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Mientras miraba en su computador las fotos de la noche anterior y bebía de su taza de café, sonrió. No estaba para nada trabajando en lo que debía. Los novios pagaron por adelantado para tener las fotografías listas y retocados tres días después de la boda, mas ella tenía toda la mañana, luego de que aquel morenazo se fuera y su hija Simone llegara, editando y trabajando en las fotografías que tomó para Daniel, Pía y el cielo de Danmark.

En ese momento estaba deleitada con aquella fotografía en especifico, ellos dos se miraban a los ojos, estaban riendo muy cerca y Danmark, tomado de las manos de ambos, los miraba a ellos, eran perfectos juntos y no podía ser de otra manera ni en esa ni en otras vidas

Ver a Pía completamente descompuesta la noche anterior la hizo arder, y estaba más que claro que tenía que darle una charla a aquella regalada.

Recordarla mientras le decía todo lo que no procesaba su cerebro le hizo darse cuenta de que la chica no era tan maldita, pero que estaba desesperada.

–Me permites un momento– le dijo cuando la encontró mirando a la nada fuera del salón.

–Yo no he sido, no le hice daño al niño– fue la respuesta de ella cuando vio su cara de enojo, aunque si pensó que quizás ella había provocado la caída del bebe, que se lo aclarara desde el principio la hizo detenerse un momento porque sin importar que esa no fuera su lucha estaba dispuesta a arrastrarla por aquella mata de espigas.

–Pues que me lo hayas aclarado te tiene en pie e ilesa ahora mismo. Pía es mi mejor amiga y Daniel es el padre de su hijo, te habrás dado cuenta que entre ellos hay una tregua y no quiero que se vea afectada por una intrusa, esa eres tú.

Le dijo mientras se acercaba, el rostro de la chica estaba serio, como si no estuviera intimidada, pero que le importaba, la retaba a que diera el primer paso, que si Ciara se creía peligroso se daría cuenta de que ella también.

–Nunca debiste ir por el niño, es muy bajo, hay límites que tienes que aprender a respetar... y tienes suerte de que yo no fui con ella, porque aunque Pía sea calmada... no significa que yo lo sea y aunque esta no es mi lucha... me atrevo a meterme por ella... si nunca te han amenazado o advertido... esta será la primera y también la ultima. Lárgate, vete lejos... toma un avión y piérdete, porque yo no dudare en cumplir con mis amenazas si ella vuelve a verse perturbada por tu causa.

–Yo no quiero que...

–No me importa... te hare sufrir lo que en mil vidas no puede sufrir nadie... y tómame muy en serio... porque si tú estás loca... yo lo estoy más.

Si, quizás se había pasado, la chica casi desapareció ante sus ojos, y no verla rechistar le dijo que había entendido bien su advertencia. Quizás exagero, pero Pía le dijo algo una vez. La boca es la mitad del pleito.

Y antes de irse lejos de ella le dijo, como si supiera una mierda de lo que ellos hablaban, como si Daniel hablara con ella.

–La tiene en alta estima, la quiere aunque no quiera aceptarlo. Si te ha dejado por estar con ella y su hijo tiene que ser una clara señal, no sé que buscas aquí cuando sabes que no eres rival. Esta batalla tiene ganador antes de que siquiera existieras. Busca alguien más... se feliz con otra persona porque él es feliz con Pía... ¿O no te has dado cuenta?

Los ojos de la chica le dijeron que había dado justo en el clavo y como una venenosa se dirigió de nuevo a la entrada del local a seguir trabajando.

Recordar que luego de arder de rabia fue excitada por un hombre de un metro noventa y uno, de piel oscura y ojos marrones la hizo removerse en la silla mientras recordaba que casi había muerto entre los brazos de ese hombre la noche anterior.

Cliché y puntoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora