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Su móvil sonó en sus bolsillos, lo sacó  mientras se dirigía al auto, su media hermana, Beth le llamaba.

—¿Cómo estás? Tornado.

—Estoy genial, llamó para saber si vendrás para mí recital— escuchó un bullicio y sonrió.

—Estaré ahí en primera fila, no me lo perdería por nada,  pequeña.

—Eso espero, la última vez eso dijiste y no llegaste, te digo desde ahora que no quiero excusas, este es el último.

—Sabes que no miento cuando digo que estaré, la última vez había una tormenta de mi...

—¿Qué? —gritó la niña.

—Una tormenta de miel... Pegajosa y abundante — rectifico chocando su palma en su frente.

—Le diré a mama de tu vocabulario inapropiado con tu hermana de siete años.

—Beth... No me chantajes, recuerda que se que tienes de novio a Carson el hijo de Monica y que te besas con él  en la casa del árbol— la niña no habló más solo escuchó un gimoteo — no diré nada..., Pero tienes que saber que si le cuentas algo a mama...

—¿Qué?¿ De qué hablas?... Yo no sé nada... Nos veremos el lunes.

Y colgó.

La risa lo inundó por completo, iba sufriendo de arcadas, esa niña era en verdad un tornado.Y pensar que lo había inventado todo, y resultaba verdad. Entonces dejó de reír. Iba a tener una charla con ese niño luego. Con ambos.

Se introdujo a su auto luego de que Mich le abriera la puerta con un asentimiento de cabeza.

—¿A donde señor Stone? — preguntó  con su voz gruesa y baja.

—A casa, Mich.

En el trayecto su chofer encendió la radio, por alguna extraña razón no quería escuchar la lista de reproducción de siempre. En la emisora había una buena canción de los Rolling Stones. Mientras iba mirando su correo iba tarareando la canción muy bajo, y cuando llego al final  decidió que era suficiente de música, lo entretenía  a tal punto que no lograba concentrase en su trabajo.

—Mich... — fue todo lo que pudo decir, una canción que tenía mucho que no escuchaba se reproducía haciendo que volviera de una forma al pasado.

De Journey cantaba su canción emblemática y el recordaba a una chica de piel oliva y cabello castaño muy hermoso que bailaba por todo su apartamento de  universitario en ropa interior blanca y sus medias de vestir. Pía.

—¿Señor?

—Súbela...

Wow ¿cuánto tiempo había pasado? Cuatro años, prontamente cinco, desde la última vez que la vio. Si. Aún recordaba su rostro, su risa, ella había sido su todo, pero algunas cosas simplemente no podían ser. Suspiró cansado, no estaba de ánimos para amargarse, y recordar su expresión cuando le dijo que se iba del estado y que no volvería, lo desalmaba. Aún lo hacía, la había querido y porque había sido tan intensamente no había querido volver a verla, temía dejarlo todo si ella se lo pedía, más sabía que no podía, no debía darle la espalda a las responsabilidades que tenía luego de la muerte de su padre.

¿Qué habrá sido de su vida? ¿Habra terminado ella su carrera?  ¿Se habrá olvidado de mí?

Dejó su interrogatorio retórico y se concentró en su trabajo. Más no pudo por mucho tiempo. Cerró entonces el portátil y miró por la ventana.

Sonrió recordando, no era malo recordar los buenos tiempos, para nada. Dio libertad a sus pensamientos, recordó  y memoró sus días con ella.

Aún tenía presente como había sido su primera conversación y la ropa que ella tenía puesta. Su hermosa falda blanca, zapatillas deportivas, chaqueta de denim y gorra del equipo de la universidad. El estaba en su segundo año y ella ni si quiera iba a esa universidad, pero el no lo sabía, parecía perdida y  no quería que nadie más se le acercara,  no era de los que consideraban a las chicas como presas, pero ese día decidió cazarla.

Años atrás

—¿Qué edifico buscas? — preguntó  llegando a su lado mientras la cámara que tenía en las manos grababa.

—Oh, hola... No es un edifico en  realidad, son los dormitorios, no tengo idea de nada de este mapa...

—Esta al revés...

—Si, claro...

Ella rió  y a él le pareció haber escuchado un sonido divino, una composición única.

—Me gusta tu risa...

—¿Así es como conquistas a las nuevas?

—No, así es como te digo que me gustas.

Ella volvió a reír y asintió  frenéticamente.

—Mi nombre es Pía Torres

—Daniel Markus Stone.

Un silencio se formó   y ella miró a otro lado algo inquieta, él estaba igual.

—¿Piensas llevarme a donde quiero ir o solo te quedaras mirándome? — ella fue directa mientras le miraba a los ojos.

—Ambos cosas... —  le mostró su sonrisa y aquel hoyuelo coquetón — ven conmigo.

*

—Llegamos señor Stone.

Capítulo antes de tiempo y algo largo.
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Cliché y puntoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora