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Iban de regreso, el esposo de Moraima les envió chofer en un auto muy lujoso y mientras iban en el camino hablaban otro tanto más.

–Cinco cosmos, dos, dos Hadas verdes y...y... dos sangrías y un Aromatic caipi ¿Cómo es que no nos orinamos allí? – preguntaba la mujer a Pía arrastrando la lengua.

En verdad tomaron demasiado y no sabían cómo, el tiempo pasó tan rápido, hablaron tanto y riendo de otro tanto más.

Estaba ebria, en verdad lo estaba y ella no tomaba. Por lo general.

–Adiós... nos veremos el próximo Lunezzz– gritó emocionada desde la puerta de su casa, la casa que Mori dijo que era de ensueño.

Nunca creyó que fuera a entrar como de película, pero estaba mareada y tropezó con todo. La luz se encendió sobresaltándola y ella con un susto tropezó con la alfombra y cayó, de nalgas.

La risa que soltó fue interrumpida por alguien.

– ¿Me estas chitando? –habló con voz alta.

–Cállate, Pía– ¿Daniel? – Acabó de acostar al bebe.

– ¡Oh! – Susurro– Ayúdame a levantarme, el piso está dando vueltas.

Sintió como dejaba el suelo, y era llevada en brazos. Quería dormir, pero también quería ver a su hijo.

–Llévame a ver a mi hijo, Daniel– le susurró, en verdad estaba mareada, y tenía los ojos cerrados.

– ¿Iras a ver a mi hijo así de ebria? – no lo decía molesto, se estaba burlando.

–Está dormido, le daré un beso de buenas noche, veré si está bien cobijado...–le interrumpió.

–Yo lo cobije bien– se defendió.

–Pero es mi deber supervisar, ustedes los padres pueden ser un caos increíble, he visto hombres en acción, son terribles.

Escuchó una gran carcajada, y la sintió, porque su pecho se sacudió y ella estaba bien pegada a él. Lo sentía, en verdad lo sentía.

Movió sus brazos detrás del cuello de su ex y cruzó sus pies.

–Claro, ponte cómoda, cariño– el soltó un segundo después de terminar de subir las escaleras y llegando al pasillo de la habitación de su hijo– Estas algo pesada.

– ¡Oh, cariño! – Soltó ella bajito, como un ronroneo– No dices lo mismo cuando estoy encima de ti.

Daniel soltó otra carcajada e hizo que ella saltara en sus brazos, se aferró con mas ahínco a él y soltó un gritito, la apretó a su cuerpo y la volvió a chitar.

–No me hagas esas cosas si no quieres que haga ruido– le reprochó.

– ¡Cállate, Pía! – le ordeno y abrió la puerta.

Sintió como él la bajaba, con dos pasos estuvo cerca de su hijo, pero muy mareada, así que se incoo y le miró. Sus boquita cerrada con una pequeñita abertura en el centro, su piel blanquísima tan suave y libre de imperfecciones, su naricita perfilada, sus cejas iguales a las de su padre y respiración fácil.

Acarició su cabello lacio y negro, con las puntas risadas por el largo de estos, y sus lados, que antes habían estado rapados, ya con cabello corto y suavecito.

–Te amo, Danm... mama te ama muchísimo.

Le dijo mientras lo estudiaba, y le besaba las mejillas repetidas veces, acomodo su cobija de marinero y se incorporó; mas no dio un solo paso.

Cliché y puntoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora