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Estaba un poco dividido, solo un poco, no quería dejar a sus amigos allí, pero quería estar cuando su hijo despertara o por lo menos antes que durmiera esa noche.

– ¿Qué piensa Pía de todo eso?– su madre le pregunto directamente. Los demás le miraron esperando respuesta, miro a su hermana que estaba demasiado encariñada con la madre de su hijo, que no quería que escuchara y se decepcionara, ya que sabía que por mas admiración que sintiera, ella le amaba y si escuchaba las problemas de ellos no iba a ver a la mujer con los mismos ojos.

–Nena... ve a jugar con los perros... diviértete por ahí a fuera, hablare con ellos y luego usted, tornado, y yo tendremos una larga charla.

Y así se fue corriendo con una sonrisa.

–Ella cree que estoy totalmente loco, está de acuerdo con que mi hijo y yo tenemos que convivir, pero esta reacia a lo que ya le he propuesto.

– ¿Qué le propusiste? – quiso saber la rubia.

El sabia que, por mas carnal que fuera lo que tenía con Ciara, se compenetraron mucho, bastante y aunque no la quería como algo mas, si la apreciaba y estaba seguro de que ella a él, no estaban listos para terminar lo que tenían y no lo quería, pero si su hijo se mudaba ella quedaría en un segundo plano y quería que lo supiera, pero no era el momento indicado para ello.

–Le pedí que se murada conmigo– permaneció mirando el rostro de su amante, y su cara cambio a una muy triste– no me refiero a la misma casa, solo quiero estar más cerca de él, he movido mi influencia esta mañana, pretendo buscarle trabajo en un estudio de arquitectura para que trabaje, también para viva cómoda. Todo lo hago por mi hijo.

Y aunque quería seguir manteniendo aquella conversación, quería irse. Ferrys que le conocía casi perfectamente le sonrió y dijo.

–Así que has cumplido tu promesa de no ser un tonto con un vocabulario extraño... se nota que quieres volver con tu hijo, por mi... puedes irte, pero quiero ver a ese chiquillo mañana.

–Veremos que dice la madre monstruo– bromeo sobre Pía y luego de despedirse con la promesa de volver temprano por la mañana, subió las escaleras en busca de su hermana para despedirse.

&

Cuando llego a la casa, ella no estaba, era Sally con una niña de ojos brillantes mirando la televisión y bailando al ritmo de unos dibujos animados.

¿No estaba grandecita para eso? Pero entonces comprendió, allí en el suelo, con los piecitos elevados y moviéndolos a más no poder estaba su hijo.

Su hijo, y era que aun no lo creía, si era completamente honesto, estaba en un shock, aun. El chiquillo lo saco de sus pensamientos mientras gritaba.

–Daniel, volviste– y se incorporaba y corría hacia él con sus ojos grandes y su sonrisilla traviesa.

Por un momento quedo en que su hijo le había llamado por su nombre, pero cuando el pequeño volvió a hablar dejo de pensar en...

Todo es culpa de Pía.

–Papi ¿A dónde fuiste? – eso sonaba extraño ¿Cómo podía simplemente llamarle papa tan pronto y más aun tener aquella confianza tan rápida?

Pía había dicho que quizás porque estaba dispuesto y no porque le obligaban a conocerle. Quizás después de todo sería un agradable reencuentro donde el no iba a tener que culpar a su ex pareja por tanto.

–Fui a buscar algo de ropa mientras dormías, estuve con mi madre... con mi hermana y con unos amigos, me retuvieron por unos momentos, mientras les hablaba de ti.

– ¿Y qué les dijiste? Yo lo quiero saber todo– el niño de un momento a otro le abrazo el cuello y lo abrazo tan fuerte que soltó una carcajada tensa, pero de alegría ¿Qué le había movido a hacer aquello? Se pregunto.

–Bueno, les conté que ya sabes que soy tu...– quedo callado, porque le costaba tanto, no, no le costaba, solo estaba procesando la palabra una vez más– tu padre– dijo y miro directamente al niño.

Tenía las misma cejas de Pía, largas y finas, de bellos delicados y perfectamente perfiladas con un arco en pico al final, sus parpados de piel tersa y perfectos, pestañas largas y disparatadas, aquellos ojos suyos, tan azules como el mar, tenía su nariz, pequeña y un poco perfilada, aunque ni tanto, unos cachetes hermosos que estaban llamándole por un beso y una mordida; su boca era rosa, pero no pálido, era un color vivo y era fina, como la suya, con el arco de Cupido redondeado y elevado.

Sus manitas tenían una uñas finas y tiernas, bien cortadas, esos dedos eran de Pía. Su hijo no tenía muchas cosas de su madre, era para que a todas luces se supiera de quien era el bebe. Incluso, podía jurar que pronto le saldrían los mismos lunares que tenía en el pecho y pies, si era que ya no los tenía.

El niño le puso las manos en la cara, queriendo llamar su atención y cuando con una lágrima en sus ojos le sonrió, pudo ver su sonrisa.

–Eres igualito a mi– le dijo mientras se inclinaba a besarle los cachete. El niño le volvió a abrazar fuertemente y el hundió su cara en el cuellito del niño, para aspirar su olor y sentirlo más cerca.

Y entonces al alearlo lo sintió.

Una mordida en su pómulo derecho.

Abrió los ojos y luego soltó una carcajada estrepitosa, su hijo le había mordido, pero no fue dolorosa, más bien solo le había pegado los dientes y había dejado saliva en su mejilla.

–Yo estaba a punto de hacer eso.

–Mama dice que es una forma de decir, te amo– y volvió a quedar paralizado.

¿De dónde había salido ese niño?

–De ti– escucho que respondían desde atrás, güiro el rostro y vio a Sally con su hija– Las cosas que ella amaba de ti se las enseño, recuerdo que me dijo que tu solías decir eso de las mordidas... y lo creas a no... ella intentaba ser como tú y hacer lo que tú, supongo que sentía que en algún momento esto sucedería y el niño iba a sentirse familiarizado con tu forma. Anda, puedes hacer el bizco que solías hacerle a ella, a Danmark le encanta...

Y la miro largamente, hasta que la manito de su hijo le girara el rostro.

– ¿Sabes hacer el visco?

–Seguro que si...



Ay a mi me encanta morder... soy yo la única?

Cliché y puntoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora