Capítulo 12

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-Narra Blas-

Esa tarde, le enseñé a María como debía "comportarse" ante algunas situaciones de la vida cotidiana que, para ella, eran como hablarle en un nuevo idioma que jamás hubiera escuchado.

También le conté mi historia, la cual, era perfecta en comparación con la suya.

Le puse los discos de Auryn, el concierto en el CCME (Coca Cola Music Experience), los videoclips...

Pero, de todo esto, sólo le quedó una cosa grabada: la canción "Me gusta" que, más tarde, le acabé cantando "a capella".

Sonó el timbre.

Ella empezó a temblar, y se notaba el pánico en su cara.

Blas: No... tranquila... no te preocupes... no pasa nada... es Rocío... -le dije mientras le acariciaba la mejilla izquierda.

El sonido de un nuevo timbrazo volvió a invadir toda la casa.

Blas: ¿Quieres irte a la habitación?

María: Si... -me respondió con la voz temblorosa.

La acompañé allí y, después, fui a abrir la puerta.

Rocío: ¡Ya era hora! ¿Donde te habías metido?

Esa pregunta me había pillado desprevenido. Me quedé blanco. Tenía que inventarme algo rápido.

Blas: Ehhh... es que... estaba limpiando los cristales de la ventana de mi habitación y... sino... ¡se les secaba el producto que le había echado!

Rocío: Vale... normal... Bueno, aquí tienes la ropa.

Allí, a su lado, había por lo menos 8 bolsas a rebosar.

Blas: Y esto te ha costado...

Rocío: 932 €. Como querías varias prendas de cada tipo, te traje tres de cada. Hay pantalones, camisetas, vestidos... ¡ah! Y ropa interior, calzado y pijamas. No sé si le van a hacer falta, pero por si acaso...

Blas: Ay Rocío, te debo una. ¡Gracias!

Rocío: Para eso estamos los amigos

jajaja

Al final, le di 950 €, que guardaba en mi "hucha de imprevistos".

Blas: Y quédate con el resto. Míralo como una propina por tu trabajo...

Rocío: Perfecto. Pues entonces... ¿nos veremos próximamente en el estudio?

Blas: Supongo que si. Bueno... chao, que tengo que seguir limpiando...

Rocío: Si, si... ya me enseñarás tus "ventanas relucientes" algún día...

Blas: Eso no lo dudes...

Y le cerré la puerta.

Fui a buscar rápido a María. Cuando entré, estaba sentada en la cama, y me miró con curiosidad.

Blas: Ya he vuelto... -le dije con una sonrisa.

Se levantó. Ahora, ya se comportaba "con normalidad", aunque era muy pronto para decirlo.

Blas: Ven a ver la ropa, a ver si te gusta...

La llevé de la mano hasta la entrada.

Juntos, inspeccionados hasta el último detalle de cada prenda.

María: Me gusta este vestido -dijo enseñándome un traje color agua, que combinaba perfectamente con sus ojos verdes.

Blas: Es precioso... como tu...

Se sonrojó un poco y, más tarde, nos fuimos a cenar.

Cuando me fui a cepillar los dientes, me fijé en el botiquín que tenía en el mueble del lavabo.

Si. Allí dentro debía haber cremas que, hoy, me venían perfectas para las heridas de aquella "princesa sin corona".

¿Puedo confiar en mi ángel de la guarda?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora