbécil gritándole eso, lo sé, y me siento tremendamenete culpable por ello.

Carlos. Mientras lo reconozcas, nos damos por satisfechos -se rió.

En ese momento, la puerta de la sala se abrió.

Doctora: Blas, ¿puedes pasar, por favor? María está muy nerviosa y así no soy capaz de inyectarle las jeringuillas.

Blas: Claro, sin problema.

Entré. Estaba tumbada en una camilla y tenía la respiración acelerada a juzgar por como subía y bajaba su pecho debajo de las sábanas que le habían puesto.

Blas: Ey, ¿qué pasa? Tienes que calmarte, ¿vale? Solo será un momento.

María: No... No quiero que me saquen sangre... No me gusta, me duele -me susurró cerca de mi cara.

Blas: ¿Qué te dije antes?  A veces tenemos que hacer cosas que no nos gustan pero que son buenas para nosotros, y esta es una de ellas. Solo será un pinchacito de nada. 

Doctora: No muevas el brazo o te haré daño -dijo cogiendo la jeringuilla.

Intenté distraerla diciéndole que me mirase mientras le hacían el análisis y,por suerte, funcionó.

Doctora. ¿Ves como al final no ha sido para tanto? Solo es cuestión de tranquilizarse, nada más. Ahora te voy a hacer una ecografía para ver el bebé, y no te preocupes, que esto no te va a doler.

Le echó el gel por la barriga y ambos miramos el monitor que había al lado de la camilla. Para mí, todas aquellas rayas de la pantalla no tenían sentido ni significado alguno pero, según la doctora, uno de aquellos manchurrones era el bebé. Dijo que tendría, mas o menos , el tamaño de una nuez, cosa que me dejó completamente atónito. ¿En serio solo había crecido eso en dos meses?

Doctora: El bebé está perfectamente. Creo que tu cansancio no le ha afectado mucho.

Blas: Pero... escupió sangre por la boca. ¿Eso no es malo?

Doctora: Se debe únicamente al esfuerzo de haber caminado toda la noche. Parece más grave y se le da más importancia de lo que realmente la tiene, aunque le prestaremos atención por si vuelve a suceder. ¿Sabéis que? En todos los años que llevo trabajando en la medicina me he dado cuenta de que los jóvenes os alarmáis por cosas estúpidas. Hacéis un mundo de un grano de arena jajaja.

María: ¡Lo he pasado fatal deambulando por el bosque yo solo con el frío que hacía! ¿No te perece algo importante?

Doctora: Eres muy impulsiva. Deberías controlar eso. ¡Y claro que es importante, aunque a ti no te lo parezca! No se puede reaccionar así solo porque te digan que pareces una guiña pequeñita.

María: Lo sé... Y ya he prometido no volver a hacerlo... -explicó sonrojándose.

Doctora: Y tu, señorito -dijo señalándome -, tampoco deberías haber reaccionado así. Si un día no quiere comer algo, no es el fin del mundo.¡Ya lo probará otro día, hay tiempo para eso! Pero echarnos la culpa unos a otros y criticarnos nuestros defectos no es la forma de solucionar un conflicto. Todo hay que hablarlo, con calma, y explicándole a la persona nuestros motivos por los que hemos tomando esa decisión, no gritando y echando trapos sucios a lo loco.

Blas: Yo también he prometido no volver hacerlo -le juré, con la mano en alto.

Doctora: Me parece bien. Y espero que no se os olvide A LOS DOS. Os voy a vigilar ehhh

Se levantó de la silla, volvió a llamar a la celadora de antes y entre las dos se la llevaron a una habitación para que descansara y se pudiera recuperar.

Por el camino, me explicó en voz baja que le iban a suministrar unos calmantes para que pudiera dormir mejor, que no le afectarían a la salud del bebé. Mientras tanto, Carlos llevaba cogida de la mano a María, que seguía tumbada en la camilla.

Carlos: ¡Qué vida de reina! Así cualquiera no va a gusto al hospital.

Antia: Te compraré una tiara de princesita en el chino que hay al lado de casa, no te preocupes.

Álvaro: Y no te olvides de la varita mágica con forma de corazón.

María se echó a reír ante semejantes ocurrencias y creo que la celadora que la llevaba también. La doctora ya nos conocía, pero seguro que una persona que jamás nos había visto por el hospital se extrañaría de nuestra felicidad en aquel lugar. Nos habían tratado siempre muy bien, teníamos que reconocerlo.

Después del paseito por los pasillos nos dijeron que nos volviéramos a sentar en unas sillas que había al lado de la puerta que daba a la nueva habitación de María. Ellas entraron para inyectarle los calmantes y luego cerraron la puerta sigilosamente.

Doctora: Chicos, creo que ya se ha dormido o, por lo menos, tiene los ojos cerrados. Os pido por favor que si entráis no hagáis mucho ruido porque a lo mejor se despierta con mas facilidad de lo que pensamos. No creo que eso ocurra hasta dentro de varias horas así que, si no habéis comido, podéis aprovechar este tiempo para hacerlo -y, tras decir esto, se despidió y se fue por el pasillo por el que habíamos llegado hasta allí.

Carlos: ¡Por fin! Porque tengo un hambre que me muero.

Álvaro: Tu siempre tienes hambre, no mientas.

Blas: Yo prefiero quedarme aquí aunque esté dormida.

Antía: Blas, ya has escuchado a la doctora. No se va a despertar pronto. Además, ya son las cuatro de la tarde y tu llevas sin probar bocado desde ayer. Si quieres, Álvaro y yo podemos quedarnos mientras tu y Carlos bajáis a comer algo. Luego iremos nosotros.

Álvaro: A mí me parece bien. Estar en los hospitales me quita el hambre....

Blas: Vaaale -dije  de mala gana. No me hacía mucha gracia la idea-. Pero llamadme ante el más mínimo problema.

Antia: ¡Qué sí pesado! ¡Cállate y lárgate de una vez!

Intenté no imponerme más. Las reacciones de Antia podían ser peores que las de María.

Además, no quería mas problemas. Ya haba tenido bastimente por hoy...



¿Puedo confiar en mi ángel de la guarda?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora