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El no podía creer, no podía asimilar que su hijo tan rápido se hubiera dedicado a hablarle como si nada, no había resentimientos y no le había preguntado más porque no había estado antes con él, era algo increíble, un adulto hubiera iniciado un llanto despechado y hubiera hecho todo lo contrario, estuvo respondiendo todas las interrogantes del niño, mientras Pía les miraba, hubo un tiempo en donde ella no estuvo, cuando fue a cocinar algo, pero fue suficiente tener ese laxo de tiempo solo para ellos dos. Una de las tantas preguntas del niño fue en qué trabajaba y donde vivía, otra había sido si tenía más abuelos, preguntó por sus juguetes y comidas y otras cosas que se le habían ocurrido.

Mientras comían su madre le llamo, tuvo que alejarse, quería decirle todo lo que había pasado y no quería esperar, y una vez que comentó que su hijo ya sabía de él, escucho a su madre suspirar y sabía que aquel suspiro no era un mero suspiro, por lo general a ese suspiro le seguían lágrimas, el también lloro, se permitió hacerlo, pero solo porque eran lágrimas de felicidad.

Su madre le dijo que lo esperaba, y aunque sabía que lo hacía, no quería irse y dejar a Danmark.

Al volver su hijo le sonrió.

–No irás a dejarme ahora ¿O sí?–su pregunta fue muy fuerte y el estaba muy serio.

Un silencio corto se expandió por unos momentos hasta que el volvió a hablar.

–Porque quiero ir contigo para decirles a los niños del arenero que mi papá es importante y que ya está conmigo...–eso le pudo a Pía que la vio sonreír, pero con sus ojos llorosos.

–Iré contigo a donde quieres que vaya. Pero tengo mi casa lejos de aquí, claro que siempre estaré contigo, no pienso dejarte por nada del mundo, pero como soy adulto tengo que trabajar.

–Mama también trabaja y siempre vuelve por mi...–sonrió mientras tomaba su tenedor plástico e introducía un poco del puré de papas en su boca despreocupadamente.

–Yo seré como mama...

Vieron algo de televisión, jugaron al rompecabezas y él le dijo los nombres de los huesos que conocía, algunos ocho para ser exactos y eran algo genial, el solo tenía tres. TRES.

No quería dormirse a la hora de la siesta, pero termino dormido por el cansancio.

Cuando llegó a la cocina Pía sonría.

–El... Esta diferente, tengo que reconocerlo–dijo mientras él tomaba asiento.

– ¿Por mi?

–Sí, el... Siempre ha sido muy callado, tengo vídeos que lo confirman, siempre calculador, eso no lo ha dejado, pero mientras jugaba incluso conmigo o mis padres, siempre estaba callado, escucharle reír y gritar mientras hacen el rompecabezas o ven televisión es refrescante y le escuche preguntarte tantas cosas, conmigo lo hace, pero contigo... Él te ama...

–Y yo a él...

–Suéltalo.

– ¿De qué hablas?

–Sé qué tramas algo, vi tu rostro cuando él te pregunto si te irías otra vez... Hubo un tiempo en el que te conocí bien... Y si no has cambiado...

–Quiero que te mudes conmigo... – sin anestesia soltó aquella bomba, y la agarro así, desprevenida, lo supo por la reacción de su rostro. Abrió los ojos desmesuradamente y apretó el paño que usaba para secar las lozas.

Cliché y puntoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora