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No dijo nada, quedo mirándola y en su cabeza algo estaba tintineando, pero aún no entendía porque ella le hablaba de eso ¿que tenía el que ver con su hijo?

–Dan tiene tres años y se parece muchísimo a ti...

Cuando su cerebro proceso aquellas palabras, quizás pasaron algunos segundos, que le parecieron eternos y su cara se arrugó, sus ojos se nublaron y una ira inmensa le inundó el cuerpo. No sabía si llorar o zarandearla por lo que estaba diciendo.

–¿Cómo?–dijo el, no quería que hablara, la pregunta era retórica, pero cuando la vio abrir la boca la callo–Eres una bruja–le dijo mientras su respiración estaba agitada y aunque quería quedarse y gritarle un montón de barbaridades solo giró con urgencia y la dejo sola.

Mientras iba de camino a su hogar, estaba confundido, las lágrimas estaban por toda su cara y su labio inferior temblaba ¿Tengo  un hijo? ¿Cómo diablos ella había sido tan maldita de no decirle? ¿Tres años y ella no pensaba decirle de su existencia? ¿Tres?

–Que maldita, que maldita–iba gritando.

Estaciono el auto cuando llegó a la casa de su madre, bajó  y caminó con paso furioso hasta la entrada. Valerie lo esperaba en la entrada y le miraba como si se compareciera de el.

No fue capaz de decir nada, solo quedó allí, en la puerta con la espalda pegada de esta, había entrado en estado de shock y ni si quiera escuchaba lo poco que en ese momento le decía su madre. Su cabeza era un torbellino de pensamientos, estaba abrumado, sobre excitado y sentía que su cabeza iba a estallar. No todos los días se recibía una noticia como esa y nunca había imaginado tal posibilidad.

Entonces grito, no quería llorar, más gritar le parecía una buena forma de desahogarse, de liberarse de toda la tensión acumulada luego de aquella noticia. Demasiado fuerte como para no volverse desquiciado.

Cuando sintió su garganta doler pensó que era buen momento para callar, se deslizó por la puerta y quedó allí mirando sus pies. No se dio cuenta cuando quedó completamente solo, lo que sí vio al abrir los ojos fue aquella bolsa de plástico a sus pies. Limpiando su nariz y mirándola con detenimiento leyó la inscripción.

Danmark

¿Cómo no se había dado cuenta? El niño  tenía sus dos nombres en uno. Tomó lo que yacía en frente de él y lo observo por largo tiempo. No quería que nadie llegara y le interrogará, así que se incorporó y con paso lento caminó hasta su habitación. Allí volvió a llorar. No era propio de él perder los papeles de esa forma, pero la situación no era para menos, tenía un hijo, tres años después sabía de su existencia y la cínica de Pía tampoco pensaba decirle.

¿Como no me dijo? ¿Como pudo callar algo de tal embarga dura? Tengo un hijo y ni siquiera se como es.

Vio la bolsa con el nombre, pero no quiso ni verla, se arrojó a la cama y luego de una lucha grande con el llanto el sueño lo venció. Tuvo una pesadilla horrible, pero no quería pensar en ella. Para nada, claro que la recordaba, incluía a su hijo, pero Pía estaba en ella y por tal la consideraba una pesadilla.

Al incorporarse se asusto un poco, su madre estaba ahí.

–¿Quieres hablar al respecto?–pregunto con sus manos tocándole el cabello.

–No lo sé... Sintió que he tocando fondo y allí me han dejando caer una bola de demolición.

–No tengo la menor idea de cómo se siente eso, pero quiero que sepas que estoy aquí para ayudarte, para eso están las madre... Ahora... ¿Quieres hablar de todo el asunto de Dan?–abrió los ojos y estos a la vez se nublaron por la lagrimas.

–¿Sabias de el?–en su voz no había reclamo, solo sorpresa.

–No, la verdad, pero lo imaginaba, las vi algunas veces... Y al ver el niño lo sospeche.

–¿Se... Se parece a mí?–su voz se quebró.

El no podía lidiar  con tal noticia no soportaba saber que en esos momentos tenía un hijo y que hasta ahora se lo decían.

¡Tengo un hijo! ¡Por Dios santo!

–Es tu copia, no lo he apreciado mucho, la verdad, me refiero, de cerca, pero su cabello y color y el de sus ojitos es igual. No puedo decirte si tiene tus lunares o tu nariz– tocó su rostro.

–Ella me oculto eso... Es despreciable...es...

–No sé qué excusa te dio, pero no puedes juzgarla y no quiero que lo hagas, sus razones tuvo, deberías pensar bien las cosas y ponerte en su lugar. No estoy de su lado, pero, mi cielo... Tú la dejaste ¿que esperabas que ella hiciera al saber que tenías tal responsabilidad? Apenas eras un niño... No ibas a poder con tanto peso en tus hombros...

El calló , no sabía qué decir y no quería arreglar nada más.

Cenó  algo y a la hora de dormir vio como Beth corría hasta su habitación.

–Quiero estar solo...–le dijo ido.

–¿Pero no es mejor que este yo para que te alivies?–lo pensó y negó–Entonces no me busques cuando me necesites. He terminado contigo, Daniel.

Suspiro cansado, lo que le faltaba, su hermana molesta y el con un camión de carga sobre los hombros. Otro peso más.

Era de madrugaba cuando se digno a abrir el paquete que tenía escrito el hermoso nombre de su hijo.

Estaba enumerados los DVD y habían fotos de ultra sonido. Mordió su labio e intentó serenarse. No pretendía llorar. El primer vídeo  lo tomó  y dio a reproducir luego de dudar por unos momentos.

Allí estaba ella, y ese era su viejo apartamento.

Cliché y puntoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora