Capítulo 23

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-Narra Blas-

Tenía miedo, y mucho.

No era por ella, sino por la pistola que había entre sus manos. Eso era lo que me atemorizaba.

Además, estaba temblando. Quizás de desesperación, o temor a algo o alguien.

Policía: ¡Baje el arma ahora mismo! ¡No pretendemos hacerle daño!le gritó, mientras él empuñaba otra.

Dani: Esta tía está loca perdida... -susurró a mi lado, sin poder dejar de observar la escena.

De repente, aquella mujer empezó a caminar hacia delante, dirigiéndose al patio del internado, y con el sonido de sus tacones de fondo, algo que ya se había convertido en típico de ella.

Directora: Años... ¡Años he tardado yo en construir esto! Y ahora... ¡Ahora cinco niñatos de mierda me lo han arrebatado todo en apenas segundos!... Esto era lo más importante que tenía en mi vida... y me lo habéis quitado... -dijo a punto de llorar.

David: Madre mía... está como una cabra... -soltó este en la pequeña pausa que dejó la directora en su discurso.

Directora: Pero se acabó... Estoy harta de está farsa... De ser un juguete para  todo el mundo... Ahora... ya no hay vuelta atrás y... voy a hacer algo que  debería haber hecho hace mucho tiempo...

En dos movimientos, empezó a disparar con la pistola sin ton ni son.

Cerré los ojos, y apreté a María todavía más contra mi pecho, para que las balas no impactaran sobre ella.

Tres... Tres fueron los sonidos que aquella mujer hizo con el arma.

Volví a abrir mis ojos, ya que el silencio había hecho acto de presencia.

Para mi sorpresa, la directora estaba tirada en el suelo, con un disparo de pistola en la cabeza y, a su lado, los dos guardas, también muertos.

De repente, se pasó del estricto silencio a la euforia efusiva.

Todas las alumnas empezaron a gritar y aplaudir, emocionadas e, incluso, las mayores, también lo estaban celebrando.

En ese momento, sólo deseé que, algún día, todas ellas pudieran llevar la vida feliz que se merecían porque, ahora, la de una de ellas, dependía de mi.

En pocos segundos, un equipo médico se acercó a mi, mientras los policías y bomberos se dividían para investigar y entrar en los dos edificios.

Médico 1: Pongala sobre el suelo, por favor... -me suplicó uno de aquellos hombres con bata.

Le obedecí ya que, por mi mismo, ya no tenía nada más que hacer por ella.

Ahora, sólo deseaba que la  pudieran curar lo más pronto posible, y que pudiera abrazarla, besarla y mimarla de nuevo.

Los enfermeros empezaron a aparecer de dos en dos a su lado, poniéndose a su alrededor.

De repente, sentí una mano, agarrar mi brazo y tirar de el.

Me giré. Era Antía, que me abrazó en una abrir y cerrar de ojos.

Antía: Ya ha pasado todo... Pronto se recuperará... -me susurró al oído mientras me acariciaba la cabeza.

Me escondí en su cuello, notando las lágrimas resbalar por mi rostro.

Blas: ¿Y si se muere?

Antía: No lo hará...Los ángeles de la guarda nunca lo hacen...

¿Puedo confiar en mi ángel de la guarda?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora