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Llegó  y lo primero que vieron sus ojos fue aquella chiquilla de cabello negro azulado con ojos grises igual a los de su madre, Valerie. Beth corrió hasta el y le abrazó.

—Pensé que no vendrías— gritó  mientras le sonreía y arreglaba su largo cabello.

—Te dije que lo haría, soy un hombre de palabra— sonrió. La niña miró tras él, allí, había una mujer de cabello platinado, bajita, de figura pequeña y esbelta, parecía una barbie.

—¿Quién es ella? — preguntó  cruzando los brazos e inflando los cachetes a la vez que hacía un mohín.

—¿Beth! — la llamó  su madre mientras le tocaba el brazo en señal de desaprobación — Daniel, un placer tenerte aquí, en tu casa. Hola— saludo a la rubia.

—Mama... Ella es una amiga, Ciara. Ciara esta es mi hermana Beth, y mi madre, Valerie.

—Es un placer — dijo con una sonrisa.

—El placer es...

—¿Te tragaste un silbato canino? — interrumpió a su madre la niña con una cara de perversa y una sonrisa lobuna. Los gritos de su madre y la cara de su hermano mayor no se hicieron esperar y la regañaron— lo digo porque desde que abrió la boca, Ades y Apocalipsis han salido de la nada y están tras ella—se alejó lentamente de espaldas mientras tenía sus manitas tomadas desde atrás— ¿Nadie más lo noto?

El grito de la rubia les confirmó  lo que ya sabían, por que habían mirado hacia atrás desde que la niña  había mencionado a los dos perros que ciertamente tenían nombres que representaban el carácter de ambos. Ella emitiendo el grito y los perros sacaron el mal genio, Daniel aunque tenía mucho sin verles, eran sus perros y el los había adiestrado con un entrenador, con una palabra los perros se quedaron inmóviles. Y el bajo a Ciara que había trepado hasta sus caderas. Valerie procedió a llevársela a otro lugar, mientras se disculpaba y el mayordomo de la casa se llevaba a los perros al jardín. Daniel cerró los ojos y miró en la dirección en la que se había ido su hermana. Caminó de regreso a la entrada de la que había sido su casa de la infancia, atravesó el jardín lateral y llego al gran árbol, allí estaba la casa del árbol, su padre y el habían construido una hacía mucho tiempo, luego de que murió no había vuelto y esta se había deteriorado, entonces la reconstruyó para Beth. Subió y la encontró viendo televisión.

—Has traído una chica— le dijo cuando lo sintió y el río.

—Es solo una amiga...

—Entonces no duermen juntos... — el negó con los ojos bien abiertos y conteniendo una exclamación — entonces no tengo que preocuparme.

Sabía que su hermana era celosa, mucho, era la cuarta chica que él llevaba, más la segundo que ella veía, las primeras  las había llevado y ella aún no había nacido, la primera chica que su hermanita vio fue a Pía, se llevaban bien, aunque dudaba de que su hermana la recordará, tenía tres, a ella le encantaba dormirse en los brazos de Pía.

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El almuerzo estuvo fenomenal, como recordaba las comidas de Valerie, su madre había muerto cuando él tenía cinco, así que no la recordaba mucho, su padre conoció a Valerie en la guardería, ella era su niñera favorita, cuando su padre le comentó de que se iban a casar y que ella viviría bajo el mismo techo, le pareció la idea más increíble que a su padre se le pudo haber ocurrido. El cariño no menguó con el tiempo, más se incrementó por qué ella se había ganado el corazón de todos y cada uno de ellos. Incluyendo a sus difuntos abuelos que habían muerto tres meses después de la boda.

Valerie tenía una comida especial para el, la que hacía cuando él llegaba, incluía un postres y de ves en cuando hablaba  de cómo era el en la guardería.

—Siempre me llevaba flores— dijo ella y el asintió.

—Las arrancaba del patio, eran crisantemos.

—Se convirtieron en mis favoritas.

Ciara sonreía y Beth comía con ánimo pronto. Quería, como siempre que estaba con su hermano, ir a jugar ver algo de televisión o salir en las citas que siempre tenían.

Cuando la cena hubo terminado, ella corrió escaleras arriba, tomó sus zapatos favoritos, los que él le había enviado porque había pensado en ella al verlos, se colocó la cadena de oro que tenía su inicial y cepillo  sus dientes. Al bajar le vio parado en la puerta y sonrió.

—¡Espérame! — gritó.

La miró sonriente.

—¿Para dónde vas, tornado?

—Contigo.

—Oh, lo lamento, Beth... — comenzó a disculparse y ella se desinfló — saldré con Ciara ahora, volveré muy entrada la noche. Saldremos mañana.

—Seguro...

—Lo prometo.

Eso hizo que sonriera, pero ya estaba decaída. Su madre conociéndola se la llevó a ver algo de sus dibujos animados favoritos con una porción de helado, para subirle el animo.

—No me gusta ella— comentó la niña mientras atacaba su helado de fresa y caramelo.

—¿Porque? No la conocemos... Tenemos que darle una oportunidad.

—Por mí no la merece... Está con el todo el tiempo, seguro, ella debió de decirle que me llevara a mi, tenía tiempo sin verle, desde la última vez que fui. Ella es egoísta.

Dos capítulos para ustedes, espero les hayan gustado.
Sean felices

Cliché y puntoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora