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¿Qué se necesitaba para una boda en un lugar como ese? La respuesta era obvia, dinero, por cantidades excesivas. Llego con Sally, quien se fue por la parte trasera, prometiendo volverla a ver, no estaba para nada sencilla, la pelirroja, un traje de pantalón y chaqueta de seda en color verde esmeralda, color que lograba resaltar su cabellera y sus ojos azules.

Dijo su nombre y el de su hijo en la entrada al lugar destinado para la boda, mas cuando entró al pasillo de aquel gran lugar paradisiaco se dio cuenta de que todo era para la boda.

El lugar era increíble, con pisos de mármol lustrados, columnas inmensas tipo corintios, techo abovedado con lámparas en cristal cortado inmensas. La belleza de aquella sala era incomparable. Estaba perdida entre los detalles arquitectónicos, los modernos y a la vez clásicos del mobiliario.

Le dio gracias a Dios por el vestido que tenia, no desentonaba para nada con la pomposidad que sabía que iba a ver, porque esa área donde estaba solo es el pasillo. A mitad de camino un hombre alto y de buen parecer le sonrió y dándole un discurso de protocolo le dio un mapa, agradeció y se dio la vuelta.

¡Santo Dios!

Pensó anonadada, el lugar y todo era tan grande, todo estaba tan organizado que tenía un mapa para todo, en el estaba el numero de la mesa que le correspondía en la sección que le correspondió por orden de llegada. Miró buscando la entrada.

– ¡Papi!– gritó Danmark soltándose de su mano. Ella giró rápido para ver como entraba, Daniel.

Soltó una carcajada sonora al ver que el padre de su hijo, estaban prácticamente iguales, desde el peinado hasta el traje.

Danmark corrió, al paso que le dejaban sus cortas piernas, Daniel con una sonrisa le tomó y le cargo mientras le besaba. Y ella se emociono al verles.

Espero donde estaba y por primera vez, luego de tanto tiempo se saludaron con genuinas sonrisas y alegres de verse.

–Pía, estas hermosa– le beso la mejilla y la abrazo.

–Gracias, tu igual– se sonrojó.

– ¿Verdad que mami esta hermosa? – pregunto a su pequeño y este sonrió mientras le tocaba la pajarita de Daniel.

–Tú también eres un pingüino– le dijo Danmark a su papa. Daniel la miró y ella sonrió.

Entonces el camino hasta el cortes hombre que daba los mapas y le comento que eran cuatro, ella observo alrededor y no vio a nadie, mas quedo allí a su espalda sin nada que decir.

La verdad era que cada vez que tenía la oportunidad de ir a una boda siempre terminaba regresando en el tiempo, sin darse cuenta tocó su dedo anular de la mano izquierda, donde una vez tuvo un hermoso anillo de diamantes que él le había puesto un catorce de febrero. Si él no se hubiera ido ¿Sería otra historia de amor? ¿Si él hubiera afrontado todo eso con ella estarían juntos, casados y con su hijo? Ella no sabía, porque no tenía ningún tipo de poder, mas no se imaginaba ese mundo paralelo.

– ¿Has venido con alguien más? – quiso saber mientras su hijo miraba el mapa de su padre.

–Sí, mi amigo Ferrys está aquí, mi madre y una amiga, Ciara. – ella asintió con una sonrisa.

Algo le decía que no era para nada una amiga, pero a ella que le importaba, el seguro tenía más de una amiguita de esas, como ella tenía a... ¿A quién? No podía decir que tenía a Amir porque él ni si quiera la había llamado luego de la noche completamente loca que tuvo con ese hombre que la hizo sentirse mujer luego de un buen tiempo sin sexo.

Busco con la mirada señales de la abuela de su hijo, y de Ferrys, el chico que había coqueteado con Sally, pero no les vio.

–Caminemos, me siento tonto aquí parado– le dijo Dan y ella dedicándole una sonrisa asintió.

–Seguro– dijo luego.

Caminaron en un silencio que solo había roto su hijo al preguntarle si Beth estaba ahí, se llevo una gran desilusión. Al parecer la única persona que tenía permitido llevar su hijo era ella, ya que habló con Lin y le comentó que tenía un hijo, Ford, el novio que también conoció en la boda del hermano de Saúl había dicho que el pequeño también era bienvenido.

– ¿Qué clase de cosas son esas? – escucho que le preguntaba, ella miró las columnas inmensas y donde el señalaba.

–Corintios– dijo mirándolas también.

–Son hermosas, ese color las realza mucho– comento, ella sabía que era para tener algo de lo que hablar.

–No tenemos que hablar de cosas que solo yo sepa para tener una conversación– le dijo mirándole, el a su vez miraba a su hijo quien jugaba con los botones de su camisa distraído mirando a otro lugar.

Daniel la miró, estudiándola y luego le sonrió.

–Me gustó dormir con ustedes anoche, también amé el desayuno. Me sentí bien– fue sincero y lo notó por el raro y hermoso rubor que cubrió sus pómulos.

–Yo igual... me gustaría una tregua– comento ella mirando a la nada.

–Una tregua es genial, Pía– escuchó su voz firme y a la vez dulce. Ella le miró y le sonrió.

Daniel se notaba un poco inquieto y quería al parecer entrar al lugar, mas su madre y amigos no llegaban. El bebe ya no quería seguir en brazos de su padre, así que moviéndose un poco y haciendo una señal repetitiva le pidió que lo depositara en el suelo. Entonces al ver que quería salir corriendo, algo totalmente extraño en el, ella le tomó por el brazo izquierdo y Daniel del derecho mientras se inclinaban un poco.

Estaban estáticos y Danmark incomodo, así que comenzaron una caminata lenta entre los tres. El chiquillo en un momento dado se quedo tranquilo y escucharon aquel sonido inconfundible, una flatulencia. Miraron a su hijo y luego entre ellos y le causo risa, y rieron abiertamente.

– ¡Ups! –dijo Pía muerta de la risa.

– ¡Oh, pero... perdón! –dijo Daniel con una risa que casi no lo dejaba hablar.

–No, no, no... perdón– se escuchó alguien detrás, giraron sus rostros.

Allí entre ellos estaba Sally, una rubia platinada, la madre de su ex y al chico que esa tarde había conocido como el coqueto de Ferrys. La rubia platinada estaba justo en frente, casi llegando a ellos, impidiendo la toma de Sally.

– ¿Perdón? – dijo la rubia y Sally la miró un momento y luego a los demás, parando claramente en el moreno elegante a su lado.

–Disculpa, pero estoy tomando fotos de la familia, y tú estas justo en medio– vio claramente como la chica curvaba las cejas y se alejaba–. Sigan actuando con normalidad, tengo muy buenas fotos aquí, sé que puedo conseguir una mejor. Ustedes son muy fotogénicos.

Pía sonrió y miró avergonzada a Daniel, quien la miraba a ella. Daniel miró a su hijo y luego volvió la vista al frente. No sabían qué hacer. 


Bueno... bueno... 

Sally es titanio, Ciara... ten cuidado.

Cliché y puntoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora