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Estacionó el auto frente a la casa y bajó con su hermana, en verdad iba nervioso, tanto que sudaba las palmas de las manos. La niña corrió a la entrada y tocó  la puerta y presiono  el timbre dos veces. Iba a sermonearla por su desesperación, pero solo logró recordar algo.

...Nena... No comentes nada de lo que te dije, él niño es solo otro amiguito más, el bebé ni lo sabe y... No quiero asustarlo.

–De acuerdo.

Nadie abrió la puerta, pero si se escuchaba personas dentro. Un auto se estacionó y quedo mirando a ver quién salía de el, Sally tenía los ojos como dos platos cuando lo vio. Llegó a su lado y le miró.

–Tu cara dice mucho.

–¿Porque lo dices?– la miró  sin si quiera sonreír.

–Parece que vas a identificar un muerto a la morgue.

–Estoy muy nervioso.– fue honesto.

–Descuida, cuando él niño te salte con la primera curiosidad se te olvidara todo.

La chica no tocó  el timbre solo el pomo de la puerta y la abrio.

La casa estaba organizada, pasaron por el pequeño recibidor y al llegar a la sala de estar, allí en la pequeña sala estaba el niño, se había incorporado para tomar el control de la televisión. Apagó  el televisor y se quedo mirando hacia el pasillo. El estaba tieso.

–Mami... Tengo sueño...–su estómago cosquilleo cuando escuchó su vocecita y su corazón dio un salto.

El levanto las manos y allí apareció Pía, tenía el cabello arreglado, conjunto de sastre y estaba maquilla, como si fuera a salir.

–Vamos a tomar la siesta–Sally hizo entonces un sonido para llamar la atención y en cuanto ella enfocó la vista en los invitados, su rostro cambió drásticamente.

Lo primero que ella hizo fue mirarles asustada, luego les mando a tomar asiento, el niño giró su rostro mientras estaba en los brazos de su madre y al mirarlo frente a frente, fue como recibir algún tipo de toque eléctrico el cual disimuló cambiado el peso de su cuerpo al otro pie.

Beth fue la primera en moverse y al pasar al frente y sentarse  en los muebles el niño quedo mirando curiosamente a la niña.  Beth le hizo señas de que se acercara y el lo hizo, aunque no había despegado la mirada de ningún de los dos, ni de Pía ni de Danmark.

–Prepararé algo de tomar–escucho a Sally hablar.

El la miró esperando y ella que aún estaba sin pestañar y notoriamente perturbada por su presencia se sentó frente a ellos y su bebé la abrazo dándole la espalda.

–Dan, mi vida, te quiero presentar un amigo de mama y luego tomaremos la siesta–el niño asintio sin girar.–¿Piensas sentarte?–  volvió a asentir.

Se giró y con sus ojitos pequeños les miro.

–El es un muy buen amigo de mama, desde antes de que nacieras, su nombre de Daniel. Saluda a Daniel como es debido.

Él tímido y lento se paró  y llegó  hasta el, sentía que lo habían frisado, pero al niño sonreírle y mirarlo curiosamente sintió un alivio grande.

–Hola, mi nombre es Danmark–llegó  y levantó su pequeña manita y se la tendió, mientras miraba a su madre y sonreír.

–Un placer... Mi nombre es Daniel–soltó su mano y el procedió hacer lo mismo con Beth.

Cliché y puntoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora