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Calló de golpe y golpeó el volante por una ira arrebatadora que la inundó.

-¡Ha! Tan Bello y tan mal nacido. Idiota, me dejaste y jamás llamas. Me dijiste que me amabas... Mentira. Todo. Fue una maldita y vil mentira.

Casi llora, pero se lo prohibió, ya había llorado demasiado, cuatro años eran suficiente, ese había sido su santo remedio y le daba gracias a Dios que no había vuelto a verle antes.

A mitad de camino recibió una llamada de Sally, sabía que no iba parar hasta que respondiera.

-¿Qué? -gritó.

-Quiero que sepas que solo planee las fotos, no pensé que él estuviera aquí, yo no planeé eso. ¿Me crees? - habló alterada.

-Te creo, Sally. Descuida. No pensé ni por un momento en ti al verle allí.

-Gracias... - dijo fingiendo estar dolida.

-Tu entiendes, no te hagas la desentendida. ¿Ya culminó?

-Aún no, pero según Miranda las personas importantes que ella conoce están fascinadas, y he vendido todas y cada una de tus fotos. No me preguntes quien las ha comprado ya que no tengo idea, pero según escuché fue un tal, Geoffrey.

-Eso es aterrador. Tengo que dejarte, estoy camino a casa.

-Comprendo. Gracias por no negarte al baile improvisado.

-Cuando quieras, aunque te diga otra cosa lo harás, así que ¿para que negarme?

Colgó y en sus oídos quedo la risa estridente de su amiga. La amaba, pero había querido matarla momento antes, le había dicho cuando llegó.¨ Tienes que hacer una baile, por favor. Quiero algo diferente. Y lo había hecho, solo porque quería que esa noche fuera excepcional para su amiga. La muy malvada tenía todo calculado porque hasta un traje le había llevado para que danzará.

Al llegar a casa de sus padres vio a su bebé rendido en la habitación que una vez había sido de ella. Sus padres la había acondicionado para cuando ella tuviera que salir, Danmark se quedará a dormir y ella también, no era muy grande, pero era muy acogedora.

Se despojó de todo, se dio una ducha y se acostó en su cama. Cuando se estaba durmiendo sintió entre sueño unas manitas en su cintura y abrió los ojos mientras sonreía. Su bebé estaba allí con ella, se dio la vuelta con cuidado y lo abrazo. Dormir con su bebé era la cosa más rica del mundo, sentir sus manitas en torno a ella, su respiración y sus movimientos era volver al tiempo en que lo había tenido dentro de ella, pero mejor.



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-Dan... No te vuelvo a llamar más, se supone que te dormiste a las ocho, son las ocho de la mañana, tengo que salir y llevarte al doctor. Colabora.

Hablaba con su hijo mientras este estaba intentado volver a dormir, se había puesto la almohada en la cabeza y se había arropado por completo. Aún seguía enfermo, mejor que días atrás, pero seguía con el dolor de garganta.

-Pía, por Dios... - antes de que su padre dijera algo, su madre llegó y habló.

-Silencio, Jay. Es su hijo... No puedes faltar a la autoridad que tiene como madre del pequeño. Apóyala, simple.

-Esta mujer. El Niño quiere dormir.

-¡Papa! - le gritó.

-Solo digo.

Una media hora más tarde, salió de la habitación rendida, no había querido pararse y ella no podía más. Se arrojó al mueble de la sala y su madre llegó a su lado comiendo una tostada con una taza de café. Extendió la mano y tomó un poco, su madre le ofreció café y negó. El silencio se formó denso, no estaban tan bien luego de aquella platica en el parque. Pero se arreglarían, siempre lo hacían, en su mente recreo una disculpa y suspiró pesada lista para soltarla.

-Estuve pensando en lo que hablamos el otro día.

-¿De Daniel? - asintió - ¿ A qué conclusión llegaste?

-Tiene que conocer a su padre, lo he privado de ese derecho por tontas razones, y decidí localizarlo.

-¿De casualidad violaste la seguridad de algún computador, Pía? - pregunto su madre con reproche.

-¡Claro que no! - rodó los ojos - pregunte por el, y... No respondió. Pero... Ayer hable con el. Anoche en realidad - su madre abrió más los ojos y se acomodó en el asiento -quedamos de juntarnos... Está aquí.

-¿Lo viste? ¡Oh! - dijo rapido y mordió su labio, a puro su taza de café y Pía terminó por comerse el poco de la tostada- genial, de ante mano te pido que no le golpees.

Soltó una carcajada fuerte su madre la conocía muy bien, y si, había pensado en ello, hasta había soñado con eso, ella, un bate y el, acorralado. No logró propinarle ni un solo batazo, por desgracia.

-No lo haré... Si no lo hice ayer, menos cuando le vuelva a ver... -calló- necesito un consejo. No sé cómo decirle, he estado pensado en solo verle hoy para hablar y luego volver a invitarlo para... Decirle. Yo... En verdad estoy muy nerviosa.

-No opinare sobre ello, debería, pero creo que sabrás cómo hacerlo, cuando llegue el momento, aunque lo que sí te diré es, no esperes una buena reacción de ese muchacho.

Cliché y puntoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora